Jimena Amarillo proviene de la boyante escena valenciana, un tsunami que en los últimos dos años se ha colado en todas las listas de reproducciones pop españolas. Hablamos con ella sobre la fórmula de su mágica receta popera de ingredientes básicos.
¿Qué significa el bedroom pop para ti?
Yo creo que después de la pandemia se puso de moda este término, pero básicamente se trata de hacer las cosas en tu casa.
En Valencia se está conformando una escena musical muy joven contigo, Luna Valle, Ciberchico y Queidem, por ejemplo. ¿Qué otros artistas valencianos dentro del bedroom pop son los que te provocan más curiosidad por sus pasos futuros?
Lo interesante es que siempre se necesitan nuevas generaciones y desde el año pasado se está evolucionando. Ya puedes ir viendo el recorrido. Huimos de grandes estudios y mola que se te pueda reconocer igual si vas a un gran estudio o si lo haces en tu casa. A la gente le gustan cada vez más los sonidos simples. Creo que cada uno tenemos nuestra identidad, porque no tenemos a nadie desde un gran estudio que nos esté diciendo cómo tenemos que hacer las cosas. Es algo más libre. Y creo que todo está evolucionando de una forma muy chula.
Creo que hay algo que tenéis en común la generación bedroom pop, que estáis en una línea muy minimalista.
Sí, totalmente. Me dan miedo las súper producciones. Cuando estaba produciendo mi disco, le decía a Pau que yo quería cinco pistas; y si son cinco pistas, no son ni seis ni siete. A mí lo que más me gusta de las canciones es la melodía, lo que se dice y los coros. Luego, ya en los instrumentales, me respaldo en una serie de acordes simples, una rueda, que es un loop porque soy una pesada. Todo es un loop. Se trata de ir contando y que todo vaya centrado en lo que vas contando. Para mí no son necesarios más instrumentos.
En Cómo decirte, mi amor, hay temas plenos de personalidad, como en la línea de bajo marciana que cose la atmósfera mágica y melancólica que nutre cada poro de Solo te miro, la hipnótica aura jazzy de Cositas o en el minimalismo soul semiacústico de Cuando ya no me quieras. ¿Dónde se encuentran los límites de tu panorámica estilística?
Yo soy una marciana. Me sé los acordes de la guitarra por [el tutorial] Colors, que también me los invento. Pero me gusta ese sonido fuera de los acordes mayores. Me gusta más cerradito y minimalista. El rollo sinte también me gusta un montón.
«A mí lo que más me gusta de las canciones es la melodía, lo que se dice y los coros. Luego, ya en los instrumentales, me respaldo en una serie de acordes simples, una rueda, que es un loop porque soy una pesada. Todo es un loop»
Cortes como Tu cepillo de dientes son una muestra fehaciente de honestidad a tumba abierta, lírica costumbrista sentimental descrita a través de imágenes y detalles como las escritas para Mandarinas en la cocina. ¿De dónde surge tu inspiración lírica?
El amor me inspira un montón. Yo voy de que no, porque soy una piedra, pero es mentira. Y solo me sale con una guitarra. Las canciones me salen en veinte minutos. Y si no me salen en veinte minutos, no es bueno. Es que soy de cero a la hora de comerme la cabeza. Si veo que me lleva tiempo, noto que no me está saliendo natural y la dejo.
Antes de llegar a este LP sacaste nada menos que catorce singles; ¿cómo has contemplado tu evolución artística desde el primero hasta el último y cuáles fueron las canciones más importantes para ti?
Al principio empecé haciendo como que sabía. Me puse a escribir una cosa rollo Carmen Boza, que me gusta, pero no es mi estilo. En este sentido, en mis dos primeros singles yo estaba desubicada. Me dije que iba a ser cantautora, pero no me identifico con eso. Luego ya un poco antes de la cuarentena me dije que iba escribir como hablo. Entonces, cogí varios loops y escribí sobre la gente que me gustaba y lo subía. Es que nunca tuve un foco en plan «voy a ser cantante», porque yo tampoco he cantado en mi vida. Lo que me gusta es que creo que estos singles van a envejecer bien, porque si me siguen gustando, creo que ya es un gran paso. Eso sí, las primeras canciones no me gustan. A partir de la cuarta, sí.
Al igual que la mayoría de artistas del bedroom pop, has comenzado en medio de una pandemia, sin poder ensayar ni quedar de forma personal para crear tus canciones ni hacer colaboraciones.
Eso fue un coñazo. Había días en los que lloraba. Porque, claro, tú estás a distancia, como a la hora de hacer el disco. Y quien hacía el toque técnico del disco estaba a distancia. Entonces, todo era que si comparte pantalla, que si Internet no va… Es esa sensación de hacer un disco sin poder decir «toco una tecla, y esto es lo que quiero». Me puse taquicárdica. Pero menos mal que yo estoy de simplezas desde casa, que si no me daba algo.
¿Cómo entras en Mushroom Pillow y qué ha significado para ti estar en unos de los sellos independientes de referencia?
Todo surgió de la nada. Yo hacía mi música y me la sudaba todo. Sigo sin tener mucho que ver con el mundo musical. Me contactó un sello, pero yo nunca hacía caso a nadie. Y de repente decidí preguntarme qué estaba pasando. Por casualidad, conocí a Pau Roca, el guitarrista de La Habitación Roja, y quería tomar un té con él. A los dos días, me llamó Marcos de Mushroom Pillow y me dijo que estaban interesados. En fin, así va la vida. Vive el presente.
Cómo decirte, mi amor está publicado por Mushroom Pillow. Lee el comentario del disco aquí.
> Lee el informe Bedroom pop made in Spain
No hay duda de que en estos dos últimos años la escena que mejor refleja las inquietudes musicales de la generación Z es el bedroom pop. Nombres como Rebe, Mariagrep, Casero, Jimena Amarillo, Yarea, Marinita Precaria, Cabiria, Ganges e Interrogación Amor no solo son algunas de las apuestas más refrescantes de la cosmología pop, sino que tras su estela vienen Queidem, Green T y Luna Valle, valores al alza que expresan la revitalización más intensa del pop español en pleno Siglo XXI.