En su segundo álbum, el dueto colombo-japonés Flash Amazonas aumenta la apuesta por el pop exquisito, desprejuiciado y encantador al servicio de la imaginación y el fin de cualquier tipo de frontera.
Qué: Disco (60-nice)
A simple vista, las figuras creadas por el artista neerlandés M.C. Escher conectan de forma fácil lo que en la realidad sería intrincado, acaso improbable. Pero la imaginación vence lo que la obviedad no alcanza. Así como un puente o una escalera de Escher conecta espacios mediante un artificio imposible, mágico, los músicos Julián Mayorga y Ryota Miyake (Crystal / Sparrows) tienden un puente sonoro fantástico entre la ciudad de Ibagué, Colombia, y la capital de Japón, Tokio, al que decidieron llamar Flash Amazonas alentados por un aviso de una agencia de encomiendas ecuatoriana con oficina en Madrid, en donde vive Mayorga.
Mayorga y Miyake se conocieron en una residencia de la Red Bull Music Academy en Montreal, Canadá, en 2016, y quedaron prendados gracias su gusto común por las posibilidades expansivas y experimentales que ofrece la música electrónica. Después de un intercambio de listas de música que incluían música del Caribe y las Antillas y new wave ochentera de Japón, además de algunas maquetas que Mayorga le entregó a Miyake, la amistad que brotó naturalmente devino, tres años más tarde, Binary Birds And Other Rubbish Surreal Things, el álbum de debut de Flash Amazonas, un sorprendente trabajo de pop melódico y lo-fi, rebosante de electrónica experimental que estimula a la danza y la risa.
Tuvieron que pasar otros tres años para que este binomio de oro intercontinental lanzara un nuevo álbum: uva-uva. Si en el primer disco, Flash Amazonas se presentaba con carta libre para granjear con alegría el ensayo de reunir sus influencias personales y comunes, con este nuevo, en los casi cuarenta minutos que suman las once canciones que lo integran, se asoma como un conjunto robusto como cuarzo y noble como la sal, como si hubieran descifrado los códigos que tienden ese puente surreal que surca el Pacífico y conecta los imaginarios populares de Colombia y Japón: la idiosincrasia, la televisión, la comida, el fatalismo, el pop y la cultura de los años 80 y 90, todo filtrado por un particular sentido del humor cáustico y tierno.
Hacia el final del tercer tema, Koiki na ippiki ookami, sobre una sofisticada atmósfera espacial se adelantan a cualquier posible crítica como esta, especializada o no, y se blindan al tiempo que nos desarman con sorna usando adjetivos elogiosos de uso coloquial en Colombia: «Oiga es que está rebueno este tema, güevón. Es que oiga esa línea de bajo tan chimba. Oiga, no, qué remachera. Es que me encanta este tipo de música. Japón y Colombia, güevón, qué locura». No importa si en uva-uva, Flash Amazonas invoca a antiguos espíritus del pop, el punk, la cumbia y la canción melódica. No importa si, como en la serie de ánime Dragon Ball Z, dos potencias se juntan en territorio imaginario para, danza mediante, fusionarse en una entidad superior, delirante y preciosa.