De Tweety González –nacido bajo el nombre de Fabián González Amado a principios de los años 60 del siglo pasado– podemos decir algunas cosas. Que estudió música desde los cuatro años y ya a los diecisiete le interesó cómo se grababa esa música. Que el padre electricista lo llevó a crecer entre cables y tableros. Que una parte importante –importantísima– del rock argentino ha pasado por sus manos: Soda Stereo, Fito Páez, Gustavo Cerati. Y si todas esas cosas no bastaran, queremos decir que Tweety González cree firmemente en el talento de los jóvenes músicos de Latinoamérica y que, ahí fuera, en alguna parte, hay otro Cerati.
Participante en la tercera edición de AM-PM, América por su Música, en La Habana, quisimos preguntarle algunas cosas más.
«La producción llegó sola, naturalmente haciendo demos, y mi primer trabajo serio fue a mis veintiún años con el disco Giros, de Fito Páez, en 1985. Toqué con él hasta 1989, cuando me recluta Soda Stereo, con quienes estuve hasta el año 1997 en que se separan. En todo ese tiempo, en mis semanas libres, producía discos. En un lapso de doce años produje un promedio de dos discos por año, y luego me dediqué exclusivamente a producir y en 2010 abrí mi estudio. En total ya he trabajado en casi doscientos discos entre producir y tocar».
En entrevistas anteriores leí que tenías sentimientos encontrados con el sobrenombre de «el cuarto Soda», como te han llamado. ¿Por qué?
Soda Stereo siempre fue un trío, si bien mi colaboración hacía que sonara más que un trío, las decisiones eran más de la banda, en especial de Cerati. Para mí «el cuarto Soda» fue Adrián Taverna, su ingeniero de sonido en vivo de toda la carrera de la banda.
¿Cómo surge Twitin Records y qué has logrado con el sello hasta la fecha?
Surge por un mix de necesidad y oportunidad. La necesidad era que cada vez que terminaba de hacer un disco de un artista que no tenía sello y que estaba bueno, se hacía casi imposible encontrar alguien que quisiera editarlo y que además lo hiciera bien. Me pasó con el disco de Richard Coleman que produje artísticamente con él (y ejecutivamente con mi ex socio Jorge Klinoff), que terminó saliendo con un tipo que luego se descubrió que era un estafador… Eso ya fue el colmo.
Al poco tiempo apareció una oferta de The Orchard para que abriera un sello digital con su plataforma y como soy un apasionado de la Web desde hace más de dos décadas me encantó la idea y ahí nace Twitin Records.
A la vez, desde antes del sello, tengo un editorial que se llama Tornasolado Publishing, que armamos hace unos seis años y que es parte de la pretensión de que algún día la inversión hecha en Twitin retorne, cosa que hasta ahora no pasó.
Los logros para mí son más artísticos que comerciales; estoy orgulloso del catálogo y de los artistas que están en él. Tener, por ejemplo, un Hernán Jacinto que para mí es uno de los mejores pianistas de Latinoamérica, o a un Eric Mandarina que es único en lo suyo, es algo de un valor inmenso. Sumado al hecho de que ellos vinieron a mí porque les gustaba lo que habíamos hecho con el sello, es un honor.
«Entre 1989 y 1997 estuve con Soda Stereo. En todo ese tiempo, en mis semanas libres, producía discos. En un lapso de doce años produje un promedio de dos discos por año, y luego me dediqué exclusivamente a producir. En total ya he trabajado en casi doscientos discos»
Mirando tu trabajo, pudiera decirse que por tus manos ha pasado gran parte del rock argentino de los 80 hacia acá. ¿Qué hizo que el rock argentino se fundiera en un movimiento tan sólido, al punto de convertir en clásicos de esta parte del mundo a muchos de sus exponentes?
No lo sé con exactitud, muchas cosas… pero simplificando un poco la respuesta te diría que fue la música y por supuesto las letras. A finales de los 60 no había prácticamente rock en español, el haber sido los primeros en tenerlo puede ser una parte de la explicación. Para que tengas una idea, Muchacha ojos de papel, de Almendra, vendió medio millón de singles (gracias a que se usó en una propaganda de televisión), y eso disparó el éxito de la canción La balsa, de Los Gatos, temas que me marcaron para toda la vida. Pude diferenciar esa música de las demás que eran mucho más comerciales y livianas.
El rock nacional se hizo a fuego lento, pero constante, y hasta los 80 era muy contestatario, luego vino una época más pop, y en los 90 empezó a crecer lo que hoy llamamos «rock barrial» que para mí es rock and roll crudo con letras generalmente sociales y artistas con una puesta muy sencilla a nivel de imagen. Hoy hay un poco más de variedad en el under que en el mainstream del rock argentino, el cual a nivel masivo es bastante conservador y clásico. La excepción a eso es Cerati que siempre fue el rey de los modernos, nuestro David Bowie.
Hablando de Cerati, y de Fito Páez… ¿Cómo fue trabajar con esos grandes artistas?
Primeramente un honor, ya que los considero dos de los talentos más grandes de Latinoamérica. Cada uno en su mundo, porque por ejemplo, Fito es un tipo que de tecnología no entiende nada y compone desde el piano casi siempre, en cambio Gustavo era todo lo contrario, un mega fan de la tecnología y, sobre todo, de usar cosas nuevas todo el tiempo como fuente de inspiración.
En Fito esa falta de apego a los aparatos (porque en esa época no usábamos computadoras), hacía que mi papel fuera muy importante, porque desde muy chico yo era un nerd de los sampler, sequencer, midi, sintes, etc., incluso mucho más que ahora, y le aportaba una paleta de sonidos y conceptos muy grandes. Eso disparó que yo entrara a tocar con Soda porque les aportaba una mini Nasa auditiva a la banda, estamos hablando de 1989…
¿Qué debe tener un artista para que te interese como productor?
Originalidad, ser buen performer, excelentes canciones y ser muy trabajador. Eso es lo ideal, dentro de esas cuatro cualidades cada caso tiene porcentajes distintos de cada una.
¿Existe una fórmula personal para producir música en estos tiempos dominados por la tecnología?
No diría fórmulas porque es algo que no sé hacer y que no me gusta porque es como repetir, lo que sí tengo son algunos métodos de trabajo que voy adaptando a cada disco.
¿Qué retos tiene en la actualidad el productor en Latinoamérica?
El mayor problema que veo hoy es que hay más oferta de música que nunca, muchísima más que demanda, y se hace muy difícil ser «visible» en un mar de millones de canciones y artistas. Parece un pensamiento más de marketing o comercial, pero yo lo tengo en cuenta a la hora de empezar la producción, hablo un poco de esto con el artista y planteamos un poquito qué grado de «locura» queremos en el disco y otras cosas más, por ejemplo, qué tan «tocable en vivo» va a ser.
¿Expectativas con tu participación en AM-PM América por su música?
Muchísimas; no voy a Cuba desde hace veinticinco años, fui tres veces con Fito, y sé lo que el pueblo cubano lo ama y eso me da una alegría inmensa. Me interesa mucho ver la escena cubana y además encontrarme con colegas de toda la región, algunos amigos.
América por su Música es una plataforma de encuentro organizada por la Fábrica de Arte Cubano (FAC) para los profesionales de la música en América Latina, abierta al intercambio con personas de otras regiones que trabajan con la música del continente americano y la ayudan a crecer a través de su visibilización internacional. Cada año sus sesiones profesionales se enfocan en una profesión específica dentro de la industria de la música. En la edición de 2017, que se realiza entre el 12 y el 18 de junio, AM-PM el tema es Producción musical e ingeniería de sonido. A partir de allí se llevan a cabo una serie de entrevistas con destacados productores latinos que publicamos en Zona de Obras por cortesía de América por su Música.