Volviendo a la independencia, la banda argentina Fantasmagoria grabó su décimo disco respetando su mood esencial pero dejando de lado la esencia pop que caracterizaron los últimos años de su carrera. Con Gori al frente, un ex guitarrista hardcore que hace veinte años agarró la acústica y nunca más abandonó la psicodelia indie.
Qué: Disco (Independiente)
La banda del ex guitarrista de Fun People, aquella gran cosa del harcore alternativo en Argentina, transita un mood hace dos décadas. Las canciones de Gori fluyen en ese eterno remolino de guitarras electroacústicas con foco en la parte más elegante de la cultura Stone. Una intensidad que varía según el momento de la canción y no tan concentrada en los estribillos.
Su imagen vintage, que se esparce por toda la banda, vuelve moderna cualquier secuencia cotidiana que el compositor se sirva en el menú de su escritura. Desde su mascota Firulais (Ding dong dang Firulais) hasta su percepción apocalíptica (Un vendaval o El cardumen se organiza). En esta última canción, por ejemplo, mientras entona con su forma característica de modulación extrema, dice: «La brisa se vuelve ciclón y los amontona al soplar, / formando un huracán, / que los une y los eleva, para poder enfrentar / una lucha desigual».
Para este décimo disco de su carrera, el rock folk espacial se expresa en plenitud en Los colores. Un tema con el reverb a la orden de la psicodelia de la que tanto se nutrió Gori. Después de algunos discos por contrato, Fantasmagoria vuelve a la independencia y abandona el pop que se le había instalado a la forma siempre personal de la banda. Su lider es un soldado de guitarra acústica con los pelos negros bien inflados, foco en John Martin y decidido a flotar entre la bruma de estas nuevas doce canciones hasta que la próxima parada se dibuje en el horizonte.
