La experimentación en torno al pop y a la electrónica marca el debut discográfico de Movediza, dúo chileno que comparte sus cicatrices, miedos y anhelos en once canciones que funcionan como guías para encontrar la luz.
Qué: Disco (Independiente)
Uno de los discos debut más esperados de este año por la fanaticada del pop chileno era el del dúo de Javiera Ramírez y Silvana Bidirinis, Movediza. Es que los cuatro singles que presentaron entre 2020 y 2021 fueron un señuelo muy atractivo para quienes disfrutan del pop con malicia, ese que toma prestados elementos de estilos lejanos para abrirse, para explorar.
Fracturas, con sus once canciones y casi cuarenta y cinco minutos de duración, entrega exactamente eso: una exploración desprejuiciada y libre alrededor de estribillos pop y melodías dulces; un trabajo que da cuenta de la profundidad y el carácter temperamental de una música hecha hoy, por dos mujeres, en un país tan agrietado como lo es Chile.
Fracturas empieza con dos hits: Ese puente se va a caer y Un temporal. Hay, en medio de esos estribillos tan coreables y esa estética algo dosmilera, pinceladas oscuras que evidencian de inmediato la personalidad introspectiva del proyecto y su necesidad de honrar ese torbellino interno, sacar lo mejor de él.
Así, canciones como A veces o Me estrello, con sus ambientes más indie y pop noisero, funcionan como invitaciones a mirar adentro, sin miedo a la caída o al encuentro con nosotros mismos, sin miedo a los abrazar los nuevos sonidos que aparecen en el camino.
En esta apertura, la producción –trabajada junto al aplaudido Cristián Heyne– se volvió detallista, llena de contrastes y de capas por descubrir. Aquí, las guitarras eléctricas con aires post-rockeros tocadas por Silvana se convierten en un elemento clave.
Sus arpegios, delicados y expresivos, asoman con fuerza para asumir un rol fundamental en la creación de las atmósferas filosas e intensas que se cuelan a lo largo de todo el álbum. Desarrollando así un costado etéreo y experimental que, amparado siempre por voces suaves y cálidas, ayudan a abrir la perspectiva de lo que entendemos por quiebres y cicatrices, confirmándonos –por las dudas– que sí, definitivamente hay fuerza, luz y magnetismo irradiando de la vulnerabilidad.