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domingo 22 de diciembre de 2024
Santi Araújo

Suelta ø muerde

Santi Araújo

Una relación transitiva, percusiones de acuarela, fronteras que se difuminan en la niebla, entre Galicia y Brasil, las voces de Leonor Watling y Annie B Sweet… El pontevedrés Santi Araújo entrega un disco que suena como el cielo cuando deja escapar los primeros rayos del sol y se deshacen los cuerpos que han pasado frente a la luna como caminantes solitarios.

Qué: Disco (Ernie)

La luna que espera llorosa la llegada del nuevo día, abre el disco donde las acústicas y los violines se decantan por una delicadeza en Esqueleto/Óyeme que recuerda a la calma de Invisible, como un Luis Alberto Spinetta que callejea afinando su guitarra negra con el sonido de las hojas muertas. Saudade de la escuela Veloso, Moreno y Caetano.

Ser mi amigo/estar conmigo con sus arreglos de crooner contenido en una afonía cósmica que nos lleva hasta el Seu Jorge, hasta el Iván Ferreiro menos rabioso… Una vez más/aislado con el piano, minimalismo de tecla y cuerda que se alimenta de las mareas y el insomnio. Se abre al funk ácido, como en una pista psicotrópica, navegando en la electricidad como un enviado de Carlos Alomar. Descansa, el Mayor Tom ya ha sido degradado.

Navegamos hasta Cárcel/Algodón y en el juego de espejos vemos el reflejo del Devendra Banhart menos frívolo, con el sostén de una acústica de cadencia tropicalista, con revelaciones temporales que esperan el amanecer sin entender que la oscuridad es un concepto eterno. Sobre colchones de guitarras y pinceladas sintéticas hay perjurio de violines y la orquesta anuncia el despegue de las naves a vapor desde los puertos lunares.

Los restos de la combustión son la espuma de un mar infinito, No hay/Momento mejor para la divinidad encubierta de un medio tiempo que quiere atrapar el instante en ámbar. Y súbitamente un ritmo fronterizo, Zap Mama en la memoria o cuando Víctor Coyote se junta con Pablo Novoa y buscan entre los ríos del sureste límites inexistentes: el dueto con Leonor Watling en Miña rula/Non teñas medo es una nana fresca, con un vibrante toque eléctrico. Eso es el camino del sueño.

Suelta ø muerde, Pucho en la frontera de los mordiscos, una canción donde la tierra se hizo afonía y en el silencio cada palabra se ahoga en una percusión zigzagueante. Todo el mal desaparece al escuchar la voz de Annie B. Sweet cabalgando sobre un contrabajo y una percusión de corazón enfermo (o enamorada, que al final es lo mismo), con una guitarra casi de raíz americana, Qué mal me sienta/quedar contigo, sangría de duelo y nylon, brillantez en la ejecución que nos recuerda en sus armonías vocales los desiertos australianos donde se cocinaba la grave oscuridad de los 90.

Sin ti/Mi vida, la combinación de los pedales y la orquesta nos da una mirada a la estación del soul, con sencillez, como faros que iluminan el camino hacia el final del disco, de la historia, del agridulce empadrado que nos inflama. Y, de pronto, cuando crees haber entendido todo el LP, Santi Araújo se abre en un breve momento de intensidad bailable, como una fiera que no quiere escapar, solo enseña los dientes, aullando contra los campos magnéticos que solamente él nota. Loto/Lodo siembra y recoge.

Un final, una guitarra bucólica, el desamor que quema como el hielo, que arde sobre la piel demostrando envida de la ascua. Un disco que termina con Manzanas/Verano, la belleza de lo que no es amor, la dulzura de la fruta que está a punto de madurar demasiado… un disco en el que descubrimos que los sueños son el último lugar donde se esconde la esperanza. Santi Araújo se consolida como un compositor e intérprete distinto a los de su generación, fuera del promedio, con una sonoridad que habita un limbo atemporal donde se guarda lo mejor de cada época.

Santi Araújo Suelta ø muerde

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