Que la gallega Ángela Pardal ha debutado en solitario con uno de los trabajos más refrescantes del año, es algo que queda plenamente ratificado en las ocho canciones que conforman tan vibrante híbrido entre la pulsión electropop y el flow rapero old school.
Qué: Disco (Raso)
Plena de rimas con tirachinas y de ideas para hacer mover las canciones en torno a un cromatismo estilístico capaz de recolocar los modismos de producción trap dentro de los códigos de actuación rap. Esto es lo que sucede en un corte tan inspirado como Polvo, cristal y roca, uno de los momentos más representativos de la fórmula que se gasta Ángela Pardal a la hora de extraer oro puro de este excitante gran jacuzzi al pasado, de cuando el hip hop era descaro y humor. Esto lo hace con indiscutible reverberación electro, tal como en sucede la irresistible Pelea, en la que recuerda a cómo sonaría Mantronix de haber surgido en la Península Ibérica en pleno Siglo XXI.
Las dinámicas más esquizofrénicas de la liturgia synth se dan en cortes como Ángeles de fuego en el balcón. En otras como Yo nunca y Final feliz, la oscuridad se introduce en los biorritmos de las canciones, abriendo una veta más dark, dentro de un cuerpo pop que desafía las tendencias actuales de consumo musical como solo se puede hacer: poniéndolas en entredicho mediante una receta que, por su extrema originalidad, ya se ha ganado un hueco entre los discos a destacar, cuando acabe la actual temporada.
Y en cuyos adentros líricos se encuentra una forma única de destilar ironía de delirante mezcla poético-costumbrista, plena de humor y mala leche ante las rutinas vitales para las que hemos sido programados. En este sentido, como vacuna contra esta infección, no hay otra mejor que Alas.