Cruciales en la historia de lo que con el tiempo vendrá a ser el rock de Latinoamérica, Los Jaivas, de Chile, se mantienen en lo alto de una leyenda que incluye viajes, mutaciones, muertes y sobre todo música. Canciones cuyas raíces son las de la tierra. Este reportaje, realizado por el periodista Claudio Kleiman y publicado originalmente en 1999 en el Especial 70 de ZdeO, repasa la trayectoria de un grupo esencial de la música latinoamericana. Una ocasión ideal para recordar –o descubrir para los más jóvenes– la obra de unos auténticos pioneros.
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Nota publicada originalmente en 1999, en el Especial 70 de Zona de Obras, y actualizada en 2022
Si bien en los años 90 toda una generación de grupos de rock latino –Fabulosos Cadillacs, La Portuaria y Divididos en Argentina; Maldita Vecindad y Café Tacuba en México; Aterciopelados en Colombia, por solo citar algunos– se encargó de que la fusión del rock con los folclores regionales de cada país, y de Latinoamérica en general, fuera visto como algo natural y «políticamente correcto», esto no siempre fue así. Para que ocurriera, fue necesaria la existencia de una serie de grupos que operaron como punta de lanza y tuvieron que superar, en su momento, no pocos prejuicios y malentendidos. De todos ellos, el ejemplo más notorio es el de Los Jaivas.
Porque en los años 60, una década de convulsiones, cambios revolucionarios y antagonismos irreconciliables, folclore y rock no solo eran caminos diferentes: a menudo, eran decididamente opuestos. El folclore era visto por las jóvenes generaciones rockeras como «la música de nuestros padres», y recordemos, en esos años la brecha generacional era un abismo casi insalvable.
Por el otro lado, los folcloristas veían en esos ruidosos pelilargos poco menos que la encarnación musical del demonio. Quedó en manos de algunos pocos adelantados procurar el acercamiento entre estos mundos: las experiencias más resonantes fueron Los Jaivas en Chile y Arco Iris, banda de Gustavo Santaolalla, en Argentina. Otras, también dignas de mención aunque no de igual trascendencia, fueron El Polen en Perú y Génesis en Colombia. Con distintas características, también cabría mencionar El Kinto en Uruguay, con su candombe beat, y Os Mutantes, Os Novos Bahianos y los intérpretes del tropicalismo (fundamentalmente Caetano Veloso y Gilberto Gil) en Brasil.
Pero Los Jaivas consiguieron –quizás como ningún otro– que esta confluencia resultara algo de lo más natural, que no perdiera la fuerza y contundencia del rock más eléctrico, y tampoco la autenticidad esencial del folclore latinoamericano. A diferencia de muchos de los que intentaron el mismo matrimonio, lo de Los Jaivas no sonaba como una creación de laboratorio o un híbrido intelectual; ellos hacían sonar cuecas, huaynos y guajiras como si hubieran nacido para ser tocados con guitarra eléctrica, bajo y batería.
«En los años 60, una década de convulsiones, cambios revolucionarios y antagonismos irreconciliables, folclore y rock no solo eran caminos diferentes: a menudo, eran decididamente opuestos. El folclore era visto por las jóvenes generaciones rockeras como “la música de nuestros padres”, y recordemos, en esos años la brecha generacional era un abismo casi insalvable»
Buena parte de la responsabilidad de esta creación le cabe a los tres hermanos Parra, Eduardo, Claudio y Gabriel, quienes fundaron el grupo en Viña del Mar en… ¡1963!, junto con Eduardo «Gato» Alquinta y Mario Mutis. Comenzaron llamándose The High Bass (Los Altos Bajos) y tocando los éxitos del momento (cumbias, twist, bossa nova, Beatles) en fiestas del colegio y bailes adolescentes. Pero no pasaría mucho tiempo hasta que el influjo de la inolvidable folclorista y poetisa Violeta Parra –que no tenía ningún parentesco con los hermanos, si bien su influencia resultaría igualmente profunda– hiciera crecer en ellos la idea de combinar las riquísimas posibilidades de los ritmos autóctonos con la filosofía libertaria y libertad creativa del rock.
Gabriel era un baterista autodidacta e hiperactivo, con facilidad natural para trasladar a su instrumento una asombrosa variedad de ritmos latinoamericanos. Gato también supo adaptar a la guitarra eléctrica los fraseos pentatónicos de las quenas y demás aerófonos, vertiéndolos con un sonido cálido y distorsionado que recordaba algo así como si el David Gilmour de los primeros Pink Floyd hubiera nacido en Santiago. Además, su bien timbrada voz de barítono tenía un toque telúrico que encajaba a la perfección con la música del grupo.
Claudio, concertista y profesor de piano, sumaba a todo esto la influencia clásica, profundizando el camino abierto por compositores como el argentino Ginastera y el brasileño Villalobos, preparando el camino para posteriores trabajos de Los Jaivas con orquesta sinfónica. Mario era un bajista dúctil que complementaba con pulso firme las complicadas evoluciones rítmicas de Gabriel. Y Eduardo, que tocaba teclados, percusiones, cantaba, hacía coros y oficiaba de maestro de ceremonias, era algo así como el «gurú» de la banda, el líder ideológico que proporcionaba cohesión y calma con su tranquilizadora presencia.
La «conciencia cósmica» de la cual serían portavoces comenzó a manifestarse no solo a través de la música, sino también con el cambio de nombre y de estilo de vida. Empezaron a vivir y trabajar como comunidad y pasaron a llamarse Los Jaivas, que a la vez de ser una «castellanización» de su antiguo nombre, era también la denominación de un molusco del sur del Pacífico. A esta comunidad pronto se sumaron René Olivares, un artista excepcionalmente creativo encargado de la gráfica, y los sonidistas-iluminadores Jano y Piola, que compartían las ideas del grupo dotándolos de un «light-show» a tono con la psicodelia de la época.
La historia de Los Jaivas reconoce a grandes rasgos tres períodos. El primero transcurre en su país, y se extiende desde su formación hasta 1973, época en la que, corridos por la represión desatada por la dictadura de Pinochet, deciden establecerse en Argentina. En Chile grabaron una producción independiente llamada El volantín, y lo que sería su primer LP oficial, Todos juntos (también conocido como La ventana), nombre también de su primer gran hit, que sería editado en varios países de Latinoamérica. Este tema, con su letra de hermandad planetaria («Hace mucho tiempo que yo vivo preguntándome / para qué la tierra es tan redonda y una sola nomás / si la tierra es una y para todos / todos juntos vamos a vivir»), se convertiría en un verdadero himno que continúa cantándose hasta el día de hoy.
El segundo período (1973-1977) es su etapa argentina, y fue quizás la más brillante desde el punto de vista creativo, originando dos álbumes sin desperdicio: Los Jaivas (con canciones memorables como Pregón para iluminarse, Guajira cósmica y Un mar de gente) y Canción del sur, además de algunos singles igualmente valiosos, como Mambo de Machaguay y En tus horas.
También produjeron en forma independiente el LP Los sueños de America, junto al brasileño Manduka, otro exiliado que se había convertido en protegido de Los Jaivas. Participaron de numerosos recitales, conciertos y festivales, y realizaron además presentaciones con la Orquesta Sinfónica de Buenos Aires y la de Mar Del Plata, donde tocaban versiones orquestales de algunos de sus extensos temas instrumentales –una suerte de verdaderas sinfonías– como Corre que te pillo y Tarka y ocarina.
La formación sufrió algunos cambios: por problemas personales, Mutis se vió obligado a regresar a Chile, siendo reemplazado primero por Julio Anderson y luego por «Pajarito» Canzani, un bajista, guitarrista y compositor uruguayo que ya contaba con una importante trayectoria en su país al frente del grupo Aguaragua (donde, vale la pena apuntarlo como nota al margen, hiciera sus comienzos Jaime Roos). También incorporaron un sexto integrante, el argentino Alberto Ledo, charanguista, cantante y multiinstrumentista, que ampliaba la paleta musical del grupo.
Durante una entrevista realizada por quien esto escribe para la legendaria revista Expreso Imaginario de Argentina en febrero de 1977, ellos definían su música de esta manera: «Nosotros hemos hecho tres músicas, paralelamente. La música con orquesta sinfónica, las canciones, y los temas libres, es decir, la música de improvisación. Esta última ha ido dando paso cada vez más a una música elaborada, dentro de la cual podemos distinguir por un lado canciones y por el otro temas instrumentales, que por otra parte eran los más frecuentes en el grupo».
«El concepto vital, de la vida del hombre, se antepone totalmente a la muerte, y en este momento los hombres han llegado a un punto tal en que la muerte es cosa cotidiana, cosa de comercio. Pero no es un mal de algún núcleo, es un mal de los hombres. Realmente estamos enfermos y necesitamos un médico, un médico universal para que nos cure, porque estamos todos locos» (Los Jaivas – 1977)
En otro pasaje de la misma nota, se explayaban sobre su filosofía, con conceptos que conservan asombrosa actualidad: «El concepto vital, de la vida del hombre, se antepone totalmente a la muerte, y en este momento los hombres han llegado a un punto tal en que la muerte es cosa cotidiana, cosa de comercio. Pero no es un mal de algún núcleo, es un mal de los hombres. Realmente estamos enfermos y necesitamos un médico, un médico universal para que nos cure, porque estamos todos locos. Por eso es que se buscan las raíces, pero las raíces no son las raíces americanas, o de Buenos Aires, o de Europa, son las raíces continentales, mundiales, las raíces de la tierra, de la madre tierra, del ser tierra, del planeta. Porque el planeta es un ser, y nosotros somos ramitas de ese ser, somos los corpúsculos del planeta, casi diría los parásitos. Porque el planeta es un ser respetabilísimo».
Lamentablemente, la triste suerte de los países latinoamericanos durante los años 70 hizo que el feroz golpe militar desatado en Argentina en 1976, convenciera a Los Jaivas de probar suerte en Europa. Es así que un día de 1977 partieron en barco para radicarse en París.
Allí se inicia lo que podríamos denominar el tercer período. En Francia, Los Jaivas se convirtieron en un grupo respetado internacionalmente, y comenzaron a producir una serie de trabajos que se editaban al mismo tiempo en Latinoamérica –regresaban periódicamente para algunas presentaciones– y varios países de Europa, como Suiza, Holanda, España, Bélgica, Alemania, Inglaterra y por supuesto Francia, que recorrían intensamente con sus giras.
Los álbumes más importantes fueron Alturas de Macchu Picchu, basado en el Canto general de Pablo Neruda, del cual se filmó también un vídeo en las propias ruinas peruanas, con la colaboración de Mario Vargas Llosa; Aconcagua, nuevo disco de canciones del grupo, y Los Jaivas: Obras de Violeta, con temas de Violeta Parra. En Argentina también se editó un disco en vivo, Los Jaivas en Argentina.
Durante los primeros años 80, hubo nuevos cambios: se produjo el regreso del bajista Mario Mutis reemplazando a Pájaro Canzani, que partió para desarrollar una carrera como artista y productor en Francia, primero con el grupo Atlántico y luego como solista. También se desvinculó Alberto Ledo (que grabaría en Estados Unidos un álbum como solista, Materia prima), quedando Los Jaivas reducidos nuevamente a su formación original.
En 1988, la tragedia interviene: durante un accidente automovilístico en Perú, pierde la vida Gabriel Parra, un integrante aparentemente irreemplazable. Sin embargo, el grupo saca fuerzas de flaqueza, y con la participación de la hija del baterista, Juanita Parra y Marcelo Muñoz, sobrino de Gato, finalizan el disco que habían comenzado a grabar, Si tu no estás. Sony también edita una grabación de los últimos conciertos con Gabriel, Los Jaivas en vivo – Chile 1988.
En 1990, Juanita Parra se incorpora definitivamente en batería, y con Fernando Flores en bajo (Mutis había vuelto nuevamente a Chile), comienzan un largo trabajo de readaptación del repertorio, que se pone a prueba en 1992, cuando Los Jaivas reinician su agenda de giras europeas sin la figura de Gabriel. El estilo de Juanita en batería recuerda el de su padre con increíble similitud, y alentados por la buena recepción, deciden seguir adelante.
En 1995 aparece Hijos de la tierra, primer disco con la nueva formación, que marca un renacimiento vital y creativo de Los Jaivas. En 1997, cierran todo un círculo –treinta y cinco años de carrera– con la aparición del álbum Trilogía – El reencuentro, ¡nuevamente con Mario Mutis en la formación! (Fernando Flores permanece como invitado estable, con lo cual Los Jaivas son nuevamente un sexteto en vivo). Llamado así porque es el primer volumen de una proyectada trilogía de álbumes donde realizan nuevas interpretaciones de viejas canciones, El reencuentro incluye clásicos del grupo como Mira niñita, Indio hermano y Todos juntos, con la participación de una constelación de músicos amigos de distintas generaciones. Por ejemplo, ex-integrantes como Pajaro Canzani, viejos amigos como el argentino León Gieco y el chileno Eduardo Gatti, grupos como Illapu, Congreso, Los Tres, La Cosquilla y una larga lista de músicos entre los que se cuentan Florcita Motuda, Joe Vasconcellos, Javiera Parra, Colombina Parra e Isabel Parra.
Ya instalados nuevamente en Chile, Los Jaivas siguieron su andadura permaneciendo en activo hasta la actualidad. Desde la realización del reportaje aquí publicado fueron muchos los hitos en la trayectoria de la legendaria banda chilena que celebró su cincuenta aniversario en 2013 con un concierto masivo al que asistieron más de 60.000 espectadores y en el que participaron diversos artistas destacados de la escena local.
HOMENAJE DISCOGRÁFICO
En el año 2006, muchos de los artistas más destacados de la escena chilena participaron en el álbum Homenaje a Los Jaivas. En el mismo participan, entre otros, Álvaro Henríquez, Los Bunkers, Los Miserables, Javiera y Los Imposibles, Sinergia, Chancho en Piedra, Makiza, DJ Bitman y Carlos Cabezas, dando nueva vida a muchos de los himnos creados por el influyente grupo chileno.
PLAYLIST ZdeO: 15 canciones esenciales
DISCOGRAFÍA OFICIAL
El volantín (1971)
Todos juntos o La ventana (1972)
Palomita blanca (1973)
Los sueños de América (1974)
Los Jaivas o El indio (1975)
Canción del sur (1977)
Alturas de Macchu Picchu (1981)
Aconcagua (1982)
Obras de Violeta Parra (1984)
Si tú no estás (1989)
Hijos de la tierra (1995)
El reencuentro (1997)
Mamalluca (1999)
Arrebol (2001)