Había muchísima curiosidad por saber si el segundo LP de Estrella Fugaz iba a estar a la altura de su brillante debut discográfico en largo. La cuestión es que no solo ha cumplido las expectativas sino que las ha superado, hasta el punto de encontrarnos con un clásico instantáneo de nuestra actual odisea pop.
Qué: Disco (Sonido Muchacho)
Embalado, así es como se encuentra actualmente Lucas Bolaño, cerebro voz y alma detrás de Estrella Fugaz. Bajo esta encarnación, ha brotado una remesa sin parangón de invenciones pop, cuajadas a través de toda clase de enfoques. No hay más que dejarse arrastrar por la achampañada cadencia dub a lo Augustus Pablo de Las plantas, la inconfundible aura a The Cure general, el synthpop vía 81 de la memorable Una DDH y el Electropura o la burbujeante atmósfera kraut-pop que da vida a La pastilla.
Esto son algunos de la decena de detalles que esconde tan colorista matrioska pop. No hay bajones en una travesía en la que incluso se atreve a imbuirse totalmente en cósmica oriental leftfield pop, tal que en la fabulosa No soy colombiano. En realidad, da igual la canción señalada, cada una de ellas contiene suficientes razones para destilar entidad propia.
En torno a su memorable capacidad para dotar a cada una de sus creaciones un punto mágico de referencia, Estrella Fugaz nos ofrece un imaginario pop sumido en un arco iris en continuo movimiento de detalles e inflexiones líricas, siempre encaminadas hacia la distinción nacida de la inquietud por el autodescubrimiento continuo.
No puede ser menos ante la emotividad sci-fi que desprende el spoken word con el que cierra el álbum, por medio de La canción secreta, o milagros electroacústicos como Uhura y Sulu en una nave de blancos. Este último corte resulta tremendamente representativo del tempo medio a través del cual hacer rotar sus magnéticas melodías naive, con las que también aparecen guiños a Vainica Doble, tal como en la deliciosa No soportas mi música.
Por si no fuera suficiente, en Aún no sonamos en la radio Estrella Fugaz se atreve a remover el pasado de los Surfin’ Bichos en un vertiginoso estribillo en crecida que no hace más que ratificar la condición de mago que se ha ganado con creces Lucas Bolaño, un ser chipiritifláutico de mentalidad pop de infinitos tentáculos.