Pensado para ser disfrutado en la pista de baile, el cuarto disco del músico y productor chileno Alex Anwandter bebe de lo mejor de la historia del pop para musicalizar con extravagancia y agudeza reflexiones en torno al deseo.
Que: Disco (5 AM)
La catarsis colectiva que se da en la pista de baile es única. Allí, la tristeza se suda y el deseo se vuelve eufórico, irrefrenable, natural. Hay algo en esa comunión de los cuerpos que nos ilusiona, que nos hace olvidar por un momento que el mundo afuera se cae a pedazos.
La falta de la ceremonia del baile en la época de la pandemia llevó a Alex Anwandter a contextualizar sus nuevas composiciones en ese espacio añorado: la disco gay, la Maricoteca. Invocándola con beats duros y pegadizos y una melodía cadenciosa, el nuevo álbum del músico y productor radicado en Nueva York comienza con una canción que funciona como declaración de principios y como síntesis musical de lo que vendrá: un extravagante repaso por la historia del pop y un universo 100% queer en el que se hace un llamado urgente a entregarse al deseo.
«No vuelvas a casa, que esta es tu casa y tú eres de aquí», canta Alex en Maricoteca como invitando a alguien a aceptar su realidad y bailarla. Hay, como esta oración, varias en el disco que hacen alusión a la idea de descubrirse y aceptarse como persona que está fuera de las expectativas de una sociedad conservadora. Canciones como Ahora somos dos, Unx de nosotrxs –tema cantado en colaboración con su compatriota Javiera Mena– o Tienes una idea muy antigua del amor –highlight del disco cantado a dúo con Julieta Venegas– son relatos dramáticos y directos sobre el crecer como una persona queer en un lugar como Chile; cuán duro puede ser y cuán hermoso y liberador es encontrar a alguien parecido a unx y que lo demás –al fin– no importe nada.
En las dieciséis canciones que integran El diablo en el cuerpo podemos encontrar ambos lados de la noche. Desde la primera canción (Maricoteca) al tema nueve (Toda la noche) está presente la búsqueda profunda del baile y la sensualidad. Aquí, el pop engalanado de diversas maneras –dance pop, synthpop, post-disco, pop latino y más– se manifiesta en forma de set, y no tanto con la impronta de canción que el chileno ha demostrado con gloria en sus placas anteriores. Luego, desde la canción diez (Tienes una idea muy antigua del amor) a la final (Tengo una confesión, junto a Christina Rosevingue) hay un despliegue más diverso de estilos y una actitud marcadamente más intimista, confesional. En ambas el mensaje es –a grandes rasgos– el mismo, pero el compositor sabe marcar sus diferencias y matices con la maestría de quien conoce los trucos –y el encanto– de Juan Gabriel, pero también de Kate Bush, Marvin Gaye o Prince.
Con sensibilidad y audacia, El diablo en el cuerpo nos guía en la fiesta. La dirección es clara y apunta hacia adentro, siempre hacia adentro, por más fuerte y desconcertante que sea el bullicio que nos rodea.
