Maria Rodés presenta Fuimos los dos, trabajo que contiene trece frascos de belleza destilada, en el que la catalana combina la canción de autor, el folclore latinoamericano y la experimentación sonora para expresar su visión sobre el final de las relaciones amorosas. Pureza minimalista y agridulce.
Qué: Disco (Elefant)
En este nuevo trabajo de Maria Rodés es complicado seleccionar qué color de la paleta es el más evocador. Quizá las palmas y el amago de rumba que nos llega con Fuimos los dos y, sin duda, la majestuosa Te voy a querer igual, que como esa ginebra que te sirve Ana D se queda prendida de tus dedos, los que buscaron entre los valses inéditos que Leonard Cohen escribió para Madeleine Peyroux.
El espíritu de La llorona está presente en toda la grabación, la primera de Maria después de su disco conjunto con La Estrella de David, Contigo. Un toque electrónico que empasta perfectamente con el ensueño de bolero a lo Eydie Gormé de Oasis, como si las pinceladas de los arreglos fueran olas sobre susurros de la escuela francesa. Un recordatorio de que el Donosti Sound sigue presente en nuestro inconsciente colectivo, como cuando Carlos Berlanga se acercaba a la bossa nova y hacía de ella una construcción distinta pero nutritiva.
La parte más lorquiana con Ay soledad te lanza como un fantasma enfurecido, la luna llena carga con el contrabajo y la sangre detiene el tiempo, es uno de los momentos cumbres del álbum. ¿Cómo podemos definir un disco como este? Más que continuista debemos hablar de coherente y todas las especias que se utilizan como novedad, como el toque que viene de la parte más visceral de Latinoamérica.
Sobre todo la de las nuevas voces de México o el charango de Isabelle Laudenbach y Marina Tomás, que hacen del disco un ejercicio de autenticidad arrancado directamente de las vísceras: amor y pasión, espera e insatisfacción. La generación que se armó de poesía y guitarras, de sueños y programaciones de ático en domingo, encontrará un manifiesto inesperado en esta obra sobresaliente.