Un recorrido sin fisuras de canciones nacidas para arder en los oídos y aposentarse entre los recuerdos más intensos del subconsciente. Eso es lo que ofrece Zahara en Puta, su flamante (y memorable) disco.
Qué: Disco (G.O.Z.Z.)
Después de escuchar en repetidas ocasiones Puta, una cosa queda clara: la prueba del algodón no engaña. Aquí no hay trampa ni cartón, ni una escucha superficial cuyo eco se va a perder tras el impacto inicial. No, Puta es un tratado pop de altos vuelos, de esos que se echan tanto de menos, donde una artista se lanza sin red hacia adelante.
Porque olvidémonos de la artista mainstream con la que muchos identificábamos hasta ahora a Zahara. Definitivamente, esto es otra cosa: striptease emocional a pecho descubierto, cocinado entre la voluptuosidad lírica soft-rock sinte del primer disco de Sky Ferreira y la puntería épica de Lorde, sin olvidar las inflexiones barrocas de la gran Kate Bush.
A mayores, la ubetense pincha el compás en electrónica synthwave ultra orgánica, imprevisible, para armar un artilugio irresistiblemente atractivo y arriesgado en sus formas quebradizas y cortantes. Equilibrio suicida entre enfoque con estribillos rotundos y directos y toda una fauna sónica sembrada de riesgo y reinvención underground en su fuero interno.
Resurrección en vida que hace de este álbum el manifiesto Fénix a través del cual Zahara se desdobla de sí misma y se eleva sobre críticas y dardos envenenados de detractores y demás francotiradores de la crítica oportunista. Y es que no hay respuesta más rotunda que temas como Merichane, Sansa o Canción de muerte y salvación: hitos no ya en la carrera de Zahara sino del pop del siglo XXI español.
Réditos de sobra que, aún por encima, se multiplican gracias a la ambición desmedida, que Zahara ha sabido plasmar a lo largo de un recorrido sin fisuras de canciones nacidas para arder en tus oídos y aposentarse entre los recuerdos más intensos del subconsciente. Maná de manjares pop que elevan el gran angular a una desmedida proyección en cinemascope, como se merece esta obra sin parangón en el pop peninsular.