La primera edición europea del legendario festival mexicano se saldó con éxito en la capital zaragozana, la tierra de Héroes del Silencio, Amaral, Santiago Auserón y el vate José Antonio Labordeta. El recinto que albergó la Exposición Internacional de 2008 se llenó de público variopinto, más cerca de los 50 que de los 20, mezcla de avezado y neófito en tales encuentros, con nutrida y valiosa representación americana: Café Tacvba, Mon Laferte, Babasónicos, Silvana Estrada, Instituto Mexicano del Sonido, Aterciopelados, Mula, Kumbia Queers, Caligaris…
Estrellas del pop español como los mentados Amaral, León Benavente, Love of Lesbian, Sidonie o Vetusta Morla completaron la oferta, en la que tampoco faltaron los símbolos del rap en castellano, que jugaban en casa: Sho-Hai, Kase.O y R de Rumba, tres de los cuatro Violadores del Verso.
De entre las decenas de momentos señalados de la cita, Zona de Obras se queda con estos diez. Allá van.
1. Yo digo baila, tú dices dance
A Camilo Lara se le esperaba con ganas en Zaragoza. Sus últimas visitas habían sido en formato de hombre orquesta, y ya quedaban un poquito atrás en el tiempo. Esta vez traía banda y sobre todo, poncho. El poncho era un discurso en sí mismo. Cuando se lanzó a guarachear y siguió en salto mortal con la cumbia y el mambo ya tenía a la audiencia en la palma de su mano, pero la cosa siguió mejorando y mejorando por el único camino que parece contemplar este hombre: el hedonista. A sus conciertos se acude para reír con el alma y bailar hasta que suene la última nota, y Camilo acaba siendo una mezcla de Pérez Prado, Shaggy, José Alfredo Jiménez y, sobre todo, él mismo, dueño ya de un estilo sobre las tablas que nadie puede ni debe imitar. Dejó a todo el mundo convencido de escribirle pronto, porque él es muy paciente, pero no tonto. Porque está en Madrid, en Nueva York, en Culiacán, somos su pandilla. Y sí, cuando él dice baila, decimos dance; nos agachamos, saltamos, botamos… lo que ordene vuecencia, don Camilo I.
2. Rubén Albarrán con Nortec cantando Convénceme
Fue curiosa la fauna que aguantó hasta el final de la presentación de Bostich y Fussible; Nortec pone las pilas al personal en cada salida al ruedo, pero les tocó subir a un anfiteatro a las 2:30, con buena parte del público marchando ya para sus casas. Al final se quedaron unos cuantos hasta el final, y allá hacia la parte del cierre apareció Rubén Albarrán de los «cafetos» para marcarse la rolita que grabó no hace tanto con el público: Convénceme. Los que aguantaron hasta entonces y ya había disfrutado cuatro horas antes del propio Rubén, Quique, Meme y Joselo celebraron la enérgica aparición del tipo como un gol en la final del Mundial, especialmente los que no sabían de esta amistad entre compatriotas de diferentes latitudes. Aquellos que soñaban con la posibilidad, dada la coincidencia en tiempo y espacio del saltarín y los cíborg de Tijuana (Kraftwerk estaría orgulloso), soltaron todas las ganas de bailar que les quedaban en el cuerpo. Adivinen el resultado de la junta. Es fácil. Facilisísimo.
3. Edu Baos, el alma de León Benavente
León Benavente es una bandaza con tres discos largos en el mercado y nueve años de trayectoria oficial. Abraham, Edu, César y Luis llevan tiempo en el mundo de la música, aunque unirse en este proyecto es de lo mejor que han hecho los cuatro, junto a los años pasados por tres de ellos con Nacho Vegas, concretamente Abraham, Edu y Luis; Manu Molina ha ocupado la batería con el gijonés. En el Vive tocaron en el Anfiteatro (definitivamente, el escenario con mejor sonido) y convirtieron su presentación en un verdadero castillo de fuegos artificiales, con temas tan efectistas como efectivos a la hora de enardecer. Aunque Abraham y su carisma suelen acaparar todas las miradas, Edu Baos es capitán de plaza cuando actúan en Zaragoza, provincia que toca el cuore a los cuatro por las largas jornadas de ensayos y grabaciones en los estudios El Cariño de Mozota, que regenta Edu. En directo, el jefe de los sintes (también coge el bajo cuando toca: lo hizo siempre en su carrera) es el de casa; este antiguo nadador no para un segundo.
4. Maestro Sho-Hai en la sala
Le tocó defender el hardcore rap en la cita al MC de Violadores; sus otros dos compañeros de grupo presentes llegaban con el cuerpo más jazzy –Kase.O– y funky –RdeRumba. También en turno tardío y en el anfiteatro, el animal salvaje de las Delicias salió a mil por hora, como Alonso remontando desde atrás en la parrilla de la Fórmula 1 cuando el semáforo se pone en verde, y se las arregló para no bajar de revoluciones ni un segundo; tampoco cuando hizo un guiño al reggae (sin ton) acompañado en el segundo micro por el entusiasta Ossian, con W. Cheff magnífico a los platos. Los tres de casa: Zaragoza sigue siendo ciudad de rap, como Sevilla y Madrid. Sho-Hai ruge y el público se despeina, viene con material nuevo antes de que acabe septiembre –se aventuran sorpresas de las buenas– y en el Vive Latino demostró una vez más que no da cuartel cuando se trata de afilar la rima y responder con tralla y fiereza a los retos rítmicos del DJ. Y sí, los juegos de palabras de Sí… pero no también funcionan de lujo en vivo.
5. Diego Tuñón y su bunburidad
Babasónicos tocaron con mucho sol. No están acostumbrados, pero se la gozaron. Al menos eso dijeron los Diegos tras el divertido conciertos que ofreció la eterna banda argentina en el Anfiteatro (otra vez) del Vive Latino. Tuñón y Rodríguez comparecieron muertos de risa ante los medios, bromeando con el exceso de luz y calor; el primero iba bien protegido con unas gafas de sol, incluso a cubierto; además de recordar los más de treinta años de camino del grupo y el nuevo material que ya tienen en el horno, Tuñón escuchó divertido como varias personas tras el escenario le habían confundido de lejos con Enrique Bunbury. El parecido concluye en el peinado, los lentes oscuros y la ropa negra (aunque Bunbury también cultiva el rosa y el rojo) pero durante un rato, la broma cundió y el argento se lo tomó con humor. Al menos hasta que alguien comentó «no, éste es más bajito», y ahí se acabó el juego. Tuñón, eso sí, comentó antes de despedirse que tenía en alta estima al solista y «neocrooner» aragonés.
6. Amaral recordando al ausente
Siguiendo con Bunbury, Eva Amaral y Juan Aguirre habían comentado en días anteriores que el hecho de que este Vive Latino se celebrase en su ciudad, Zaragoza, había hecho fácil la ruptura del plan establecido por el dúo Amaral para este 2022, reservado para la composición y grabación de temas del nuevo disco. Convocados para llenar el hueco dejado por Bunbury tras su abrupta renuncia a los directos, Eva y Juan reunieron a la banda, como Elwood y Jake, para salir del envite con éxito sin necesidad de embarcarse en una misión divina. En el concierto recordaron al colega ausente con palabras cariñosas, deseándole una pronta recuperación de sus afecciones vocales, mucho ánimo y, de modo muy llamativo, un camino franco hacia la felicidad, mensaje que sonó a personalísimo y encierra matices que probablemente solo conocen ellos, el dúo por un lado y el aragonés errante por el otro. Por si fuera poco, tocaron un pedacito de El viento a favor, una de las canciones más emblemáticas de aquél álbum redondo y brillante de Bunbury llamado Pequeño.
7. Mon Laferte y el corte abrupto
El problema en los festivales con pasarse del tiempo establecido es que a veces la osadía se paga con un corte abrupto, ya sea en forma de fade out o incluso tajante. Mon Laferte andaba en arrebato puro de emoción, contagiada por una masa de espectadores que, a su vez, habían sido hechizados previamente por la voz, la presencia escénica y la versatilidad artística de la chilena afincada en México. Por eso resultó duro ver cómo su voz quedaba silenciada de manera súbita en mitad de la que teóricamente iba a ser su canción final del concierto; comenzaba el siguiente artistas en el escenario principal, muy cercano, y la organización tenía muy claro que no se podían hacer excepciones (aunque luego hubo algo más de condescendencia con otros artistas, especialmente los de casa) y aquello dolió a Mon y su muy airado mánager. No obstante, la cantautora se llevó un buen poso de su participación, coronada por una sinergia intensa con los espectadores presentes, aún con la luz del sol bañando el escenario.
8. Prometeo y Copetes Salazar
Vive Latino Zaragoza había anunciado actividades culturales diversas como complemento a la música, y aunque finalmente no tuvo presencia en la ciudad durante el festival (luego sí; con las calaveras gigantes poblando el centro de Zaragoza) sí dieron cuatro pinceladas de cultura popular mexicana en el recinto. Había maquillaje inspirado en mayas y aztecas, con la licencia poética del brillo; zona de photocall calaverístico, fotos circulares en 3D y, sobre todo, el cuadrilátero de lucha libre mexicana, con un grupo de profesionales llegados desde la nación americana para mostrar la esencia del espectáculo deportivo más querido y exportable de México. Además de los luchadores, destacó la presencia del Copetes Salazar, un árbitro único y celoso de su profesión, capaz no obstante de aventar a los espectadores de las primeras filas y ponerse bravo con los luchadores cuando lo consideraba oportuno. Llevó la doble velada con puño de hierro y, al final, decretó vencedor al gran Prometeo, una fuerza de la naturaleza.
9. Las camisas estampadas: el uniforme
Alguien dijo a los muchachos de la ciudad que las camisas estampadas con flores o motivos frutales eran la indumentaria de cortesía en el festival; a ser posible, acompañada de sombreros tipo canotier, panama o trilby, aunque también asomaban los de mariachi y las máscaras de lucha libre. Allá donde se paraba la mirada había grupos de tipos de edades similares (entre los treinta y cinco y los cuarenta y cinco, sobre todo) con su equipación a coro, cual si fueran miembros de un frente cumbiero, y el sombrero de rigor. El precio de la cerveza, empero, hizo que la mayoría de estos atildados festivaleros acabase con la camisa impoluta, ya que había entre el público bastante neófito en el ritual de festivales y, por tanto, extrañado por los elevados precios de todas las bebidas. La caña cervecera (equivalente a un quinto) salía por cuatro euros, pero también se cobraban tres por un café en varias carpas. No son cosas que extrañen a los habituales, pero lógicamente pasman a quienes están acostumbrados a pagar la mitad o la tercera parte en cualquier terraza.
10. El escenario «pequeño»
Al ver la programación, más de un especialista musical presente proclamó que iba a sentar sus reales en el espacio más próximo a la entrada, considerablemente alejado de los otros dos y con menos aforo técnico, aunque cabían teóricamente cinco mil personas. En ese lugar se disfrutó, por ejemplo, de Silvana Estrada, un ave canora de sublime tímbrica y poso rotundo en el metamensaje. Aterciopelados y rejuvenecidos, Héctor y Andrea refrendaron su historia de amor con el público zaragozano y reclutaron una nueva cohorte de seguidores entre quienes disfrutaban de su directo por primera vez. Ahí estuvo Camilo Lara (ver punto 1) y Centavrvs, una de las sorpresas agradables del festival para el público español, nada conocedor de su obra. Sobre Caligaris ya se había corrido la voz de una sinonimia entre la banda argentina y la fiesta desatada, y así fue. Las magnéticas Mula invocaron a los dioses del baile con su estilazo ecuménico, Rumba (y los excelentes DJ de continuidad, Candela Von Disko y Alberto Sweet Drinkz) pusieron temazo tras temazo y a Kumbia Queers le quedó el broche: aprobado con nota.