La voz espectral y las melodías se juntan en un baile de fantasma donde los espejos devuelven una rítmica de perezosas cajas de ritmo, guitarras plenas de telarañas y una manera de interpretar la cumbia y el folclore que provocan una placentera sensación de desasosiego. Desde México llegan Karen y Los Remedios con Silencio y la garantía de Zzk Records.
Qué: Disco (Zzk Records)
El universo de Karen y Los Remedios es un compendio de animismo, cumbia suave como el pisco mezclado con azúcar de chuchería y noches de espectros animados por una caja de ritmos revendida en un tianguis ignoto. Su música es completamente distinta a cualquiera que hemos podido escuchar antes: tropical con toques de dream pop, una voz que parece llegar de lugares ignotos, espacios atemporales, no euclídeos, como el corte Mi gran dolor con el que se abre la grabación.
Es una especie de mito de La llorona postmoderno, que asusta al ofrecerte las manos para acompañarla. Las percusiones paganas de Silencio son como el drum’n’bass tribal de alguien que está entre Colombina Parra y las Vainica Doble. No es la banda para una bailanta, es la banda sonora de un tenebroso lupanar al que acuden las almas fermentadas de tormento, que salen a bailar con la melancolía fronteriza de Lágrimas, arias extraterrestres, de una caminante ciega de amor, que guarda sus ojos en el bolsillo, porque sus lloros tenían ácido y veneno, como Chico Trópico convertido en un crooner, como el feriado nacional al que cantaban las Kumbia Queers.
Y es que Karen y Los Remedios, el proyecto liderado por Ana Karen G Barajas, artista e investigadora en artes y ciencias sociales nacida en la Ciudad de México y criada en Guanajuato, en compañía del nativo de la Ciudad de México Jonathan Muriel (Jiony) y el guitarrista Guillermo Berbeyer. (Z.A.M.P.A.), van más allá de lo puramente festivo para introducirse en la parte más mística y existencialista asociado a la cumbia, como elemento de cultura popular, resistente a la invasiva cultura anglosajona.
Canciones como Plexo lunar o el final de Te pido a ti, toman el trip-hop y lo moldean con aires norteños, bajos programados con la rebaja de la música peruana. Una manera de entender el folclore que es un salto cualitativo hacia una nueva forma de expresión en Latinoamérica.