Cala Vento, o lo que es lo mismo, Aleix y Joan, son inconformistas, no dependen de nadie, construyen estudio y canciones con sus propias manos, no es una metáfora. Casa linda es el producto de amanuenses llevando al límite el «hazlo tú mismo». Once canciones, treinta y siete minutos. Pocas concesiones a la respiración calmada. Piensa, piensa… escucha.
Que: Disco (Montgrí)
Cala Vento es una fuerza de la naturaleza, una explosión punk de guitarras con la elegancia del siglo adquirida a base de cocinar sus canciones a fuego lento. Llevaba cuatro años sin publicar material nuevo –Balanceo–, pero la espera ha merecido la pena. Desde los efluvios de nueva ola de Equilibrio con un ritmo a lo Paul Collins y el arrebato de Ferrari, un cortante despertar de arreglos, primero de guitarras afiladas y luego con una explosión de voces, desesperación de gasolina gripada, de motores alimentados por sustancias dopadas.
Con la descarga eléctrica de Teletecho se abre la cara B del LP y en el que la aparición de Amaral es una propuesta trepidante que suma. Súmale unos textos con poso político, reivindicaciones de la irresponsabilidad diaria, la repetición de proclamas que, no por ser comunes y tratadas previamente, pierden vigencia. Aunque también hay tiempo para la placidez de la guitarra acústica en Casa linda, resultado de la introspección que produce el abandono. ¿Existe el desamor material? ¿hay simbolismo en una habitación vacía? No todo va a ser acelerar y acelerar… un hueco para la reflexión, para el descanso en esta sociedad agotadora.
Un cierre sorprendente, con un colchón de sintetizadores que suenan a 90s, Conmigo, con un tono apocalíptico, como esos relojes que se acercaban a las doce de la noche. Las doce de la noche del fin del mundo. Un sueño tranquilo, flores de un jardín desde una bañera. Cala Vento está dispuesto a pelear contra un mundo que muerde oponiéndose al desvarío y el ajetreo con odas a lo cotidiano. Un sustento básico, una bala de fogueo que puede acabar siendo más efectiva que el mordisco en la yugular.