Julio Briceño es venezolano, vive en el país cuya mitad le mirará mal sin disimulo desde enero (o desde ya) y entiende que el hedonismo es una respuesta digna a las miserias del universo. Los Amigos Invisibles son la fiesta tras la siesta, el guiño con cariño, el carisma frente al cisma de esos Estados Unidos (nombre paradójico para el actual estado de las cosas en la hermosa tierra de las barras y estrellas) que los acogieron hace quince años, y en el que siguen echando la pelea día a día. Una girita europea, con doble parada en España, multiplica el mensaje. Gozadera y mambo, carajo, maaaambo.
Julio, hay que bailar para escapar de la angustia. Los Amigos Invisibles siempre tuvieron claro ese punto.
En los comienzos nuestros en Caracas no había una banda funky bailable que tocara en las discotecas, primaba la poética y el acto profundo, de teatros. Nosotros teníamos claro que queríamos divertir a nuestra audiencia, asó que le dimos duro al acid jazz, influidos por el Manchester de los noventa con Happy Mondays, The Charlatans, Inspiral Carpets… queríamos dar conciertos en las discotecas, y la cosa funcionó. Creo que hay un espacio en la mente del público para una propuesta como la nuestra, y un sitio para alimentar ese espacio con Los Amigos Invisibles: buen humor, playita, disco, conciertos que parecen un DJ set pero que son en puro vivo y directo… en otros ámbitos puedes darle a Radiohead, que me encanta, o a Alejandro Sanz que no es tanto lo mío pero al que respeto mucho; fíjate que muchos lo copian, eso es revelador.
Entonces es mambo lo que viene…
Mambo, entre otras cosas. El tema Dame el mambo lo hicimos bien minimalista, africano, con un poquito de electrofunk, un homenaje al gran Fela Kuti que siempre está en nuestros pensamientos. La letra es directa: deja la pena. Siempre hemos apostado por la coherencia entre música y mensaje, se trata de provocar una respuesta en el baile y el alma.
Además del mago nigeriano, ¿qué suena en el coche y la casa de Julio Briceño?
Prince, Juan Gabriel, Jamiroquai, Kool And The Gang siempre están por ahí, pero últimamente me gusta mucho la electrónica, y de la electrónica me encanta Claude Vonstroke. Una de las últimas cosas que me volaron la cabeza fue la música de los canadienses Majid Jordan, y también oigo mucho a FKJ, es una maravilla: un solo tipo tocando saxo, piano y usando loops.
«Leo la prensa venezolana a diario, oigo las noticias… aunque no soy activo políticamente por convicción, no me gusta el presidente que tenemos, ni el que tuvimos»
Mirada atrás: 2001, el año de la mudanza, una decisión acertada. ¿Era obligado en aquél momento, cuando la industria todavía funcionaba a la vieja usanza?
Pues nunca nos hemos arrepentido (risas), no hubiésemos podido internacionalizar a la banda de este modo. Fue el momento justo, ni antes ni después; firmamos con David Byrne y enseguida vinimos a Estados Unidos. Ya sabían de Sound of venezuelan gozadera, estaba saliendo Arepa 3000… Tras las dos primeras giras de aquellos años en Estados Unidos y Europa teníamos claro que podíamos vivir de la música, fue una decisión fácil. Salir de nuestro país se había hecho complicado hasta entonces, incluso en lo burocrático y la renovación constante de visas, y los pasajes de avión a cualquier sitio eran mucho más baratos desde Estados Unidos. Por problemas de visados nos perdimos el primer Coachella, al que estábamos invitados. Éramos jóvenes, aún no teníamos familias propias… y además estaba el miedo al what if que dicen en Estados Unidos, o el «hubiera no existe» de los mexicanos: toda una vida pensando qué hubiera ocurrido. Era mejor probar, y volverse si fracasábamos.
Duele la tierra en la distancia, supongo, y más en el estado actual de las cosas.
Seguro. Nunca me desconecté, leo la prensa venezolana a diario, oigo las noticias… aunque no soy activo políticamente por convicción, no me gusta el presidente que tenemos, ni el que tuvimos, con su verbo violento y las ganas de separar a los venezolanos, de tratar al país como si fuese su hacienda personal. Muchos músicos venezolanos se han ido y muchos se quieren ir, allá no hay vida en el mundo del entretenimiento desde hace cuatro o cinco años, cada vez hay menos conciertos, nacionales o internacionales, no hay vida en casi ningún sector.
¿Cómo es trabajar con David Byrne? Lo han contado en muchas ocasiones, pero… hazlo una vez más, por favor.
Byrne compró el primer disco de Los Amigos, A Typical and Autoctonal Venezuelan Dance Band, en una tienda de Tower Records. Teníamos un amigo que lo había ido colocando en tiendas de toda la cadena. Él cuenta que cuando escuchó Dime, la tercera canción, ya estaba buscando nuestro contacto. En ese primer disco hay un error de edición: es de 1995 y pone 1985. Byrne alucinaba con que hubieran pasado diez años y nadie nos hubiera dado una oportunidad… en EMI Venezuela no nos querían renovar tras aquel primer disco porque no vendió mucho, así que Luaka Bop nos ofreció un contrato. Pudimos vivir la última época de oro de las disqueras, la de apuestas por alguien sin saber con precisión si iba a pegar o no… había toda una maquinaria para nosotros en América Latina, España, Francia… recuerdo que fuimos a la BBC en vivo en Londres, ya nunca volvimos tras aquella vez. La verdad es que hay opiniones encontradas con lo de ser independiente. Una mano lava la otra y las dos lavan la cara, decía mi abuela madrileña.
«Siempre hemos apostado por la coherencia entre música y mensaje, se trata de provocar una respuesta en el baile y el alma»
Pasó EMI, pasó Luaka Bop, pasó Nacional, ¿qué tal ahora con Lov/Recs? Todo bien. Con Cookman y Nacional, más reciente, queda la amistad y el respeto por su apreciación musical y visión de negocio, nos puso en valor en muchos sitios, y hace un gran trabajo con la escena alternativa de América Latina, no va a lo fácil. Con nuestro sello actual estamos muy contentos, trabajan muy bien y el año que viene sacaremos la nueva producción, El Paradise.
¿Disfrutas del relativo anonimato que tienes en Miami?
Sí, claro. Voy a la farmacia y al banco y estoy tranquilo, nunca he tenido problemas con lo de la popularidad siempre y cuando no hubiese faltas de respeto. Siempre me acuerdo de un cómico venezolano, que cuando le pedían un chiste decía «si fuese boxeador, ¿me pedirías un golpe en la mandíbula?». Quizá alguien quede decepcionado si me ve serio fuera del escenario, quizá esperaban que estuviese muerto de risa todo el rato, pero vaya… me tiene sin cuidado.
Dos décadas largas de actividad dan para mucho… ¿hasta cuándo seguirá la gozadera?
Nos toca seguir trabajando para que nuestro estilo de vida siga siendo el actual. No damos nada por seguro. Es más, me lanzo con un consejo para los jóvenes: esto es como cualquier otro trabajo, hay que hacer lo que hay que hacer. Y te tiene que gustar mucho, si no es así no sabes negociar los altos ni soportar los bajos.