A pesar de su identidad fuerte y antigua, Galicia es un país que todavía está empezando a entenderse. Y va tejiendo esa autocomprensión despacito, con ternura, colocando su cataclismo vital con los posos del mundo mágico que están bajo la superficie. Esa Galicia milenaria, con una tradición poderosa, es la que va apareciendo cuando los propios gallegos, o algún foráneo, van limpiando las capas de feísmo y autoodio, monocultivo de eucalipto y cultura de perdedores que parecen empañar la sociedad gallega actual. Si en la arquitectura tradicional, los bosques o en el propio idioma, el gallego está todavía por rescatarse a sí mismo, en lo musical está todo por hacer. Y es una celebración que nuevos libros exploren el fenómeno musical gallego reciente para ayudar a comprender a los de adentro y los de afuera cómo laten los corazones asíncronos de un país que siempre ha decidido emigrar antes que enfrentar su propio destino.
Qué: Libro (Editorial Galaxia)
Es importante que en este mundo de luces inconexas alguien una los puntos y relaciones artistas e ideas. Y en estos mimbres llega el libro de Marcos Gendre, Discoteca atlántica. 100 discos galegos 1970-2020 Quizá para recordar que hay una manera galaica de hacer música y que, bajo el ruido aparente, hay sinfonías comunes. Faltaba alguien que conectase los puntos y el ejercicio de Gendre abre las orejas 360º para captar, ya no una genealogía ordenada de lo predecible, sino las propuestas más frescas de los últimos cincuenta años de música galaica, muchas de ellas enterradas en el olvido y sin aparente conexión entre sí.
Con un formato clónico, que pasa de un disco a otro a modo fichas, desgranadas desde los años 70 hasta la actualidad, el libro se pliega a su función de herramienta de consulta, de cuya lectura emerge una necesaria arqueología que excluye conscientemente a muchos de los gallegos ilustres de la música, para poner el foco en quienes, a juicio del autor, han dejado objetos sonoros capaces de cambiar el curso del río. De Andrés do Barro a Emilio José pasando por MounQup o Prozack, la propia selección de Discoteca atlántica es el acierto radical que vertebra el atrevimiento de este libro necesario. Sobre ella se superpone un análisis inteligente que conecta lo atlántico al mundo relacionando los sonidos de aquí con contextos mayores, colocando los sonidos del minifundio con las galaxias mayores del pop y del folk.
En las páginas de Gendre parece reclamarse un sentir híbrido y caliente, una creatividad poderosa, que en Galicia encarna cientos de estilos pero con una cierta coherencia, como si quisiera aislar el gen gallego genial, ese que algunos, borrachos de idioma y de enxebrismo, quieren llamar galleguidad. Es reconfortante que surquen las páginas pioneros olvidados como Bibiano o Pilocha, se hermanen Emilio Cao y Baiuca y se reclame el folklore celta de Cecilia. Un viaje que reafirma iconos indiscutibles (Pucho Boedo, Suso Vahamonde), oculta deliberadamente a viejos santones (Xoel López, Los Suaves), rescata sorpresas enterradas en arena (La Rosa, Cosecha Roja, Korosi Dansas) y afina su lanza para reclamar el espacio de genios de últimamente como Malandrómeda y Abraham Cupeiro.
Discoteca atlántica es un viaje revelador donde ausencias y presencias conforman la particular ruta que propone Marcos Gendre para redefinir la música gallega reciente. De sus páginas se destila una idea poderosa, la de recopilar talento abundante, casi todo él oculto en las nieblas del tiempo. Porque el gallego, también en lo musical, es un perdedor ejemplar. El libro se cierra en el año 2020, puerta de entrada a una nueva metamorfosis en la que una nueva pléyade de artistas explora su propia identidad para tejer nuevas propuestas. Este libro es también para todos ellos. Sólo conociendo el pasado se puede caminar despejado hacia a algo nuevo. Y esta guía en color rosa editada por Galaxia es un pasaporte de lujo a ese país musical enterrado por el ruido y la desmemoria, sonidos oficiales de esta esquina atlántica.