El nuevo premio de Biblioteca Breve de Seix Barral está alcanzando en sus últimas ediciones un fuerte impacto mediático por la calidad y frescura de sus ganadores. El pasado año la magnífica historia de Trigo limpio de Juan Manuel Gil y, en esta ocasión, vuelven a acertar de pleno con Lugar seguro de Isaac Rosa, una novela de picaresca generacional situada en el burbujeante espacio temporal que es nuestro presente.
Qué: Libro (Seix Barral)
Dicen que Isaac Rosa escribía buscando lugares donde el salitre de la sociedad parecía más debilitado por los avatares diarios. Ya no es una cuestión de casualidades, es una realidad total que difumina cualquier estadio de tranquilidad, que amenaza con convertir el sueño de la socialdemocracia occidental en una entelequia casi de ciencia ficción. Y, claro, en ese momento aparece la literatura española para desplegar todo su arsenal de personajes variopintos dispuestos a sobrevivir, con un mendrugo de pan, una americana raída y una sonrisa de cartón piedra.
Durante la pandemia las plataformas televisivas se llenaron de series apocalípticas, virus y gripes, alguna amenaza nuclear, ratones y hombres, agua potable y fotos sacadas de contexto en las que se mostraban los supermercados desabastecidos. Sin atún ni macarrones, el protagonista de la novela, Segismundo García recorre, casi puerta por puerta, el degradado tejido de la clase media tratando de vender refugios seguros portátiles. Como en una nueva Guerra Fría, como en una vieja paranoia, todo a bajo precio, todo con cierto tufo a estructura piramidal.
Mientras, su padre, en la cárcel, tiene más de barbero que de dentista y cientos de afectados esperan en la puerta con sus dentaduras a medio terminar, fraguando –nunca mejor dicho– una venganza. Dos Segismundos atados, dispuestos a un monólogo inventado, y la tercera generación, Segis, ejerciendo de redistribuidor de la riqueza, pero más cerca de Gonzalo García Pelayo que de Robin Hood, un «Tipster» de instituto.
En solo veinticuatro horas el castillo demostrará que hay más arena en los cimientos que banderitas en las almenas. Y, todos sabemos, que, aunque salven esta ronda, la siguiente la tendrán que pagar con intereses. Pero casi seguro que el dinero lo pondremos nosotros. Si no hay futuro no puede haber miedo al mañana. A partir de aquí, todo al negro o al rojo, al final es el color de la anarquía.