Este argentino se reinventó al entrar en la treintena y cambió el cuero de los balones por el de las cazadoras. Sus prendas son hoy objeto de deseo de los alumnos aventajados de la moda. Al habla con Andrés Baglivo.
Desde los once hasta los veintinueve años el argentino Andrés Baglivo fue futbolista profesional. Jugó en equipos de su país, como All Boys, Nueva Chicago o San Lorenzo, y en clubes de Chile y Turquía. Pero, cuando estaba a punto de entrar en la treintena, decidió cambiar la estrategia de su vida: sentó en el banquillo su lado deportista y puso a calentar por la banda su faceta artística. «Arranqué como cualquier chico, con ilusión por el fútbol y, aunque no tuve una carrera grandiosa, estuvo bien. Pero con el tiempo comencé a sentir que aquello no era lo que me llenaba: tenía un cuerpo hábil, pero mi mente no era la de un futbolista. Entonces empecé a plantearme la posibilidad de dejarlo», cuenta Andrés desde Buenos Aires. «No fue fácil –asegura. Yo, por ejemplo, nunca había hecho una entrevista de trabajo y, a los veintinueve años, tuve que salir a la realidad y encaminar mi vida». En la moda y en su proyecto, que lleva por nombre Roberto Sánchez, encontró el sendero por el que discurrir.
¿Cómo pasaste de los terrenos de juego a las agujas y los hilos?
Cuando dejé de jugar comencé a trabajar como vendedor en una tienda, me fue bien y estuve seis años allí. Paralelamente, en la galería Quinta Avenida de Buenos Aires (que durante los años 80, 90 y 2000 fue un lugar donde se reunían artistas, músicos y gente de la moda), monté un pequeño estand con ropa vintage. Siempre me habían gustado esas prendas, en buena parte por necesidad: vengo de un lugar humilde donde comprar ropa usada en ferias americanas era algo común. En aquel espacio vendía lo que encontraba en ciudades y pueblos y a la gente le gustaba, porque mi selección era bastante buena. Después empecé a intervenir las piezas y a estamparlas, y eso a la gente también le gustó. Así, con una estética muy determinada y en un local muy humilde, nació Roberto Sánchez que, por encima de todo, es un proyecto artístico.
¿Cuál es esa línea estética que sigue tu marca?
Todo es válido. Todo lo que me limite no sirve. Eso sí, no puedo negar que tengo un estilo muy 80s y 90s, porque, para mí, esas fueron las épocas más creativas. Y también tengo mis disparadores: uno de ellos es la juventud. Los adolescentes están en su estado más salvaje y visten lo que sienten en cada momento. Trabajo para los jóvenes y tengo un lema: si ellos se fijan en lo que hago, es que estoy haciéndolo bien.
«Todo es válido. Todo lo que me limite no sirve. Eso sí, no puedo negar que tengo un estilo muy 80s y 90s, porque, para mí, esas fueron las épocas más creativas»
Te defines como «un bicho raro del mundo de la moda». ¿Por qué?
No hago colecciones y tampoco creo en el formato de moda masivo. No puedo concebir algo en serie y, para diseñar, necesito una cita previa con el cliente. Así trabajo pensando en que la prenda va a ser suya, en su manera de mirar, de peinarse, de vestir… se crea una energía especial. Además, mi motor no es ganar dinero, sino expresarme, y mi mejor forma de hacerlo es la ropa. En vez de componer una canción, como haría un músico, yo diseño una chaqueta. Y siempre apunto al hit: todo lo que saco tiene mucho trabajo detrás y espero que sea un éxito. No hago prendas para rellenar colecciones.
Illya Kuryaki And The Valderramas con prendas de Roberto Sánchez
Las colaboraciones con artistas y, precisamente, con músicos, son otro de tus puntos fuertes. ¿Cómo se fraguan estos trabajos conjuntos?
A veces son ellos quienes me buscan y, otras veces, todo comienza por contactos. Esas uniones no tienen nada que ver con el dinero, sino con una conexión humana y artística: me gusta saber que su arte y el mío se van a ver bien juntos. Muchas marcas, cuando empiezan, quieren dar su ropa a futbolistas o actores, pero para mí eso es una locura: no quiero que mis prendas se vean a cualquier precio porque, entonces, el mensaje se empieza a confundir. Por eso trabajo con cantantes: a mí la música me inspira mucho y conecto fácilmente con estos profesionales. [Mientras conversamos sobre esto, vía Skype, con unos cuantos husos horarios de diferencia, llega a la casa de Andrés un joven, Guillermo, integrante de la banda indie argentina Parque Fantasma. Baglivo prosigue, mirándole]. Yo apoyo mucho a estos artistas que están empezando. Me gusta mezclarme con el underground de aquí, que es de donde yo salí y lo que soy. Y creo que la realidad siempre viene, en parte, del mundo underground.
«No hago colecciones y tampoco creo en el formato de moda masivo. No puedo concebir algo en serie y, para diseñar, necesito una cita previa con el cliente»
Dices que tu alter ego, Roberto Sánchez, se te está «yendo un poco de las manos». ¿Por qué?
Cada día recibo más mensajes y propuestas. Y todo en esta marca lo hago yo: los diseños, los contactos, la comunicación… Aquí, en Argentina, cada vez más gente me conoce e incluso me pide fotos por la calle.
¿Cuál crees que es la clave de ese éxito?
Cuando yo empecé no tenía dinero para invertir, tenía un solo cartucho en el revólver, y tuve que hacer algo muy concreto. Creo que esa fue mi mayor virtud. Las prendas de Roberto Sánchez te pueden gustar o no, pero, por la estética, sabes que son de esta firma. Cuando algunos diseñadores que empiezan me piden consejo solo les digo una cosa: admiro los proyectos que se posicionan estéticamente, que son claros y que se sabe quién los consume.
¿Quiénes son, entonces, tus consumidores habituales?
Los cazadores de tendencias, aquellos que no van a lo masivo, sino que se adelantan a lo que se va a llevar y tienen un paladar muy refinado para la moda. Ellos son buena parte de mi público. Quizás, una de las claves sea haberme ganado a esa minoría, porque el boca a boca es mi mejor propaganda.
Esos cazatendencias son, también, quienes hacen que tus prendas se conviertan en objetos de deseo.
Totalmente. Y ahora, con ocho años de trayectoria, parece que todo esto fue algo planeado, pero no. Creo que todos somos buenos para algo y malos para mil cosas. Y esto es lo mío: tengo un sexto sentido para la moda y el arte.