El primer LP de Cosmic Wacho ha llegado: desde la frontera imaginaria de España y Argentina, cumbia y ritmos narcóticos que redefinen el concepto de músicas del mundo.
Qué: Disco (Achicoria Records)
Alguien dijo una vez de Cosmic Wacho que no tenía miedo a construir un mundo con el corazón latino. Y esta colección de canciones es una muestra definitiva de la capacidad que la dupla formada por el malagueño Alejandro Domínguez y el argentino Franco Felici tiene para componer y arreglar el ritmo social en forma de bendiciones animistas, selvas milenarias remotas y simuladores divinos digitales.
La voz susurrante que se desliza como un chamán en el tema que abre el disco, Ninfa de la villa, nos recuerda a aquellos primitivos Plastilina Mosh, más templados y narcóticos, como Babasónicos en un día de resaca. Ya sabíamos que Ritmo latino era un hit, mezclado con la psicodelia que aportaba la banda peruana Hit La Rosa; pero ahora Cosmic Wacho muestra que su paleta de colores incluye también sonidos fronterizos que le emparenta con Los Amaya más experimentales (sin casetera en las gasolineras), y ser capaz también de adentrarse en los pantanosos espacios de la música disco de Caramelo, en esa especie de enésima iteración de la corporación Fundación Tony Manero.
Maneras andinas, aquel Gecko Turner, explorador pacense de las aguas del ritmo que parece inspirar Caribe, con algo de autotune tropical para demostrar que el dúo sabe qué calzado es el adecuado para cada estancia del baile. Cumbión selvático, de congas y guitarras, como una serpiente salida del zoo de Guadalupe Plata, en la jungla de las tres fronteras se escucha el susurro de la Cumbia del pasado.
Carnaval para todo tu vida, plata y fuego, ahí está Camilo Lara como el cielo protector en Sabe a tu nombre y los órganos desesperados de Cuando tú te vas que forman una manera liviana, casi opiácea, de arreglar los temas. Cosmic Wacho funciona como proyecto en niveles diferentes: ejercicio de estilo, desmitificación de la música popular y modernidad apta para cualquier oído. Disfrutemos de que bandas como estas sigan existiendo, que la distancia oceánica se mida en instantes de conexión y no kilómetros de agua o dólares de pasaje.