Sole, andaluza residente en Madrid, hace con Le Parody un pop muy personal fusionado con electrónica. Su música está más allá de los límites de lo convencional. Recientemente hizo una gira también alejada de lo habitual, tocando en Bolivia, Paraguay y Chile. Aquí nos cuenta la experiencia en primera persona.
Hola, soy Sole, hago música, Le Parody, llevo en ello cinco años. En mayo salimos de gira por América, visitamos cuatro ciudades en tres países. Traje fotos y souvenirs.
De vez en cuando un adulto-de-verdad pregunta, ¿tú vives de esto? A veces lo preguntan suavemente, como un periodista hace dos años, cómo está la cosa en el underground, me dijo, y yo dije que en «la segunda B de la música» se vivía más o menos bien. Había conocido hacía poco a un chico que jugaba al fútbol en un equipo de segunda, me estuvo contando y era lo mismo: mucha dedicación, poco dinero. Mismo juego pero todo más precario. Auténtico, bonito. Pequeños logros que parecen catedrales.
Pasó el tiempo, las cosas han ido creciendo (muy poco a poco), este año he girado por sitios que antes ni sabía poner en el mapa. En segunda B no se puede saber si es una racha milagrosa o algo que seguirá sucediendo. Esa es la magia de la precariedad. Así que todo lo vivimos lo más intensamente que podemos. A finales de mayo nos fuimos para América.
En el salón rococó de la residencia de un señor embajador volvió a aparecer la pregunta, tú (que eres rara y haces música rara pero que inexplicablemente estás aquí, a 13.000 kilómetros de tu casa, haciendo eso que no llamaré trabajo porque trabajo es la cosa seria que hacemos los señores normales en las oficinas y los ministerios, etcétera) tú, ¿vives de la música? Y yo dije: yo sobrevivo de la música. Todo el mundo se rió mucho. Me pregunto si era la primera vez que alguien pronunciaba la palabra sobrevivir en aquel salón rococó.
Bolivia, Paraguay, Chile. Quería traer un diario con cada retrato, cada historia, cada lugar. Lo fui anotando todo. Volví. Me quedé muda. Cuanto más hondas las cosas que veo, escucho y vivo menos me sirven las palabras para contarlas. ¿Qué tal por América? Guay. Al principio decía: guay, y luego ya empecé a decir: guay, y también: un poco duro.
Cuando veáis por ahí fotos de artistas triunfando, artistas sonriendo en el escenario, artistas tirando billetes al aire, artistas con el índice y el corazón en V en las escalerillas de un avión, pensad que toda la gigante base de esa punta de iceberg está hecha de trabajo, ensayos, horas en aeropuertos, dolores de espalda en asientos de autobús, sueño, inseguridad, agotamiento, pequeñas ansiedades, echar de menos, miedo a estar lejos cuando muera mi abuela o a perderme otro nacimiento, perderme otra fiesta, la distancia y el olvido.
La altura. La Paz. Aparece entre montañas como un dibujo animado, naranja ladrillo, gasolina, carne, un collage. El Illimani nos miraba desde casi el cielo, Illimani monte protector, en todos lados se presentía y andábamos hipnotizados por las cuestas, el aire seco como lija, telas de colores, caderas, sombreros, trenzas, bebés. Coca con bicarbonato, fetos de llama para la pachamama.
Tocamos en una sala del centro cultural, la gente al principio pegada a las paredes empezando poco a poco a acercarse, charlas, fotos, firmas, hice un taller con niños muy listos, los padres nos grababan con el enjambre de moscas de sus móviles. Salimos a bailar. El Alto. Adiós Illimani.
El Meraki en Santa Cruz, na que ver con La Paz, nos decían, y es cierto. En Santa Cruz me pongo a vomitar. Bebí agua del grifo o el mal de altura, que ataca tres días más tarde. Llueve. Me siento débil, sola y lejos. Cuando me pongo triste fumo cigarros y miro las plantas.
Paraguay. Hay tantas plantas en Paraguay, yuyos para el dolor de tripa, y para el dolor del corazón, para espantar los malos espíritus, para los riñones, para la espalda, mangos y aguacates creciendo por los patios y las calles, árbol de la papaya, hojas carnosas haciendo geometrías matemáticas. La humedad y los mosquitos, la vida es de otra pasta en esta densidad.
Con el estómago hecho púas trabajé y trabajé, talleres, entrevistas, grabaciones, el concierto okape (afuera), más bailes, más charlas. Otro avión, otra moneda, otro huso horario. Santiago de Chile: el fin del mundo. Los Andes están en algún sitio detrás de la manta gris de contaminación. Nos contó que los primeros meses le sangraba todo el rato la nariz. Encuentros, museos, paseos. Un teatro: el muro insalvable de la cuarta pared y la gente sentada. No me gusta tocar en teatros. No sucede, es muy difícil, es otra cosa. Pero nos fuimos a celebrar con pisco sours. Fin de gira. Y habían pasado sólo diez días desde el primer aterrizaje.
Adri me contó que Jannis le contó que hay un dicho en cierta tribu: que el cuerpo viaja a caballo (o en avión, en tren, en coche, en autobús), pero el alma va a pie. Así que mi alma debe estar llegando ahora mismo a Bolivia, después de cruzarse el Átlántico caminando sobre las aguas, cansada ya antes de empezar, tres meses después de haber terminado.
Amistades nuevas cada 48 horas, historias nuevas, vidas distintas, acentos, olores, comidas, rutas y relatos. Es muy fuerte la vida afuera de la burbuja de Europa, no llega destilada a través del titular de la noticia que seleccionó el editor del periódico de lo que le llegó de la agencia del corresponsal que pasa dos meses al año en la colonia española de tal país. Está ahí mismo, la vida. Con todo.
Mi gran frustración: pasar por los sitios sin tocarlos. Estar sin conocer. Así que preguntaba mucho y me contaban mucho: feminicidios, trabajo infantil, la tierra que vendieron a una petrolera con sus habitantes indígenas dentro, el supermercado que se incendió y el dueño lo cerró para que no lo saquearan y cientos murieron calcinados, un cáncer cuesta 100.000 dólares, tienes que elegir si prefieres endeudarte de por vida o que tu papá muera, y piénsalo total ya está mayor, el museo de arte contemporáneo con una tienda de Adidas dentro.
Pero esto son otra vez frases, titulares de noticias de… No hay traducción posible, no hay transmisión. Me di unos días para descansar, me fui al desierto, sola y callada. La luna va al derecho en el sur, cuando crece tiene forma de C. Y hay llanuras de sal y dunas imposibles, silencio cósmico entre formaciones de arena que con las lluvias de cada año se deshacen y se vuelven a hacer.
O así era al menos hasta hace poco, cuando el tiempo aún era predecible, cuando aún era fácil no creerse las alarmas que llevan tanto tiempo anunciándonos el apocalipsis climático. El último día me siento en un banco a comer el bocadillo y a mi lado un viejito del lugar. Dice: yo creo que el mundo ya está cansao. Los tomates caros, el agua privada, los turistas que no saludan. Luego dice: el mundo antes era mu triste, él trabajaba recogiendo zarzas para hacer leña para cocinar y de los siete a los diez años usó el mismo pantalón. Le conté que echaba de menos mi casa, dijo: es bueno estar en casa, tener todas tus cosas.
Madrid, septiembre.
Es bueno estar en casa.
SOUVENIRS
(BO) Villa Victoria Sound System
Compartimos escenario con Andrek en La Paz, y luego fuimos a escucharlo pinchar a una pizzería con pista de baile en Sopocachi.
(BO) Música de zorros – Manuel Vargas
Era la noche de los museos, en el Centro Cultural de España en La Paz montaron una feria de libros. Me acerqué a la mesa de una editorial boliviana, quería algún cuento de allí, le pregunté al hombre que la vigilaba, ¿este libro está bien? Me dijo, soy el autor. Es un cuento de cuentos, un cuento de viaje. Me acompañó en el mío, se me mimetizó. Está lleno de preciosas palabras bolivianas. Más información aquí.
(BO) Aquí nosotros en el Meraki en Santa Cruz tocando Your Nation.
Ver vídeo.
(PY) Aquí una rarísima versión hiper-acústica de Hemos venido a deshacerlo en Asunción. Música en Vianda, el proyecto paralelo de Música Okape, ciclo de conciertos en el que participamos en el muy alucinante Centro Cultural de España Juan de Salazar.
(PY) Aquí entrevistados en Ondas Ayvu, la radio del Juande. Contamos brevemente cómo es que nos salió la gira por allí, que quizás os interese a lxs amigxs músicxs que (n)os lo estáis preguntando. De esa y de muchas otra cosas del oficio hablamos con Sebas y Stefy.
Escuchar aquí.
(PY) Stefy Ramírez, que nos entrevistó en Ondas Ayvu, es cantautora.
(CH) Beast Discos
Es una discográfica de Chile muy bacán. A este nivel está por allí la cosa indie, da un poco de envidia, ¿no? Buenísima playlist.
Escuchar aquí.
(CH) Niña Tormenta
También la conocimos en Chile. Aquí canta A la mar fui por naranjas con un ukelele amarillo.
(Un bis: USA) Ami Dang
Va una última historia, de esas sobre los cruces imposibles entre los mundos de Internet y los mundos del mundo. Ami es música, de padres indios, vive en Baltimore. Una vez puso su disco en Spotify y en «artistas relacionados» le apareció Le Parody. Escuchó Hondo, empezó a seguirme por Facebook. Planificó un viaje a Chile para sus vacaciones de este año, le salió un festival en Santiago. De pronto vio que yo iba a tocar también en Santiago por las mismas fechas y me escribió, yo no conocía de nada lo que hacía, lo escuché y wow. Por fin una «artista relacionada» realmente relacionada, es como conocer a un pariente lejano que no sabías que existía, o como dar con alguien de un clan desperdigado y tranquilizarte, eh, pues quizás no es tan raro lo que hago, y luego el gusto que da hablar las cosas del gremio, ¿tú cómo combinas giras y creación?, ¿qué ropa te pones en el escenario?, las anécdotas de los primeros conciertos en sótanos, sórdidas experiencias compartidas de managers locos, el público que baila y el público que no, las redes, la fiesta, las risas, los cansancios. Yo llegaba a Chile un día después de su concierto y ella se iba uno antes del mío, así que nos los perdimos mutuamente (¡casi, destino!) pero entre medias nos dio tiempo a tomarnos unas chelas. La India, Jaen, Baltimore, Chile, un citar, un ukelele. El mundo a veces se hace pequeño. Y resulta más llevadero.
Y LAS GRACIAS
A muchísima gente, todo el rato. La gente de allí: Adrián, Marta, Ronaldo, Paola, Pato, Silvia, Paolo, Eloisa, Manu, Edu, Sebastián, Stefy, Rebeca, Lily, Joaquín, Clara, Cris. Y la gente del «backstage» de aquí, las del Cervantes, Jose Luis y Eduardo (Born!). La cadena que hace que suceda lo nuestro es infinita. De verdad que lo pienso mucho. La cantidad de suerte y la cantidad de trabajo. Gracias.