El dúo zaragozano Rosin de Palo (contrabajo, batería, mantras y ruiditos ocasionales) deconstruye esquemas al estilo de la alta cocina en un trabajo cuyo sustrato está en los detalles, y que no lanza discurso alguno. La música va directa a los receptores neuronales que la mecen como merece; proteína llama a proteína.
Qué: Disco (Lago/Cráter)
Jake y Elwood llevaban traje, gafas de sol y en cierto momento de cierta película se encontraban en un coche, a doscientos kilómetros de Chicago. Samuel Azorín y Mario Vidal van con maillots ciclistas de colores chillones y han estudiado hasta el final en el Conservatorio, como Gere en Pretty Woman, pero en vez de comprar empresas en quiebra y venderlas por partes emprenden aventuras desde el quiebre (de estructuras, de compases, de corsés) y hacen de las partes un todo. Desde Zaragoza, con amor, el dúo lleva cuatro años asomando las cabelleras por escenarios locales y ya han despeinado numerosos públicos por tablas de toda España.
Ahora sacan su primer largo, de apenas diecinueve minutos, con nueve cortes entre canciones, intros y divertimentos. Las cuerdas del contrabajo de Samuel echan humo y la batería de Mario parece lanzar soflamas desde los parches, acentuados por los platillos. Samplers procesados, paneos muy locos, una intro junglera que hubiera hecho gritar de satisfacción a Arca… el disco apabulla para bien desde el inicio, y se va desparramando a un lado y otro hasta el final.
Txa txa unbé umdó saldrá en una banda sonora de Tarantino si el tipo de la sonrisa chunga llega a saber de ella algún día; en homenaje quizá inconsciente (o no) a los palos caribeños del campo, el tándem delinea una canción que huele a peligro (y que disculpe Myriam Hernández «La Loba» por la apropiación cultural). En Caminito sale la voz del Maps; yo la llamo Paca, no sé ustedes. Hardineros del funk es eso, una metafórica y muy sudorosa desbrozadora de huerto.
Trilo (palabra que alude al canto de las mujeres noruegas que esperan en la orilla el regreso de sus esposos pescadores) cuenta con una luminosa voz de ultratumba en Marieta Gil, y Aquí están tus satoshis podría ser la sintonía de un programa radial filomanguero sobre criptomonedas.
Ya se acaba la cosa. Un trifásico (cortito de café y con poca leche) es la banda sonora del juicio final, y apetece ir después de escucharla. El cierre homónimo con el título del disco es el lacito que requería la aventura.