Abriéndose a una estética ochentera y con un ánimo más pesimista que nunca, El Mató a un Policía Motorizado comparte diez canciones para entregarse al desencanto con la misma valentía y amor con el que afrontamos la vida sabiendo que vamos a morir.
Que: Disco (Laptra/Primavera Labels)
Si hubo alguna certeza en estos últimos años, es que algo en el mundo está roto. ¿Seremos nosotros? ¿Nuestros cimientos? ¿El foco? ¿La dirección? ¿Serán ellos y, por consecuencia, todo? Tal vez la respuesta no importa, y solo importa el hecho de que estamos juntos en esta desesperanza que se posa en el pecho como un pájaro muerto. Por lo menos eso es lo que transmite El Mató a un Policía Motorizado en su esperada décima entrega, Súper terror, trabajo que –si bien cambió el icónico «todo va a estar más o menos bien» por un no-tan-buena-onda «no me digas que las cosas van a estar bien»– encuentra la manera de mantener viva la sensación de que esta pesada era post-apocalíptica se puede atravesar con una sonrisa melancólica bien puesta en la cara, el agite del brazo al cielo y el canto eufórico y compartido de una de las letales –y más vitales– frases del disco: «Todo lo que me importa no existe más. Quiero saber por quién morir».
Súper terror comienza con una dura verdad: «Es tiempo de un segundo plan». Así, en plena crisis existencial y con un sonido ochentero que da cuenta de una nueva búsqueda estética, el álbum recién estrenado de la aplaudida banda argentina nos sitúa en 2022, primer año post-pandemia y el momento en el que se crearon las diez canciones llenas de nostalgia, incertidumbre y desánimo que Santiago Motorizado y sus secuaces entregan con la perspectiva épica y entrañable que los caracteriza. Versos como «Entiendo que no vas a aceptar que todo lo que viene es peor» (de «Medalla de oro»), «Todo esto se va a perder. Tantas cosas buenas, derrumbándose a la vez» (de «Tantas cosas buenas»), o «Es la niebla oscura, está sobre mí. Pero no te preocupes, estoy bien así» (de «El profeta de fuego») dejan en evidencia el pesimismo en el que se mueve todo el disco, un desencanto que es evocado con melodías gloriosas –entonadas con exquisita melancolía– que de seguro ya se convirtieron –como todo lo que toca El Mató– en himnos del nuevo rock argentino.
Grabado en Sonic Ranch de Texas, bajo la producción de Eduardo Bergallo, Súper terror tiene el clásico sonido indie platense de la banda (Medalla de oro es un ejemplo), pero combinado esta vez con bases rítmicas propias de los años 80 (Tantas cosas buenas y Voy a disparar al aire) y un sonido post-punk con guiños a lo más dark de The Cure o The Jesus And Mary Chain.
La balada también se abre paso en el sucesor de La síntesis O’Konor (2017) con El universo, una canción a piano y voz que comparte una atmósfera inédita en el repertorio del cuarteto y que resume de alguna manera el sentimiento conflictivo de despedida, de pérdida y de nuevos comienzos que proponen las distintas letras del álbum.
«Voy a celebrar el final. Voy a celebrar un poco más», canta Santiago en Moderato. Es que no todo es hastío. Hay breves momentos en los que la luz arrasa con todo, especialmente cuando nos damos cuenta que el tiempo no es lineal, y tampoco la vida. «No sé si me importa que te vayas», continúa con una naturalidad que siempre interpela tan fuerte. Es que el relato de El Mató es personal y, por lo tanto, global. ¿Me vas a decir que nunca te sentiste así? ¿Me vas a decir que nunca quisiste decirle a nadie: «no importa lo que debas. No espero que lo devuelvas. No espero nada de vos?» La flecha es directa y al corazón, pero como la banda sabe que ya trata con amigos, viene con una recomendación: «Guardá tu entusiasmo, lo vas a necesitar». Veremos qué sigue. Si viene con estos estribillos, sabremos atravesarlo.