Culturas contemporáneas de España y Latinoamérica a diario
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jueves 21 de noviembre de 2024
Arnaldo Antunes y su mujer Lu­cin­ha en 1999 – Foto: Bruno Galindo

Yo soy el Mutante

Arnaldo Baptista

Cuando se llevó a cabo esta entrevista en São Paulo, corría 1999 y Arnaldo Baptista no solía atender a la prensa. Gracias a un conocido en común pudimos entrar en la casa del cerebro del mítico grupo Os Mutantes y hacer una maravillosa nota que publicamos en el número 18 de Zona de Obras, en el marco de un extenso informe dedicado a Brasil. Aquí nuestro encuentro con el genio tropicalista hace más de veinte años.


#HemerotecaZdeO
Entrevista realizada en 1999 y publicada en el nº18 de Zona de Obras


 

Me­dia­no­che en la ciu­dad más caó­ti­ca y apa­sio­na­da­men­te vio­len­ta de Bra­sil, me­dia­no­che en São Pau­lo. Des­de aquí arri­ba –es­ta­mos en un pi­so quin­ce cer­ca del ba­rrio de Pin­hei­ros, en el co­ra­zón de la ciu­dad, si es que se pue­de de­cir que es­ta ciu­dad ten­ga uno– uno cree que lo ve to­do. Ar­nal­do Bap­tis­ta, miem­bro fun­da­dor del gran mi­to del rock bra­si­le­ño de los 70, Os Mu­tan­tes, su­be por el as­cen­sor en com­pa­ñía de su mu­jer. En­ton­ces Mi­chael, due­ño del pi­so, ex­ce­len­te bar­man, eru­di­to en mú­si­ca bra­si­le­ña y or­ga­ni­za­dor del en­cuen­tro ex­cep­cio­nal en­tre Zo­na de Obras y el mú­si­co (que no atien­de a la pren­sa, que vi­ve dis­cre­ta­men­te en el ve­ci­no es­ta­do de Mi­nas Ge­rais), nos ad­vier­te so­bre lo pe­cu­liar del per­so­na­je que es­tá a pun­to de en­trar. No es­pe­res a un ti­po cool, al tí­pi­co mú­si­co-le­yen­da de vuel­ta de to­do y con po­se re­sa­bia­da. Ol­vi­da las es­tam­pas psi­co­dé­li­cas del trío –Ar­nal­do, Ri­ta Lee (su es­po­sa en aque­llos tiem­pos) y Ser­gio Dias Bap­tis­ta (su her­ma­no)–, ol­vi­da esa ima­gen de es­tu­dian­tes en áci­do to­can­do con Gil­ber­to Gil en los mí­ti­cos días del tro­pi­ca­lis­mo. «Ar­nal­do es­tá…», in­for­ma con voz du­bi­ta­ti­va Mi­chael mien­tras la pan­ta­lla de cuar­zo lí­qui­do del as­cen­sor in­di­ca que ya ca­si es­tá aquí, «…bue­no, lo no­ta­rás en­se­gui­da».

Y en­ton­ces ter­mi­na la quí­mi­ca. Ar­nal­do tam­bién se va del gru­po; va a co­men­zar una ca­rre­ra en so­li­ta­rio tan po­co pro­lí­fi­ca co­mo lau­rea­da por los en­ten­di­dos y por las si­guien­tes ge­ne­ra­cio­nes de roc­ke­ros. Su LP Lo­ki sa­le en 1974; Sin­gin’ Alo­ne, en 1982. En­tre me­dias tra­ta de sui­ci­dar­se arro­ján­do­se des­de la ven­ta­na de uno de los nu­me­ro­sos hos­pi­ta­les psi­quiá­tri­cos que vi­si­ta en to­dos es­tos años. Se rom­pe ca­si to­do, in­clui­do al­go en la ca­be­za. Su her­ma­no Ser­gio se que­da en la ban­da, que si­gue en ac­ti­vo par­chea­da con dis­tin­tos mú­si­cos cu­ya ima­gi­na­ción y ca­ris­ma ja­más lle­gan a al­can­zar los de Ri­ta y Ar­nal­do. Mu­tan­tes aguan­ta va­rias for­ma­cio­nes has­ta que el nom­bre de­sa­pa­re­ce a fi­na­les de los 70.
Aho­ra, gra­cias a que Da­vid Byr­ne les ha lan­za­do la an­to­lo­gía World Psy­che­de­li­c Clas­sics: The Best of Os Mu­tan­tes / Everyt­hing Is Pos­si­ble y a que han si­do des­cu­bier­tos por Beck o Beas­tie Boys, la mo­der­ni­dad ha oí­do so­bre su ge­nia­li­dad y quie­re sa­ber so­bre ellos. Pe­ro aten­ción, es­ta­mos fren­te a la puer­ta de un as­cen­sor que es­tá a pun­to de abrir­se.

 

SAÕ PAULO, ANTOFAGASTA, PANAMÁ
En­tra Ar­nal­do con su es­po­sa, la dul­ce Lu­cin­ha. Su ri­sa flo­ja y gan­go­sa, su por­te in­fan­til ca­si de ton­to del pue­blo y su pin­ta de alu­na­do te de­jan a cua­dros. Pron­to caes en la cuen­ta de que las úni­cas fo­tos del Mu­tan­te que se ven por ahí per­te­ne­cen a su ju­ven­tud; no abun­dan las fo­tos pos­te­rio­res al ac­ci­den­te. Quién es­tá pre­pa­ra­do pa­ra des­cu­brir que el pia­nis­ta pro­di­gio de pop tro­pi­ca­lis­ta de fi­na­les de los 60 y los 70, que uno de los gran­des pio­ne­ros del rock bra­si­le­ño, es­tá tan… tan da­ña­do. Pi­de whisky con mu­cho hie­lo, en­cien­de el pri­mer ci­ga­rri­llo de una ca­je­ti­lla nue­va que de­sa­pa­re­ce­rá an­tes de una ho­ra, ex­pe­le una tos po­dri­da y se ani­ma a ha­blar en es­pa­ñol. En sus re­cuer­dos, Ar­nal­do apa­re­ce en Chi­le.

– ¿An­to­fa­gas­ta has dicho?
– Sí, en Chi­le. Cru­cé el de­sier­to de Ata­ca­ma. Es­tu­ve via­jan­do du­ran­te nue­ve me­ses en mo­to con un ami­go. Hi­ci­mos 30.000 ki­ló­me­tros. Él lle­gó has­ta Ca­na­dá, yo me que­dé en Pa­na­má. Re­cuer­do que allá ha­bía un ale­mán, que yo te­nía un pro­ble­ma con mi mo­to y él la arre­gló. Él con­du­cía un re­mol­ca­dor y me pre­gun­tó, ¿quie­res con­du­cir­lo? Y yo di­je que sí y me de­jó. Fue ma­ra­vi­llo­so. Eso fue lo que más me gus­tó de to­do el via­je: Pa­na­má. Tam­bién me gus­tó mu­cho Ecua­dor: Qui­to, Gua­ya­quil.

– ¿Por qué te que­das­te en Pa­na­má si tu com­pa­ñe­ro se­guía has­ta Ca­na­dá?
– Yo ha­bía gra­ba­do es­te LP lla­ma­do Di­vi­na co­me­dia y te­nía que es­tar aquí por el lan­za­mien­to, en­ton­ces vol­ví. Mi ami­go fue has­ta Ca­na­dá. He, he, fue in­te­re­san­te.

– ¿Qué mo­to te­nías?
– Una BMW 650.

Ar­nal­do con­fie­sa sen­tir­se más a gus­to co­mu­ni­cán­do­se en in­glés o por­tu­ñol. «Con Mu­tan­tes gra­ba­mos una can­ción que se lla­ma Can­tor de mam­bo. La gen­te de­cía que la len­gua era por­tu­ñol. He he». Cho­ca­mos los va­sos por pri­me­ra vez y el ex Mu­tan­te ex­pli­ca a qué se de­di­ca úl­ti­ma­men­te. «Ten­go un es­tu­dio en ca­sa don­de ha­go tra­ba­jos de pin­tu­ra y de mú­si­ca. Ha­go lo si­guien­te: ten­go un gra­ba­dor con va­rios ca­na­les; en­ton­ces gra­bo ba­te­ría en un ca­nal, des­pués con­tra­ba­jo en otro y así pue­do ha­cer un dis­co en­te­ro yo so­li­to. Es­tá sien­do bue­no en ese sen­ti­do, es­toy atra­ve­san­do eta­pas de crea­ti­vi­dad que no co­no­cí con Os Mu­tan­tes. Co­mo to­car la ba­te­ría. Es di­fí­cil gra­bar ba­te­ría: cuan­do la to­cas de­lan­te de un mi­cró­fo­no, re­vien­ta to­do. Hay que usar com­pre­so­res, li­mi­ta­do­res, ex­pan­so­res, tran­sis­to­res… Es­toy en­tran­do en un mun­do nue­vo con el sen­ti­do de ex­plo­rar. Y me es­tá sa­lien­do muy bien».

Mi­chael in­ter­vie­ne pa­ra ex­pli­car que ha­ce un par de días se pro­du­jo en es­ta mis­ma ca­sa un en­cuen­tro sin­gu­lar. En el es­tu­dio que tie­ne en la ha­bi­ta­ción de al la­do –don­de ha re­gis­tra­do gra­ba­cio­nes con miem­bros de los Ro­lling Sto­nes y al­gu­nos as­tros del blues co­mo Buddy Guy: hay fo­tos de to­dos ellos que lo ates­ti­guan– se pro­du­jo el reen­cuen­tro mu­si­cal con su her­ma­no, el Mu­tan­te Ser­gio Dias Bap­tis­ta. Ar­nal­do: «Oh, sí, ha­cía mu­cho tiem­po que no nos veía­mos. Pa­sa­ron co­sas. Él via­jó pa­ra Es­ta­dos Uni­dos, se ca­só allá y creo que se se­pa­ró ha­ce unos diez años. En­ton­ces él vi­no pa­ra acá y to­ca­mos. Fue muy gus­to­so. Ha­cía tan­to tiem­po que no lo ha­cía­mos…».

– ¿Qué to­cas­teis?
– No me acuer­do. Es­tá gra­ba­do. Ah, sí, If You Ever. Una que di­ce… “If you ever chan­ge chan­ge your mind/For lea­ving me be­hind/Oh bring it back ho­me to me…”.

– ¿De quien es?
– Creo que de Ani­mals. Y otra de Billy Pres­ton, Bright Light, Big City: “Bright light, bum bum/Big city/That’s what my baby says…”. Ser­gio to­có to­das es­tas can­cio­nes que a mí tan­to me gus­tan. Fue­ron co­mo cin­co más. Fue una ex­pe­rien­cia ma­ra­vi­llo­sa. Ha­cía tan­to tiem­po…

– ¿Re­pe­ti­reis?
– Oh, sí. Aho­ra se ha com­pra­do una ca­sa aquí en Bra­sil y me ha in­vi­ta­do. Me voy a acer­car.

– ¿Te gus­ta­ría gra­bar un dis­co con él?
– La gen­te aún no sa­be na­da de es­tos en­cuen­tros. Ne­ce­si­ta­ría­mos un te­cla­do, una ba­te­ría, un con­tra­ba­jo, pa­ra for­mar una ban­da con Ser­gio. No sé si él va a que­rer ha­cer­lo. Es­toy es­pe­rán­do­le.

 

TODO ES POSIBLE: EL REDESCUBRIMIENTO DE LOS DELICIOSOS MUTANTES
– En la an­to­lo­gía que ha edi­ta­do Lua­ka Bop hay un tex­to de Da­vid Byr­ne don­de pre­sen­ta aque­llas can­cio­nes que hi­cis­teis ha­ce tres dé­ca­das, a las nue­vas ge­ne­ra­cio­nes. De­fi­nía la mú­si­ca de Mu­tan­tes co­mo un cru­ce en­tre la psi­co­de­lia, los Bea­tles y John Ca­ge. ¿Te iden­ti­fi­cas con esas se­ñas?
– Ah, sí, que in­te­re­san­te. No­so­tros, que he­mos na­ci­do aquí, no sa­be­mos co­mo le lle­ga la mú­si­ca de Mu­tan­tes al res­to del mun­do. Si un in­glés vie­ne a Bra­sil a to­car sam­ba, pues es un po­co ex­tra­ño, ¿no? El bra­si­le­ño que to­ca rock tam­bién es me­dio ex­tra­ño. Y en­ton­ces yo me pre­gun­to, ¿co­mo en­tra nues­tra mú­si­ca? Sí, es me­dio psi­co­dé­li­ca, me­dio Bea­tles, me­dio Bee Gees… Va­mos a es­pe­rar a ver co­mo fun­cio­na, si la gen­te lo com­pra mu­cho o no. Es tan di­fí­cil de­cir qué va fun­cio­nar… por­que a ve­ces las co­sas fun­cio­nan en un la­do y en el otro no.

– La an­to­lo­gía re­mar­ca el he­cho de que el re­per­to­rio ha si­do apro­ba­do per­so­nal­men­te por los miem­bros de la ban­da. ¿Có­mo fue el pro­ce­so de se­lec­ción?
– Ah, sí. Co­mo so­mos va­rias per­so­nas los gus­tos a ve­ces cam­bian, pe­ro creo que fue el re­sul­ta­do que a to­dos nos gus­tó más. Nos lla­ma­ron, sí. Eso no fue co­sa de Da­vid Byr­ne si­no de la gra­ba­do­ra. Él es el gra­ba­dor, yo soy el Mu­tan­te. La voz del pue­blo siem­pre es la que eli­ge, más que los pro­duc­to­res y los mú­si­cos. La vox po­pu­li, la me­dia, la que más aprue­ba y más sa­be ge­ne­ral­men­te.

 

«Pien­so que la Hu­ma­ni­dad atra­vie­sa hoy la Edad Íg­nea: to­do lo que el hom­bre apren­dió a ha­cer sin fue­go des­pués apren­dió a ha­cer­lo con fue­go. Aho­ra tie­ne que apren­der a ha­cer­lo con elec­tri­ci­dad so­lar. Co­ches eléc­tri­cos. La ener­gía so­lar es gra­tis y no cau­sa po­lu­ción. Es­toy de­fen­dien­do un po­co eso con mi obra»

 

– El tex­to ter­mi­na di­cien­do: “la mú­si­ca de Os Mu­tan­tes vuel­ve a la vi­da”. ¿Qué te su­gie­re eso?
– Ah, in­te­re­san­te. He leí­do en al­gún lu­gar que no­so­tros so­mos atrac­ti­vos pa­ra la gen­te, que una per­so­na lle­ga a una tien­da, nos es­cu­cha y nos ve y le en­tra nues­tro es­ti­lo de pri­me­ra. Tal vez sea así, ¿pue­des creer­lo? Va­mos a ver el re­sul­ta­do. Yo pin­té re­cien­te­men­te una por­ta­da de un dis­co re­co­pi­la­to­rio que ha sa­li­do en un CD lla­ma­do Tro­pi­ca­lia…

– Há­bla­me de tu pin­tu­ra. ¿Qué te gus­ta pin­tar?
– Ah, in­te­re­san­te. ¿Pue­des creer­lo? Yo es­ta­ba di­cien­do que la mú­si­ca a ve­ces sa­le bien y a ve­ces no. Con la pin­tu­ra es igual. Yo pin­to ca­mi­se­tas. Y a ve­ces pien­so: es­ta es una por­que­ría… y re­sul­ta que es la que se ven­de más ca­ra. Una vez vi a seis per­so­nas y to­dos de­cían: “la quie­ro, la quie­ro, la quie­ro”. Y era la que yo odia­ba. Es di­fí­cil te­ner un gus­to, pe­ro es­tá bien.

– ¿Qué te ins­pi­ra cuan­do pin­tas tus ca­mi­se­tas?
– Ah, in­te­re­san­te. A ca­da ho­ra ten­go una ins­pi­ra­ción. Un co­che en la ca­lle, un pe­lo. Me ins­pi­ra una rue­da, por ejem­plo. Voy pro­ce­san­do y me ins­pi­ro.

– ¿Tie­nes un te­ma fa­vo­ri­to, una téc­ni­ca…?
– Ah, in­te­re­san­te. Sí. Téc­ni­ca no ten­go en es­pe­cial. Co­mo te­ma yo pien­so al­go muy pro­fun­do, aun­que pue­de que me equi­vo­que. Pien­so que la Hu­ma­ni­dad atra­vie­sa hoy la Edad Íg­nea: to­do lo que el hom­bre apren­dió a ha­cer sin fue­go des­pués apren­dió a ha­cer­lo con fue­go. Aho­ra tie­ne que apren­der a ha­cer­lo con elec­tri­ci­dad so­lar. Co­ches eléc­tri­cos. La ener­gía so­lar es gra­tis y no cau­sa po­lu­ción. Es­toy de­fen­dien­do un po­co eso con mi obra.

– Ha­ce fal­ta que más gen­te pien­se co­mo tú.
– Vas a ver.

 


¡Atención! In­te­resan­te in­form­ación que aporta por co­rreo elec­tró­ni­co David Byr­ne el 13/9/99, un mes des­pués de esta en­tre­vista:
“Es­ta an­to­lo­gía te­nía que ha­ber si­do un dis­co do­ble, in­clu­yen­do el dis­co de Mu­tan­tes que que­dó iné­di­to: Tecni­co­lor, que fue gra­ba­do en Pa­rís, en áci­do, creo. Son bá­si­ca­men­te ver­sio­nes de sus pro­pias can­cio­nes, al­gu­nas re­gra­ba­das en in­glés, que ha­brían ser­vi­do co­mo una in­tro­duc­ción adi­cio­nal pa­ra los an­glos de aquí [Da­vid te­clea des­de sus ofi­ci­nas en Man­hat­tan]. Pe­ro ha­cer cual­quier co­sa con Bra­sil aquí sue­le ser arries­ga­do, y es­ta edi­ción se ca­yó en el úl­ti­mo mi­nu­to (¡in­clu­so ha­bía­mos he­cho la mas­te­ri­za­ción y la por­ta­da del dis­co!)”.


 

DÍAS DE TROPICALISMO Y DE ‘POCO CONTACTO’
– Ya que em­pe­za­bas a ha­blar del tro­pi­ca­lis­mo. ¿Có­mo re­cuer­das esos tiem­pos?
– Fue in­te­re­san­te, muy in­te­re­san­te. No­so­tros vi­vía­mos aquí en São Pau­lo, pe­ro Gil­ber­to Gil y Cae­ta­no Ve­lo­so vi­vían en Ba­hía, que es muy se­ca, muy di­fe­ren­te. São Pau­lo es más Nue­va York y Ba­hía es más cam­po. Ellos vi­nie­ron y se que­da­ron en un ho­tel. Yo me en­con­tré con ellos. Ellos tie­nen una crea­ti­vi­dad de al­ma tan pro­fun­da… Yo era un po­co más tec­no­ló­gi­co. En­ton­ces hi­ci­mos una fu­sión poé­ti­ca y rús­ti­ca con el tec­no­ló­gi­co pau­lis­ta. El re­sul­ta­do fue la Tro­pi­ca­lia.

– ¿Cuál fue pa­ra ti el mo­men­to crea­ti­va­men­te más bri­llan­te de es­te mo­vi­mien­to?
– Ten­go la im­pre­sión de que fue la pri­me­ra vez en que to­ca­mos con Gil­ber­to Gil Do­min­go no Par­que, el pri­mer fes­ti­val, en la TV Tu­pi. Em­pe­za­mos a pe­gar el pú­bli­co gran­de con Mu­tan­tes en ese fes­ti­val. Fue im­por­tan­te. En el 67, más o me­nos.

– ¿Fue el tro­pi­ca­lis­mo el úl­ti­mo mo­vi­mien­to cul­tu­ral de im­por­tan­cia en Bra­sil?
– No. Es di­fí­cil pen­sar al res­pec­to, pe­ro ten­go la im­pre­sión de que des­pués, la tro­pi­ca­lia pa­só a ser más in­ter­na­cio­nal y punk, cuan­do pre­ci­sa­men­te te­nía que ser Bra­sil. Vi­no la glo­ba­li­za­ción y la tro­pi­ca­lia se ha que­da­do co­mo Yes o Ge­ne­sis: más glo­ba­li­za­do.

– ¿Y qué opi­nas del man­gue bit, el mo­vi­mien­to de rock nor­des­ti­no ini­cia­do por ban­das co­mo Chi­co Scien­ce & Na­çao Zum­bi?
– No he es­cu­cha­do mu­cho. Me gus­ta Mes­tre Am­bro­sio. Pe­ro no me acuer­do muy bien par­ti­cu­lar­men­te de al­gu­no… A ve­ces hay al­go que me en­tu­sias­ma.

«Pre­gún­ta­le co­sas del pa­sa­do», in­di­ca Lu­cin­ha con dul­zu­ra. «De aho­ra no sa­be mu­cho».

– ¿Cuán­do em­pie­za y ter­mi­na la ca­rre­ra de Mu­tan­tes ofi­cial­men­te?
– Yo creo que en 67 o 68 y que ter­mi­na… no con­si­go re­cor­dar. 84… Lu­cin­ha es la que sa­be.

 

«No­so­tros vi­vía­mos aquí en São Pau­lo, pe­ro Gil­ber­to Gil y Cae­ta­no Ve­lo­so vi­vían en Ba­hía, que es muy se­ca, muy di­fe­ren­te. São Pau­lo es más Nue­va York y Ba­hía es más cam­po. Ellos vi­nie­ron y se que­da­ron en un ho­tel. Yo me en­con­tré con ellos. Ellos tie­nen una crea­ti­vi­dad de al­ma tan pro­fun­da… Yo era un po­co más tec­no­ló­gi­co. En­ton­ces hi­ci­mos una fu­sión poé­ti­ca y rús­ti­ca con el tec­no­ló­gi­co pau­lis­ta. El re­sul­ta­do fue la Tro­pi­ca­lia»

 

– ¿A ti te gus­ta­ría que el gru­po vol­vie­ra a jun­tar­se?
– Eso es un po­co di­fí­cil. Mi­ra a Yes: tu­vie­ron tan­tos pia­nis­tas… Con Mu­tan­tes pa­sa igual: tu­vie­ron mu­chos ba­te­ris­tas, con­tra­ba­jis­tas… El úni­co gui­ta­rris­ta fue Ser­gio… Si al­can­zá­ra­mos un acuer­do pa­ra vol­ver a reu­nir­nos tal vez fun­cio­na­ra. Yo aún no es­toy en si­tua­ción de so­ñar es­to. Es­toy bas­tan­te vol­ca­do en mi ca­rre­ra co­mo so­lis­ta. Pe­ro ten­go mi es­pe­ran­za en el CD de Mu­tan­tes que va a sa­lir, Tec­ni­co­lor. Es­ta­mos es­pe­ran­do an­sio­sa­men­te. Ese dis­co lo gra­ba­mos ha­ce vein­te años en Eu­ro­pa, en Pa­rís. En cin­co len­guas más o me­nos, fran­cés, in­glés, por­tu­gués, es­pa­ñol… Aho­ra han des­cu­bier­to el ál­bum y lo van a sa­car. Es­ta­mos es­pe­ran­do.

– ¿Y cuál fue el mo­men­to crea­ti­va­men­te más in­te­re­san­te de Mu­tan­tes?
– Yo creo que ese LP, Techni­co­lor. Creo que fue la me­jor co­sa que hi­ci­mos.

– ¿Y qué mú­si­ca te gus­ta es­cu­char aho­ra?
– Dia­na Ross, Jeth­ro Tull y Mi­ke Old­field.

– To­do muy di­fe­ren­te.
– Sí, he, he.

– ¿Y tus ado­ra­dos Bea­tles? ¿Cuál es tu dis­co pre­di­lec­to de los Bea­tles?
Rub­ber Soul.

– Pen­sé que ibas a de­cir el ál­bum blan­co.
– Es que yo no te­nía mu­cho con­tac­to en esa épo­ca.

Sue­na pre­ci­sa­men­te Tec­ni­co­lor: Ar­nal­do ha traído su co­pia. Lle­na­mos los va­sos. «Así co­mo Sar­gent Pep­per dio aber­tu­ra a la psi­co­de­lia, Rub­ber Soul fue Li­ver­pool pu­ro. Yo te­nía un ami­go que te­nía un za­pa­to de go­ma y le de­cía Rub­ber [go­ma en es­pa­ñol] Sue­la», aña­de Ar­nal­do en­tre es­pas­mos de ri­sa. «La pri­me­ra pa­la­bra que yo apren­dí en es­pa­ñol fue go­me­ría, que en por­tu­gués se di­ce bo­rra­cha­ria, he he… Pe­ro a Es­pa­ña no fui­mos nun­ca». ¿Es­cu­cha el mú­si­co sus vie­jos dis­cos? «No fre­cuen­te­men­te. Real­men­te es­cu­cho muy bien a Mu­tan­te en so­le­dad. Es muy di­fí­cil que uno ha­ga un LP y vuel­va a es­cu­char ese tra­ba­jo. Al me­nos yo soy así, ca­da per­so­na tie­ne su pro­pia ma­ne­ra… Yo ten­go la idea de in­ci­ne­rar la mú­si­ca». Se oye una ver­sión en in­glés de An­do meio des­li­ga­do, tí­tu­lo que pa­re­ce alu­dir a la fal­ta de con­tac­to de la que ha­bla­ba Ar­nal­do, cuan­do de re­pen­te se es­cu­cha un re­loj de cu­co con tan­ta su­ti­le­za que pa­re­ce ha­ber­se co­la­do en la gra­ba­ción de aquel Tech­ni­co­lor.

– No que­da­ba tan ra­ro ese re­loj de cu­co en la can­ción: las gra­ba­cio­nes de Mu­tan­tes de­rro­chan ima­gi­na­ción en el te­rre­no del so­ni­do.
– Creo que sí. Bas­tan­te. Pro­fun­da­men­te. To­dos en Mu­tan­tes te­nía­mos con mu­cho res­pe­to ha­cia el te­ma del au­dio. Vál­vu­las, tran­sis­to­res, gib­sons, fen­ders, ric­ken­bac­kers, ha­bía mu­chas co­sas de las que con­ver­sar pa­ra lle­gar a un to­tal, de­mo­crá­ti­ca­men­te.

 

FANS ILUSTRES
– Di­ce Mi­ke D, uno de los Beas­tie Boys, que es un gran fan de Mu­tan­tes.
– No sa­bía… No los co­noz­co. El que me es­cri­bió una car­ta di­cien­do có­mo le gus­ta­ban Mu­tan­tes era Kurt Co­bain. Ima­gí­na­te, Mu­tan­tes so­nan­do ahí en Áfri­ca…

– ¿Có­mo en Áfri­ca?
– Él vi­vía ahí, creo. ¿Lu­cin­ha dón­de vi­vía?
– En Seat­tle [con­tes­ta su mu­jer].
– Ah, Seat­tle. Pues en­ton­ces no es Áfri­ca. Me he de­ja­do lle­var. Pe­ro que él co­no­cie­ra a Mu­tan­tes es in­te­re­san­te. Él es­cri­bió una car­ta an­tes de ma­tar­se. Es­tu­vo en Bra­sil y le de­jó a al­guien di­ne­ro pa­ra que le com­pra­ra to­da la co­lec­ción de Mu­tan­tes. Yo le jun­té to­dos los dis­cos en vi­ni­lo pe­ro no me dio tiem­po a man­dár­se­los por­que se ha­bía ido… Y me man­dó un men­sa­je por es­cri­to. Co­mo la pren­sa lo mez­cló to­do se di­jo que la úl­ti­ma car­ta de su vi­da me la ha­bía man­da­do a mí. Que me ha­bía man­da­do su tes­ta­men­to.

Arnaldo Baptista Nota Kurt Cobain

– ¿Te gus­ta­ba Nir­va­na?
– No les co­no­cía muy bien. Les co­no­cí más des­pués. El que vino a verme fue el hijo de John Lennon [Sean, hijo del beatle y de Yoko Ono]. Me dijo que Mutantes eran una de sus influencias y me preguntó cual eran las mías. Y yo le contesté: tu padre.

 

«Antes de matarse, Kurt Cobain, que era fan de Mutantes me escribió una carta. Co­mo la pren­sa lo mez­cló to­do se di­jo que la úl­ti­ma car­ta de su vi­da me la ha­bía man­da­do a mí. Que me ha­bía man­da­do su tes­ta­men­to»

 

– ¿Qué más co­sas te in­te­re­san, Ar­nal­do?
– Apar­te del so­ni­do me gus­tan mu­cho las má­qui­nas, co­mo la mo­to­ci­cle­ta o el au­to­mó­vil. Una co­sa que me ins­pi­ra mu­cho, aun­que a ve­ces es di­fí­cil, es la fí­si­ca. Tam­bién me in­te­re­so mu­cho por los pla­ti­llos vo­lan­tes. Yo es­tu­dio mu­cho la ma­ne­ra en que le­vi­tan en el ai­re. Pien­so al res­pec­to del mag­ne­tis­mo, con ima­nes, por ejem­plo, a tra­vés de la idea del caos. La atrac­ción mag­né­ti­ca del pe­so o gra­vi­tons. La hu­ma­ni­dad con­si­gue ha­cer el caos y eli­mi­nar­lo con su­per­con­duc­to­res, pe­ro no con gra­vi­tons to­da­vía, qui­zás más tar­de lo ha­ga co­mo los pla­ti­llos vo­lan­tes. A ve­ces yo voy muy de­pri­sa. He crea­do una fór­mu­la fí­si­ca:

T = M > C

…don­de T es tiem­po, M es ma­sa y C es la ve­lo­ci­dad de la luz. En­ton­ces yo pien­so que en la luz hay ma­te­ria. En­ton­ces si T es tiem­po y uno va más rá­pi­do que la luz, uno con­si­gue ul­tra­pa­sar el tiem­po. En­ton­ces, por ejem­plo, si gi­ra­mos la tie­rra a 2000 años luz, Cris­to es­tá vi­vo allá, en ma­te­ria. Pien­so co­mo mo­ver­me has­ta allí en un via­je tem­po­ral. Yo pien­so a ve­ces en crio­ge­ni­zar­me has­ta el día en que la ve­lo­ci­dad de la luz sea ul­tra­pa­sa­da. He lle­ga­do a cons­truir en mi ca­sa un gi­ros­co­pio pa­ra ha­cer la prue­ba. Pe­ro no ha fun­cio­na­do, es muy tem­pra­no to­da­vía.

– ¿Eres re­li­gio­so?
– No mu­cho. Mi ma­dre era ca­tó­li­ca, pe­ro yo no. Creo en mí mis­mo y en to­dos no­so­tros.

 

MÁS SOBRE MUTANTES
– ¿Co­mo os re­par­tíais la com­po­si­ción de las can­cio­nes en el gru­po? ¿Co­mo es­cri­bíais?
– Bus­cá­ba­mos ideas mien­tras lle­ga­ba la ins­pi­ra­ción má­xi­ma. Mo­men­tos, co­mo lo de la rue­da y la ca­mi­se­ta. Yo ha­cía la par­te del me­dio: la ar­mo­nía y el rit­mo, co­mo si fue­ra el re­lle­no de la mú­si­ca. Pe­ro las ideas ve­nían igual­men­te de Ri­ta y de Ser­gio. Yo era más bien el que ha­cía la ar­mo­nía. O sea, ca­si to­do el tra­ba­jo.

– ¿Te­níais la dis­ci­pli­na de sen­ta­ros a tra­ba­jar o es­pe­rá­bais la ins­pi­ra­ción?
– Yo dia­ria­men­te es­tu­dio pia­no, te­cla­do, con­tra­ba­jo, gui­ta­rra, ba­te­ría: to­do. Pe­ro es dis­tin­ta la mú­si­ca en sí, o sea la crea­ción, de la in­ter­pre­ta­ción. Pa­rar pa­ra com­po­ner era di­fí­cil. A ve­ces la ins­pi­ra­ción ve­nía un día que veía­mos a una chi­ca lin­da o es­cu­chá­ba­mos un mú­si­co muy bue­no. En­ton­ces ocu­rría. Aho­ra es muy di­fí­cil que ocu­rra esa ins­pi­ra­ción.

– ¿Con qué fre­cuen­cia es­cri­bes aho­ra?
– Sí, sí. Ah, in­te­re­san­te. Pen­sé en eso hoy, mien­tras veía a un mú­si­co en la TV. La mú­si­ca que te­ne­mos en la ca­be­za du­ran­te me­ses nun­ca es la me­jor. A ve­ces la me­jor sa­le en un mo­men­to, vas al pia­no y la com­po­nes, creo que a ve­ces es así. Es im­po­si­ble que la ins­pi­ra­ción sea aho­ra. A ve­ces nos ins­pi­ra­mos por un mo­men­to y no sa­be­mos por qué. Lle­ga, ocu­rre.

– ¿To­mas al­go pa­ra ins­pi­rar­te?
– Va­ría mu­cho. Siem­pre lle­ga­mos a un pun­to don­de a no­so­tros los mú­si­cos la men­te se nos de­sen­vuel­ve; en­ton­ces las emo­cio­nes pa­san a ser más fuer­tes. Pe­ro de­pen­de, un día es la be­bi­da, otro es un ci­ga­rro, otro día no es na­da. Es di­fí­cil te­ner la ins­pi­ra­ción. Pe­ro el vi­no es bue­no. Vi­no, whisky, no ten­go pre­fe­ren­cias.

– ¿Dro­gas?
– No siem­pre pe­ro a ve­ces sí to­ma­ba.

– ¿LSD?
– Sí. Y grass.

– ¿Re­cuer­das al­gún mo­men­to alu­ci­nan­te que de­vi­nie­ra del uso de las dro­gas?
– No, no me acuer­do. Fue una co­sa que des­pa­cio se iba de­sa­rro­llan­do. Nun­ca hu­bo un pun­to má­xi­mo. Ni una dro­ga en es­pe­cial. Hu­bo mo­men­tos. No siem­pre te­nía­mos las dro­gas a ma­no. En las his­to­rias se di­ce “I can’t get enough of hot stuff”. No es así. De­pen­día­mos de mu­chos ami­gos y co­no­ci­dos que nos pro­veían pa­ra agi­tar la men­te en los mo­men­tos de ins­pi­ra­ción.

– ¿Al­gu­na vez te has de­ci­di­do a es­cri­bir poe­sía, co­mo ha he­cho el ex Ti­tãs Ar­nal­do An­tu­nes?
– Ten­go cin­co li­bros pe­ro na­die los ha edi­ta­do aún. Son más de cien pá­gi­nas. Yo es­pe­ro. Mi pa­pá era poe­ta. Es­cri­bió cua­tro li­bros. Es­cri­bía dia­ria­men­te una poe­sía en el pe­rió­di­co O Día. Mi ma­dre fue la pri­me­ra mu­jer del mun­do que es­cri­bió un con­cier­to pa­ra pia­no y or­ques­ta clá­si­co. To­có en Vie­na. Mi pa­dre era po­lí­ti­co, poe­ta y te­nor tam­bién. Fa­mi­lia de ar­tis­tas.

 

SUENA UN SITAR EXTRAÑO
– Tu ex mu­jer Ri­ta Lee ha de­sa­rro­lla­do una ca­rre­ra de éxi­to co­mo so­lis­ta. ¿Man­tie­nes con­tac­to con ella?
– A ve­ces. No mu­cho. Ella fue a Mi­nas Ge­rais, don­de yo vi­vo, a Juiz de Fo­ra. Yo creo que el juez es­ta­ba de va­ca­cio­nes en es­ta ciu­dad, por eso le pu­sie­ron ese nom­bre. Ella fue allá con su show pe­ro no fue mu­cho el con­tac­to. Nos en­con­tra­mos y ella di­jo co­sas ma­las de unos ami­gos míos. El ene­mi­go de mi ami­go es mi ene­mi­go. Y el ami­go de mi ami­go es mi ami­go tam­bién. En­ton­ces yo pa­ré por un ra­ti­to. A ve­ces nos en­con­tra­mos. Pe­ro yo me aca­bo de reen­con­trar con mi her­ma­no, que es más im­por­tan­te. Con Ser­gio no ha cam­bia­do na­da, nos en­ten­de­mos muy bien con la mú­si­ca. Yo no cam­bio mu­cho en la mú­si­ca pe­ro creo que el mú­si­co es un hom­bre que de­pen­de mu­cho del ins­tru­men­to que usa. Un ejem­plo: los co­rre­do­res de mo­to­ci­clis­mo. Uno usa Ya­ma­ha; otro usa Har­ley Da­vid­son: son per­so­nas dis­tin­tas. Yo por ejem­plo uti­li­zo Gib­son. En Mu­tan­tes nun­ca uti­li­cé Gib­son. En­ton­ces yo soy dis­tin­to aho­ra. En Mu­tan­tes yo tam­po­co to­ca­ba ba­te­ría. Aho­ra pue­do to­car­la; ten­go en ca­sa una Lud­wig. Es­toy sa­tis­fe­cho, he he. To­dos los ba­te­ris­tas to­can con un pie el bass drum y con el otro los cym­bals. Yo pue­do ha­cer­lo con dos bass drums y dos cym­bals: am­bi­des­tría. Pe­ro en el pia­no yo no pue­do ha­cer lo mis­mo. Yo soy zur­do pe­ro no lo soy cuan­do to­co la gui­ta­rra. Co­mo Hen­drix y Paul Mc­Cart­ney. No sé por qué.

El ex Mu­tan­te in­cli­na la bo­te­lla en va­no: ape­nas que­dan unas go­tas que caen en su va­so don­de na­ve­ga el hie­lo. La agi­ta, pe­ro no hay na­da que ha­cer. To­se y ríe. Lle­ga otra bo­te­lla. Por ca­sua­li­dad es­tá so­nan­do una de las can­cio­nes más con­mo­ve­do­ras de Mu­tan­tes, Ba­la­da de lou­co, que en los 80 can­tó otro gran freak bra­si­le­ño, Raul Sei­xas. Es­ta en­tre­vis­ta se cie­rra con los ver­sos ori­gi­na­les de es­ta jo­ya que es­cri­bie­ron Ri­ta Lee y Ar­nal­do. Na­da me­jor pa­ra en­ten­der y que­rer a sus au­to­res. So­bre to­do a Ar­nal­do Dias Bap­tis­ta.

Di­zem que sou lou­co
Por pen­sar as­sim
Se es sou mui­to lou­co por eu ser fe­liz
Mas lou­co é quem me diz
E não é fe­liz, não é fe­liz

Se eles são bo­ni­tos, sou Alain De­lon
Se eles são fa­mo­sos, sou Na­po­leão
Mas lou­co é quem me diz
E não é fe­liz, não é fe­liz

Eu ju­ro que é mel­hor
Não ser o nor­mal
Se eu pos­so pen­sar que Deus sou eu

Se eles têm três ca­rros, eu pos­so voar
Se eles re­zam mui­to, eu já es­tou no céu
Mas lou­co é quem me diz
E não é fe­liz, não é fe­liz

Eu ju­ro que é mel­hor
Não ser o nor­mal
Se eu pos­so pen­sar que Deus sou eu

Sim sou mui­to lou­co, não vou me cu­rar
Já não sou o úni­co que en­con­trou a paz
Mas lou­co é quem me diz
E não é fe­liz, não é fe­liz
Eu so fe­liz

(Di­cen que soy lo­co / Por pen­sar así / Sí yo soy muy lo­co por ser fe­liz / Más lo­co es quien me lo di­ce / Y no es fe­liz, no es fe­liz (…) Si ellos son gua­pos, yo soy Alain De­lon / Si ellos son fa­mo­sos, yo soy Na­po­león / Más lo­co es quien me lo di­ce / Y no es fe­liz, no es fe­liz (…) Yo ju­ro que es me­jor / No ser nor­mal / Si pue­do pen­sar que soy Dios (…) Si ellos tie­nen tres co­ches, yo pue­do vo­lar / Si ellos re­zan mu­cho yo ya es­toy en el cie­lo / Más lo­co es quien me di­ce / Y no es fe­liz, no es fe­liz (…) Yo ju­ro que es me­jor / No ser nor­mal / Si pue­do pen­sar que soy Dios (…) Si, es­toy muy lo­co, no me voy a cu­rar / Yo no soy el úni­co que en­con­tró la paz / Más lo­co es quien me lo­ di­ce / Y no es fe­liz / Yo soy fe­liz).


 

DISCOGRAFÍA
Os Mutantes (Polydor, 1968)

Tropicália: ou Panis et Circenses(con Gilberto Gil, Caetano Veloso, Tom Zé y Gal Costa) (Philips, 1968)

Mutantes (Polydor, 1969)

A divina comedia ou ando meio desligado (Polydor, 1970)

Jardim elétrico (Polydor, 1971)

Mutantes e seus cometas no pais do baurets (Polydor, 1972)

OAEOZ (Philips, 1992; grabado en 1973)

Tudo foi feito pelo sol (Som Livre, 1974)

Mutante ao vivo (Som Livre, 1976)

Tecnicolor (Universal, 2000; grabado en 1970)

Live At The Barbican Theatre (Luaka Bop, 2007; grabado en 1978)

 

EN SOLITARIO
Lóki? (Philips, 1974)

Singin’Alone (Baratos Afins, 1982 / Virgin, 1996)

Disco voador (Baratos Afins, 1987)

Let It Bed (L&C, 2004)

 


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