Ya nadie canta es el primer libro que la peruana Manuela Espinal Solano publica en España y lo hace en Caballo de Troya, con edición de Sabina Urraca. Un texto donde la canción ligera y el amor familiar se entrecruzan de manera íntima hasta pulsar lo más bello y complejo de la naturaleza humana.
Qué: Libro (Caballo de Troya)
La lectura de Manuela Espinal Solano es un ejercicio de empatía profundo, donde la familia es la semántica fundamental para entender la vida como ejercicio de estilo. Y si la familia es el cimiento, el cemento menos pragmático y más lírico es la música. Por eso la canción popular es un elemento básico para entender Ya nadie canta, donde se entremezcla el deseo, la necesidad de fantasear con la farándula y el espectáculo, el escenario para enfrentarse a la repetición de la vida, la esencia de lo doméstico.
Nos adentramos en la obra de Manuela Espinal Solano, a la que se compara con Natalia Ginzburg, que nos atrapa por la intimidad con la que construye su narrativa, dejando paso a la más esencial de las verdades humanas, la ternura que acompaña el roce de la piel humana. Manuela Espinal Solano ha cantado siempre, su voz es parte de su esencia, como lo son las palabras que surgen de sus dedos, genética y pasión se mezclan hasta encontrar una voz cualitativamente apasionada y apasionante. Así que nos encontramos con una muerte. Un personaje masculino. La mujer es el resto, es la mitad, el complemento. Un salto temporal, desde el pasado hasta el presente, el ayer, para justificar el mañana.
En una casa donde todos tienen algo de estrella en decadencia, donde todos son un proyecto de brillantina y pasión por los focos, pero con la constante sensación de agridulce decadencia de una vida existencialmente fallida. El lector no sabe si son personas o personajes, si son humanos o metáforas atrapadas entre los versos de una canción. El destino siempre juguetón, traicionero, la búsqueda que nos muestra en su texto Espinal Solano es la de una familia que lucha contra el olvido.
Una pregunta: ¿quién será el que escobe los restos del confeti cuando se apaguen las luces? Otra pregunta: ¿Quién será el que se levante a preparar el desayuno, el que limpie del maquillaje de la almohada, el que planche el vestido arrugado como un corazón herido a los pies de la cama? Muchas preguntas, alguna más en los cajones, entre los recortes de prensa y los afiches polvorientos, que solo la lectura de Ya nadie canta de Manuela Espinal Solano podrán contestar.