Tras haber firmado una de sus cumbres discográficos por medio de Sombrero roto, Kiko Veneno retorna a la primera plana del carrusel pop con Hambre, nueva pirueta con tirabuzón hacia delante de un ser tocado con el don de la inspiración divina.
Qué: Disco (Independiente)
Después de un primer barrido, de muchas y necesarias escuchas, Hambre se distingue por jugar con dialéctica minimalista flamenca de pulsión africana. Esta primera demostración de su estado inalterable de curiosidad impregna hasta el último átomo de los diez temas que componen esta nueva demostración de sus poderes, que son muchos y necesarios.
El esquelético calambre electrónico se hace más presente que nunca en la increíble Dónde van, con un Javi Harto, Hartosopash, más inspirado que nunca en sus labores de producción. La dualidad digital y electroacústica se extiende a deliciosas flores extrañas como Duele, nueva muestra del imponente grado de intuición lírico alcanzado por un Kiko Veneno que, con este álbum, ha dado con la clave de un sonido que hermana flamenco y heterodoxa indietrónica de baja fidelidad.
Híbrido único realzado por la desgarbada presencia vocal de un tipo que, a sus casi setenta años, ha dado una pirueta tan mortal que, por momentos, nos hace recordar a cómo sonaría si contara con la versión africana de Hood como banda de apoyo, tal que en Días raros. Poca broma, ¿no?
En realidad, da igual adonde lancemos el anzuelo, porque siempre pescamos la musa invitada en cada una de estas demostraciones de supervivencia artística en tiempos de confinamientos. La misma que transciende como germen inspirador en este cancionero sin medias tintas, valiente y arriesgado.
Algo que se puede comprobar en el soft soul africano de Mujer volcán, hallazgo que precede al sepulcral synthwave aflamencado de Madera; sin duda, uno de los momentos más espléndidos de un trabajo que subraya el estado de gracia de un tipo que parece haber vendido su alma al diablo en pos de la eterna juventud.