Superado el salto mortal sin red que suele ser el segundo LP, la tercera entrega de Ballena, Fuerteamor, es un compendio de intensidad variable donde la emotividad se cubre de arreglos de electricidad crepuscular.
Qué: Disco (Subterfuge)
Ballena tiene la capacidad de acercarnos a momentos que creíamos haber olvidado. Ahora la edad es un arreglo de guitarra, una voz que frasea como si volviéramos al cambio de siglo y todo pudiera volver a empezar. Escuchas a Máquina del tiempo y la Polaroid capta el instante en el que Jorge y Pau atrapaban el estribillo perfecto.
El bajo de Mano rota corta como una navaja afilada por la oscuridad de finales de los 70 y, de pronto, te das cuenta de que no hay mortificación, hay herederos y amor licuado, nada de opio, solo dejarse llevar: tebeos, partidos de fútbol y algún disco.
Hay algo de Viva Suecia, de la parte más trepidante de la factoría Subterfuge, de los primeros picotazos de Niños Mutantes, hay que trabajar para ganarse la vida, ya nos lo dicen en Semana Ballena. Hemos superado las cuatro décadas y seguimos hambrientos de teclados entretejidos y baterías que suenan como una trituradora, aún soñamos con volver a la pista de baile y que el pinchadiscos seleccione MapH.
Las curiosas percusiones, las voces cambiantes, lo cotidiano de Hijo del vudú nos acompaña en una distorsión emocional, una plegaria que no se avergüenza de la devoción hacia el amor puro, el que desgasta y alimenta en Juntos.
Solo hace falta disfrutar de ese bolero enfermo de amor con el que acaba el disco, Caminito, benevolente y referencial para que nos demos cuenta de que Ballena es como una calle que reconoces en una ciudad que no es la tuya. Lugares que no has querido olvidar sin haberlos conocido nunca.