El Último Vecino retorna con su disco más luminoso. Brillo en tiempos oscuros que Gerard Alegre ha aprovechado para sacar adelante su trabajo mejor acabado y más redondo.
Qué: Disco (Pias)
Fiel a su ortodoxia pop sin filtros, Gerard Alegre, o lo que es lo mismo, El Último Vecino, ha decidido retornar a la palestra imbuido en una onda vitalista plena de conexiones con la liturgia ochentera que engloba los claroscuros de The Cure y el colorismo melancólico de Golpes Bajos, a quien recuerda sobremanera en Mundo mágico, uno de los momentos más rutilantes de un trabajo tendente hacia el burbujeo preciosista de la sonoridad synthpop.
Esta forma de enfocar el acto compositivo es la vía a través de la que, de alguna manera, y aunque suene a contradicción, Gerard nos muestra cómo su música es más actual que nunca. Un tobogán hacia el pasado a través del que nos encontramos con pinceladas a lo John Maus. No en vano, aunque el contexto sonoro al pasado nos retrotraiga como cualquier otro acto pop, también surge esa capacidad para dotar de lenguaje actual canciones con el deje semi urbano de Niño discúlpame en el estribillo.
Cortes como este último denotan la evolución propuesta de un tipo siempre tendente a la exaltación dramática, tal como en Mentirosa, como si se hubiera imaginado una versión actualizada de los imprescindibles Claustrofobia.
Seguramente, este último corte, con deje aflamencado autotune, sea la muestra más elocuente del notable grado de interés que genera un álbum tan exultante como este Juro y prometo, también el frasco que incluye fragancias tan irresistibles como El desastre, de lo más inspirado que ha compuesto jamás tan excelso agitador del abecedario synthpop.