Radiación, accidentes y cipreses. Tres, en concreto. Y el comienzo de una época. DRO. La mezcla de valentía, inocencia e inconsciencia lleva a un puñado de muchachos y muchachas a convertir el espíritu del punk en uno de los departamentos más importantes de una multinacional.
Qué: Libro (Cúpula)
Más allá del negocio, están los artistas: entrevistas para tomar perspectiva. Voces que recuerdan la realidad, recuerdos que se difuminan, pequeñas rencillas olvidadas o por olvidar. Un poco de todo en este «Aquellos maravillosos años». De una época en la que las abuelas sabían quién era Loquillo a estos tiempos donde los CDs se acumulan en la parte más inaccesible de nuestras casas, casi convertidas en una molestia frente a la inmediatez de lo digital.
Por el medio, las canciones, claro. La poesía de Corcobado al servicio de Esclarecidos, la mano épica de Sabino Méndez, el gusto de Canut-Berlanga… Presentes y ausentes (de Benavente a Antonio Vega pasando por Enrique Urquijo), todo en una sucesión de belleza inconmensurable, un archivo emocional en el que todos podemos vernos reflejados: noches de verano, conciertos en salas, casetes de mezclas, ¿Dónde estabas tú cuando todo empezó? DRO y GASA; DRO y Tres Cipreses, todos los satélites alrededor, mirando hacia el espacio exterior, alimentando al fantasma interior.
Buscar entre los archivos de corazones bandas geniales que quedaron en el limbo del olvido, pócimas amorosas, los Gabinete Caligari, las letras de Diego Vasallo, las maneras de vivir de Rosendo Mercado. Laura Piñero realiza un ejercicio enciclopédico de recopilación de voces que dan forma al puzle más importante de la modernidad cultura española.
Porque sin DRO, sin Servando y Alfonso, sin Charly y compañía todo hubiera seguido igual. Ellos hicieron que España dejara de tener miedo a cambiar. Madrid, claro, pero también Barcelona, Vigo, Huesca, Pamplona, San Sebastián, Buenos Aires o los Celtas Cortos desde Valladolid. 80, 90, cambio de siglo, la década que viene, los documentos de la próxima. Y, entre medio, una madrugada con Víctor Coyote y Andrés Calamaro exhibiendo el poder latino en una servilleta, una milonga de arroz blanco y Malevaje. Belleza y futurismo, clasicismo y cien guitarras. O cien gaviotas. Elijan ustedes.