PabloPablo presenta su primer LP, donde el piano y la voz es una poesía susurrante que alimenta el resto de las canciones. Cuando lo sencillo es sentimental y el aliento un instrumento más.
Qué: Disco (Independiente)
Imagina un piano sacado de una encarnación de finales de los noventa de Luis Alberto Spinetta, con la distorsión con la que la belleza afecta nuestras sinapsis, así comienza el LP de Pablo Drexler bajo el nombre de PabloPablo, así comienza con Azul zafiro. Hasta la manera de jugar con las voces nos llevan a un Río de la Plata donde el jazz se mezcla con los sueños en los clubes.
Pero no tenemos que pensar en una sucesión de tragos repetidos, en Números rojos hay algo de trip-hop con percusión que llama a la rumba y perfume femenino. Gargantas que se destilan como si fueran una base orgánica que hace olvidar los colchones sintéticos, el susurro del piano y el teclado del corazón, todo en mezcla perfecta, tanto que no sabemos dónde empieza un corte y acabamos nosotros.
En temas como Perfume la caja de ritmos parece tiene vida propia, es una libélula, una linterna, que diría el hijo de Moris. A veces hay ADN funcional y otras veces te alejas tanto que, aunque las palmas de tu madre te llamen para que vuelvas a casa acabas fumando a escondidas en esquinas ausentes de besos. Nos dejamos llevar por el sample del mundo en San Lorenzo y terminamos en Mandela Place, ese inglés de los chicos que han soñado con Chet Baker como otros lo hacen con Superman.
Un cierre, el de este primer disco de PabloPablo con The Mask, en el que otra vez se captura la voz de una habitación cualquiera, y como en una cacería espiritual Jeff Buckley se nos aparece para despedirse, con sus alas mojadas, no preguntemos de dónde viene el agua, de cuál entre todos los ríos del mundo los ángeles eligen desaparecer.