Culturas contemporáneas de España y Latinoamérica a diario
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domingo 24 de noviembre de 2024
Redpem

REDPEM en cuarentena

Ante la crisis mundial que enfrentamos por el contagio del coronavirus, la vida como la conocíamos hasta hace unas semanas, se ha transformado radicalmente para todos. Sobre ello es que un grupo de periodistas, todos parte de la Red de Periodistas Musicales de Iberoamérica (REDPEM), reflexionan desde su confinamiento en diecisiete ciudades de Latinoamérica y España acerca de la extraña coyuntura en la que nos encontramos. Y de paso, dan rienda suelta a su pasión por discos, libros y películas, ofreciendo títulos que nos sirvan para transitar de mejor manera la encrucijada que vivimos en este extraño y aún indescifrable 2020.

 


 

Xavier Valiño REDPEM

XAVIER VALIÑO (Las Palmas de Gran Canaria)
Aunque soy gallego, por motivos laborales resido desde hace poco en las Islas Canarias, a más de dos mil kilómetros de distancia de la Península. Dentro de lo que cabe, esta reclusión la estoy llevando lo mejor que puedo gracias a que, por suerte, tengo una terraza en la que esparcirme con unas vistas al Océano Atlántico que me dan la vida, y a través de las que puedo sentir más cerca a los compañeros de la REDPEM y la música que llega desde Latinoamérica. Esos cables submarinos que parecen ciencia ficción cuando uno habla de ellos, pero que realmente existen, serían la perfecta metáfora de la conexión que siento al mirar al mar y la línea del horizonte.

Teletrabajo desde casa los días laborables y he de confesar que le estoy cogiendo el gusto. Debería haberlo probado antes, me lo deberían haber propuesto antes. Al no tener que desplazarme al trabajo, he ganado tiempo. Pierdo, claro, el contacto con la gente, con los compañeros, con la vida cultural de la ciudad… En estos días estoy aprovechando para ordenar mi colección de películas, de libros y de discos, que me traje con la mudanza y acababa de llegar en un contenedor en barco, algo que pensé que ya nunca podría hacer por falta de tiempo. Estoy acercándome ya a la mitad. Al mismo tiempo, me he puesto con un par de artículos en profundidad que tenía pendientes: el primero, una revisión de la vida y obra del rockero ruso Yegor Letov, y, el segundo, un abecedario sobre sexo y rock. Cuando haya acabado, me gustaría ponerme con la documentación de un proyecto que tenía para un libro sobre el que por ahora no puedo adelantar más.

Estos días sigo escuchando muchas novedades, discos como los de Pablo Lesuit, Mejillones Tigres, Hijos del Trueno o Joao Tomba, aunque siempre hay un momento para los clásicos como Golpes Bajos, Os Resentidos o Joao Gilberto. Como me gustan especialmente los libros musicales, he vuelto a releer las andanzas de Manu Chao por Colombia con su circo ambulante que narró su padre Ramón Chao en Un tren de hielo y fuego. También me gusta pararme de nuevo con Mario Benedetti o Ernesto Sábato. Entre las series recientes, recomiendo Fariña, sobre los narcos en las Rías Bajas gallegas, algo que viví muy de cerca. De otras décadas, me quedo con Historias para no dormir. Pájaros de verano o El abrazo de la serpiente son películas en castellano recientes que me cautivaron, y este no sería mal momento para revisar La ciénaga o Estación central.

 


Lara López Redpem

LARA LÓPEZ (Madrid)
Desde que ha comenzado esta pesadilla imagino que estamos todos lidiando con la incertidumbre como podemos.
En mi caso, el tiempo se ha repartido engañosamente entre vivir de cerca la enfermedad de algún familiar (con este «de cerca» tan mentiroso: hace semanas que no ves a tus allegados y todo lo que puedes hacer es llamar a los médicos más cercanos, tuyos o de tu entorno, intentando no desesperarte y asumir que sólo la paciencia y la confianza en la brutal entrega y humanidad del colectivo sanitario puede ayudar) e intentar adaptar los ritmos de donde veníamos a la inevitabilidad del día a día. La insoportable levedad de ser lo que somos, parafraseando a Kundera.

La conciencia de información pública de mis compañeros de Radio Nacional ha sido ejemplar y gran parte de los programas se están haciendo desde casa. Ha sido el momento de lucir el espectacular material de archivo de RTVE en A la carta: programación cultural de exquisita calidad de un archivo incontestable, del que rescatar series de ficción propias (El Ministerio del Tiempo), programas de entrevistas únicas (les pido que busquen a Joaquín Soler Serrano entrevistando a Jorge Luis Borges en una edición del programa A fondo emitida en mayo de 1980 en TVE) o recorridos musicales tan sabios y oportunos como los que hace en Radio 3 el historiador y crítico musical Dimitri Papanikas, Café del Sur, que nos pasea en viajes de ida y vuelta Europa – América excepcionales.

Son ya cuatro semanas de confinamiento y el primer arrebato de hayquehacerlotodoyhayquehacerloya, del que se dio buena cuenta en las redes, se ha ido transformando en una aceptación que un distribuidor de productos informáticos me describía con gran precisión: la primera semana se compraban portátiles; la segunda, teclados y ratones; la tercera, memorias externas; la cuarta, sillas de ordenador.
Mientras escribo suena Esta luz, el primer EP de Arturo Muñoz (hijo de uno de nuestros más eminentes escritores, Antonio Muñoz Molina). Cinco versiones de temas de Jobim, ya clásicos de la bossa nova, popularizados por Joao Gilberto, de quien Arturo destaca, en su plataforma Bandcamp, su voz mínima y luminosa. Es ahí donde pueden escuchar este delicadísimo proyecto.

Tres experiencias que quiero compartir con ustedes:
1- Mi amigo AH me escribe para contarme que JQ, al que no conozco, ha estado ingresado quince días en el sótano de un hospital con otros cincuenta enfermos y que mi lista de Spotify (En casa, 1155 canciones) le ha salvado la vida.
2- Junto a tres amigos (estupendos escritores) celebramos el Primer Encuentro de Lírica Vírica. Con ciencia poética. La idea era crear un almacén de iniciativas surgidas en estos momentos, proyectos en torno a lo común y la palabra. Así que nos lanzamos a una lectura en línea, a través de la plataforma Zoom, más de cuarenta poetas y músicos que también lo son, como Javier Ruibal, Pez Mago o Manuel García. El resultado fue 1 poema-1 minuto por cuarenta voces de todas las edades y diferentes procedencias, que retransmitimos en Facebook Live como símbolo de hermandad entre España, Argentina, Chile, República Dominicana, México y Uruguay. Habrá más.
3- Iniciativas como la de Luz Casal ayudan a no perder la fe en la humanidad. Todos los días, desde las 18:00 y hasta las 20:00, hora en que se sale a los balcones a aplaudir a quienes nos cuidan, llama por teléfono a quien por un motivo u otro lo necesita especialmente estos días, aportando un poco de consuelo, además de la lógica sorpresa.

Hoy hemos despedido en la distancia a mi tía María Luisa López, una mujer a la que me gustaría parecerme alguna vez.
Cuídennos. Cuídense.

 


José Manuel Gómez Gufi Redpem

JOSÉ MANUEL GÓMEZ GUFI (Madrid)
Antes de estar confinado salía poco, quiero decir que trabajaba poco. Alguna crónica para deflamenco.com, el reportaje y playlist quincenal para Radio Gladys Palmera y el cultivo de proyectos apasionantes. Acudir a varios festivales, hacer crónicas desde el club de la esquina. Poner en pié un documental que se ha quedado parado. Tengo sesiones de DJ en el aire. Un espectáculo sin estrenar en el que retomo mi carrera de actor. ¡Mal momento para un cuarentena!

Mi proyecto de reciclarme dentro y fuera del periodismo tradicional ha sido un fracaso.
Me he presentado al premio Ortega y Gasset de periodismo en el apartado de la mejor cobertura multimedia… Pero han aplazado la decisión. No tengo ninguna posibilidad de ganar. Apuesto que, cuando regresen, el premio se lo llevará un reportaje sobre la pandemia con muchos gráficos. Una labor de equipo. Yo he presentado Buana Buana King Kong, algo más audaz, producido por un equipo minúsculo capaz de ver el pasado y el futuro con elegancia. Es un reportaje/programa de radio/setlist sobre los festivales de flamenco de Nueva York y Amsterdam que, además servía de anticipo del festival Flamenco On Fire. El gran hallazgo del formato es que, frente a la historia pasada de los programas de radio del flamenco, aquí no se cuenta cómo hay que escuchar flamenco.

En la parte gráfica se ve a María Terremoto cantando en el Joe’s Pub con un gesto semejante al de King Kong a punto de engullir y ser engullido por Nueva York. María desbroza en su entrevista su concierto y la historia de la familia. Todo eso nos sirve para escuchar flamenco con una mentalidad nueva, sin prejuicios. Si lo escuchan ustedes/vosotros dirán/diréis que ni es tan raro ni es tan distinto. Entonces ¿por qué nadie lo había hecho antes de esta manera? ¿Por qué los programas de flamenco en la radio están arrinconados como la peste? Si en directo un cantaor funciona como un DJ… (si canta por soleá va engarzando las letras que más le interesan en ese momento). Repito, si un cantaor funciona como un DJ… ¿Por qué no le puede responder un DJ?

No quiero pasar más tiempo del necesario en las redes. Como periodista he pasado de trabajar para varias empresas editoriales a depender del algoritmo de Facebook. En la medida de lo posible no quiero trabajar para Amazon porque me importan más la red de librerías y tiendas que me han hecho feliz en la vida. Y cuando salgamos de ésta creo que deberíamos considerar nuestras prioridades al respecto.

Estoy unas catorce horas frente a un ordenador, dos más de lo habitual. Estoy preparando un libro nuevo (aunque aún no tengo editor) que me exige buscar y contrastar información. Sigo trabajando en las prioridades del documental sin saber si va a ser un piloto, una serie o una película. He concebido un disco justo y necesario (otro proyecto parado). Hago Sesionespamiabuela pensando en la música que le gustaba a mi madre y a mi suegra (que está en una residencia). Escribo sin saber el destino. No future! Un chiste ¡por favor!
Está la cosa tan mala que tenía tres festivales benéficos y se me han caído dos.

Veo documentales, muchos de música. En el de Mario Pacheco Revelando a Mario también hablo. Me ha desconcertado Voyeur (Netflix) en el que escritor Gay Talese se enfrenta a una historia durante treinta años y, de pronto, descubre que su protagonista no es un tipo de fiar. Emocionante y muy inspirador el docu dedicado a Doc Pomus (Filmin) que descubre la vida del compositor detrás del r&b, de algunas de Elvis y al que Bob Dylan le pidió unas letras.
Echo de menos los bares. Estoy viendo Espacio Profundo Nueve de la serie Star Trek (Deep Space Nine). Tiene una taberna donde se reúnen tipos de todas las especies. ¿Les suena la perspectiva? Exacto, ese es el punto de vista de mi programa Planeta Jondo.

Me gusta Deep Space Nine porque se parece a los reportajes sobre tribus urbanas que hacíamos en los años 80. Cada raza tiene una característica física que les hace reconocibles al instante: los Klingons una montaña en la cabeza, los Cardasianos un cucharilla entre ceja y ceja, los Bajorianos una nariz que parece un serrucho, los Ferengi unas orejas muy grandes y sensibles. Lo peor de la serie es la música, las operas klingon son tan insoportables como la new age bajoriana. Lo bueno es que no abusan.
Ah y tenía previsto casarme, sin iglesia, sin banquete y sin luna de miel. Ahora, sin boda. Como dijo el otro: Elegí un mal día para dejar de fumar.

 


Betto Arcos Redpem

BETTO ARCOS (Los Ángeles)
Aunque extraño el abrazo y el beso, la salida semanal a mí restaurante predilecto, y desde luego los conciertos en los múltiples foros de esta metrópolis llamada Los Ángeles, el confinamiento no me afecta tanto como a otras personas. Desde hace dieciocho años, gran parte de mi trabajo lo hago en casa –hay un clóset que me sirve de estudio para grabar audio de muy buena calidad. Desafortunadamente, mi quehacer ha estado detenido porque los dos medios donde colaboro, la cadena nacional de radio NPR y la difusora KPCC, están enfocados en la crisis sanitaria y el impacto social y económico que afecta a la gran mayoría de la población. Asimismo, el Festival de Jazz de San José, con quien colaboro como curador de música latina, ha sido cancelado. Así que me encuentro con mucho más tiempo para leer, escuchar música, y ver documentales.

Hace tres semanas, cuando empezó el confinamiento en California, recibí una edición en vinilo de un álbum que nunca me canso de escuchar, Rumba argelina de Radio Tarifa. El disco fue grabado en 1993 y lanzado por el sello World Circuit tres años después. El sábado pasado, cuando me enteré de la muerte del cantautor español Luis Eduardo Aute, desempolvé el doble vinilo Entre amigos, que grabó en directo en 1983, al lado de Serrat, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Teddy Bautista. Hace casi treinta años que no lo escuchaba y me sorprendió que aún recuerdo todas las canciones. Cómo olvidar los versos desgarradores de Al alba, una canción que marcó no solo una generación sino una época dolorosa de la dictadura franquista.

En la tercera semana de confinamiento vi el documental Revelando a Mario, sobre el inmenso y profundo Mario Pacheco, fotógrafo, productor y cofundador, junto con su esposa Cucha Salazar, del sello independiente Nuevos Medios. Justamente cuando empezaba mi carrera radiofónica, llegó a mis manos Songhai, la legendaria colaboración entre el grupo Ketama y Toumani Diabate, cuya historia es parte de este gran documental. Confieso que he disfrutado todos y cada uno de los discos de Nuevos Medios que han llegado a mis oídos –y no son pocos. Por ello, les recomiendo siete títulos, todos imprescindibles discos del respetado sello:

Ketama, Youmani Diabaté & Danny Thompson Songhai (1988)
VV.AA. Los jóvenes flamencos (1990)
Ray Heredia Quien no corre, vuela (1991)
Pepe Habichuela & The Bollywood Strings Yerbagüena (2001)
Son de la Frontera Son de la Frontera (2004)
Martirio 25 años en directo (2009)
Las Migas Reinas del matute (2010)

 


Homero Ontiveros REDPEM

HOMERO ONTIVEROS (Monterrey)
Vivo en la ciudad de Monterrey, la muy llamada «Ciudad de las Montañas». Esta cuarentena la sobrellevo escuchando toda la música posible, ahora que hay tiempo, pues creo que ésta es una gran compañera en momentos de crisis. Por otro lado, me ha dado por entrarle a la cocina y he descubierto que me relaja cocinar, así que estoy tratando de hacer comidas que antes ni se me pasaban por la mente. También estoy leyendo mucho, ya sea los libros que tengo pendientes en mi biblioteca o buscando información en la red sobre algún artista o aspecto de la música que desconocía. En resumen, se trata de buscar un balance emocional pues es muy fácil que esta situación nos ponga vulnerables y hay que contrarrestar eso. Yo de alguna manera lo hago mediante la música, los libros y la familia.

En lo laboral me ha afectado de manera profunda, aunque trato de no pensar mucho en ello por ahora. Yo me dedico a la música por completo. Mis ingresos vienen prácticamente de los conciertos en vivo y estos están cancelados hasta no sabemos cuándo. Por lo tanto, no estoy teniendo ingresos económicos fijos como lo hacía estando de gira. Lo más preocupante es que no sabemos cuándo volveremos a tocar ni cómo nos recuperaremos cómo sociedad de esto. Es decir, qué lugar tendrán los conciertos y presentaciones en vivo en una escala de prioridades.

Mi manera de sobrellevar esto es, además de los ahorros, con pagos de regalías por las canciones que he compuesto. Por otro lado, estoy organizando una serie de talleres en línea para ayudarle a otros a escribir sobre música, y si bien no es para nada un ingreso como el de los conciertos, es una forma de ir sumando algo. Estoy aplicando para una serie de becas que otorga la Universidad de Nuevo León como estimulo artístico, para también tener un apoyo por ese lado y no quedarme esperando a ver cuánto me duran los ahorros.

Alterno a mi trabajo con Inspector como tecladista y compositor, el año pasado lancé un disco como solista que se llama Nada que perdonar y está en todas las plataformas. En esta cuarentena he aprovechado para hacer algunas transmisiones en vivo por Instagram desde casa para que más gente conozca mi música. Antes de que comenzara el encierro grabé un par de canciones nuevas que saldrán próximamente, entonces estoy teniendo el tiempo para dedicarle a eso, a difundir mi música. También me he puesto a componer más cosas, pues la situación lo da y lo amerita: del encierro pueden salir cosas interesantes.

Estoy aprovechando para generar contenido de música que pueda compartir con los demás. Por ejempló, comencé un podcast que se llama Hablemos de Música donde en cada episodio hablo de algún género musical en particular, como el Boogaloo o el Soul Chicano, entre otros. También estoy haciendo otro podcast que se llamará Conversaciones desde el Encierro y son entrevistas telefónicas con personajes del ámbito musical y cultural. Tengo la esperanza de que, al pasar esta crisis, el lugar de la música en la sociedad sea revalorizado como algo fundamental para el ser humano.

Dentro de algunas recomendaciones que pueda hacerles, me acabo de encontrar con un disco que me ha encantado. El grupo se llama Solera y sacó un solo disco en la década de los 70, son españoles, hacen pop muy al estilo Beatles y es el antecedente de otro grupo español que se ha convertido de culto, que es CRAG. También he vuelto a los clásicos modernos brasileños como Jorge Ben Jor y Tim Maia, que es de lo que más estoy escuchando estos días. De lo más actual he estado escuchando a Lisandro Aristimuño, un argentino que sabe trabajar muy bien la canción, y a Conociendo Rusia, el proyecto del también argentino «Ruso» Sujatovich, con clara influencia de figuras como Luis Alberto Spinetta y Charly García, que ha publicado recientemente Cabildo y Juramento, un disco muy recomendable.

 


Enrique Blanc Redpem

ENRIQUE BLANC (Guadalajara)
Estar confinado no es algo que desconozca dado que mucho del trabajo que desarrollo como freelance lo hago desde hace años desde casa. La única variable que se altera es que de lunes a viernes me traslado a Radio Universidad de Guadalajara para conducir en vivo Radio al Cubo, el programa sobre nuevas tendencias musicales que produzco. Debo decir que el verme obligado a armarlo desde casa, me llevó a descubrir no sólo la facilidad que hay para ello en un teléfono inteligente, asimismo la inmejorable calidad que su grabador ofrece. En una coyuntura hasta hoy todavía indescifrable, la de la pandemia que nos azota, producir contenidos diariamente me ha parecido primordial.

Guadalajara, como casi todas las ciudades de México, está por entrar en fase 3 de la pandemia. El hecho de que las autoridades (las estatales para ser justo, no así las federales) decidieron declarar el aislamiento social semanas atrás, ha hecho que las cifras no se disparen como sucedió en otros lugares. Hasta el momento, eso nos ha mantenido en cierta calma, aunque expectantes por lo que pueda venir.

Previamente a la cuarentena, asistí como conferencista a la Feria del Libro UANL de Monterrey, invitado por Homero Ontiveros, en un encuentro donde también participaron Juan Carlos Hidalgo, David Cortés y Alejandro González Castillo. Presentamos libros de la autoría de todos y fue un encuentro bonito en el que pude ver en vivo a Litto Nebbia, apenas días antes de que arrancara la contingencia. Pero ése no fue mi último concierto, sino la escala de la gira «Gracias Totales» en Guadalajara, en la que tuve la oportunidad de charlar tanto con Richard Coleman como con Adrián Dárgelos, con quien invariablemente hablamos sobre libros y escritores.

Continúo escribiendo cotidianamente por la mañana y dedicando cierto tiempo a escuchar e investigar alrededor de la música. Trabajo tanto en un libro de crónicas ligadas a mis vivencias como periodista musical, como en una novela. Libros que espero dar a conocer, idealmente, en 2020. Esto además de la columna semanal que publicó en Milenio Jalisco donde, en las últimas entregas, he reflexionado sobre «Las canciones», el nuevo sencillo de la banda española La Habitación Roja; la gira truncada por México de la argentina Lucy Patané. Y, obvio, el reciente lanzamiento de Murder Must Foul, la canción de diecisiete minutos del siempre apabullante Bob Dylan.

Pero sí he tenido tiempo para salir de cierto modo de la rutina. Gracias a la gestión de Gufi pude ver Revelando a Mario, el documental sobre Mario Pacheco que me trajo incontables emociones, sobre todo de agradecimiento para alguien que quise y que, como ya he dicho, es el responsable directo de mi pasión por el flamenco. De igual forma pude ver de nueva cuenta Yo no me llamo Rubén Blades, la estupenda cinta sobre ese personajazo que es el panameño. A través de Netflix, volví imaginariamente a Recife al ver la cinta Aquarius, muy recomendable, con una soberbia Sonia Braga en su rol estelar.

Una de las cosas que más ha atrapado mi atención durante la cuarentena es la forma en que, sobre todo los argentinos, la han asumido para generar contenidos a través de Instagram. Allí he atestiguado brillantes charlas gestionadas por Tweety González, una de ellas con Lucy Patané y otra con Santiago Vázquez (¡más de tres horas de historia pura y melomanía recalcitrante!). Me perdí la que hizo con Lisandro Aristimuño, pero a él lo he captado en charlas propias, como la que tuvo con Hilda Lizarazu, deliciosa también por cierto. A través de Tweety y de su propia cuenta de Instagram –la de ella– descubrí a Feli Colina y su disco Feroza, una de las voces nuevas más refrescantes hoy por hoy en el rock de aquel país, a quien estuve escuchando hace unos días en un revelador monólogo hecho también en Instagram.

Eso aunado a ciertas novedades que han caído en mi radar y que ya disfruto como Los González de la rapera mexicana Hispana; La pérdida, el nuevo EP de la chilena Rubio; y Lo que falta, el más reciente material de la andaluza Soleá Morente –que recibo, como todas las novedades, de parte de los amigos de Elefant, brillante discográfica independiente con base en Madrid.
Colaborando con la iniciativa Música México Covid-19 que recomiendo conocer, invitado por Sergio Arbeláez de FIMPRO, diseñé varios playlists que dan cuenta tanto de la escena musical de mi ciudad, como de mi país. Se pueden escuchar aquí.

 


Redpem Natalia Cano

NATALIA CANO (CDMX)
Al igual que 1.500 millones de personas en el mundo, me encuentro confinada en casa. Llevo más de un mes enclaustrada entre las cuatro paredes de mi habitación, en un apartamento en la Colonia del Valle, en Ciudad de México. Desde el 16 de marzo, mi dormitorio funciona como oficina, living, comedor y hasta gimnasio. Desde este lugar me despierto diariamente a las 7:00 horas para escuchar la habitual conferencia matutina del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y aquí mismo escucho la rueda de prensa vespertina que las autoridades de salud mexicanas ofrecen diariamente para dar la cifra de casos positivos a la COVID-19 y las defunciones en el país. Hay días que la incertidumbre pesa más, sobre todo cuando hablan de lo cercana que está la Fase 3 de la contingencia sanitaria, en la que «no habrá marcha atrás», «habrá muchas muertes», «se saturarán los hospitales». Esas frases invaden mi cabeza varias veces al día, es inevitable.

Desde hace varios meses decidí enfilarme en un cambio que creí necesario en mi carrera periodística. Ahora no sólo escribo sobre música, sino que prácticamente reporteo información general, y desde hace unos dos meses la palabra que más he escrito es «coronavirus». Incluso la nota más reciente de música que escribí para la Agencia France-Presse (AFP) tiene al nuevo coronavirus como protagonista, hablando del desastre que ha causado también en la industria musical en Latinoamérica, con artistas tratando de mantener cautivos a sus seguidores, y técnicos y otros actores de la industria varados mirando cómo los planes de giras, y con ello miles de empleos, se desmoronan ante el caos sanitario y económico.
«Nunca antes habíamos estado en el mismo barco todos en la industria musical», me dijo César Rosas, mánager y consultor musical en México cuando lo entrevisté para mi reportaje. ¡Cuánta razón tiene!

Son muy pocos los momentos libres que ahora tengo. Mi día está dedicado al número de contagios, cómo lo enfrentan diversos sectores de la sociedad mexicana, actualizar las cifras a la oficina regional para su balance. Y en medio de todo ese desastre, a veces un par de horas para leer, escuchar alguna cosa y despejar un poco la mente.
Por la carga de trabajo, no había podido terminar de leer Desierto sonoro (Lost Children Archive), de la escritora y ensayista mexicana Valeria Luiselli. Ha ganado diversos y prestigiosos premios, recientemente el Rathbones Folio, y apareció en el listado de diarios como The Guardian y The New York Times. También forma parte de la selección anual de libros del expresidente Barack Obama. En su obra, Luiselli habla de migración, de la vida, de extranjerismos, de viajes, de cine y, por supuesto, de música. David Bowie, Lou Reed y Bob Dylan son algunos de los músicos que aparecen en esta obra sobre los niños migrantes, un tema bastante conocido para nosotros los mexicanos, para nosotros los latinoamericanos. En estos tiempos de confinamiento, este libro nos permite viajar por carreteras y pueblos de Estados Unidos, donde se desarrolla la historia.

Tengo poco tiempo, insisto, pero de series y documentales que vi recientemente puedo citar Poco ortodoxa, la serie de Netflix que ha sido furor en esta cuarentena. Está basado en el libro autobiográfico de Deborah Feldman. La serie retrata la vida de una joven de diecinueve años agobiada por un matrimonio arreglado, señalada por no haber concebido un hijo a pesar de tener un año de casada, reprimida en su pasión por la música y confinada a seguir las estrictas reglas de la colonia jasídica Satmar, en Williamsburg, Nueva York. También retrata un Berlín pre-coronavirus, una nación que abraza la diversidad.

El otro día hablando con un amigo de la industria musical, me decía que, a diferencia de lo que uno podría imaginarse, las plataformas digitales no están registrando los números de escuchas que se pensó al tener a la gente en cuarentena. De hecho, han descendido, según un reporte de Rolling Stone. También hablábamos de si realmente la gente está tan pendiente del lanzamiento de un nuevo álbum, en esta época donde la incertidumbre nos carcome. Quizá ese ánimo me ha contagiado un poco, escuché Gigaton, de Pearl Jam, y I Am Not A Dog On A Chain, de Morrissey. Éste segundo es una grata sorpresa en medio de este caos. Uno de sus mejores trabajos en solitario por mucho. Siempre es mejor enfocarse en el artista y no en sus ideas políticas, su veganismo radical y sus comentarios poco acertados sobre el feminismo.

 


David Cortes Redpem

DAVID CORTÉS (CDMX)
Me asomo a mi ventana y extrañado veo a gente, mucha gente para mi gusto, a pesar de las exigencias de llevar cuarentena. La ciudad vive a otro ritmo y nosotros también. Apenas y salgo para comprar víveres, pero mis movimientos, desde hace ya casi un mes, se restringen a un kilómetro a la redonda cuando mucho.

El trabajo se hace a distancia y mientras tanto circulan muchos discos en la tornamesa: rock de los 60, principios de los 70, música que hace tiempo no podía escuchar. Pero también hay sitio para las bandas mexicanas, principalmente de los territorios experimentales o de los ámbitos de la psicodelia, el doom, hardcore, progresivo y stoner: Los Mundos, Vyctoria, Vinnum Sabbhati, Cacofonía, Massacre 68, A Flying Fish, Humus. Algunos de ellos formaran parte de mi programa de radio El otro rock mexicano que se difunde por Internet y ahora me veo obligado a grabar en casa como Dios me da a entender.

Es también tiempo para escuchar a Los Planetas, El Niño de Elche, Fuerza Nueva, que viene siendo casi lo mismo; Love Of Lesbian, Macromasa, Suso Saíz o ver películas, unas por primera vez, otras para recordar: El gran Lebowski, El arpa birmana, Merry Christmas Mr. Lawrence, Apocalypse Now, Full Metal Jacket, etcétera.

El tiempo pasa, los días se hacen más llevaderos y aunque no tengo un plan en mente para un trabajo de largo aliento, el silencio y la reflexión seguramente alumbrarán una idea que, espero, pueda llegar a concretar cuando el mundo salga libre de esta pandemia.

 


Juan Carlos Hidalgo Redpem

JUAN CARLOS HIDALGO (Pachuca)
Más allá del lugar de residencia, la contingencia nos brinda una oportunidad única de pensar… de pensarnos. Y además de romper temporalmente con el vértigo en el que vivimos. Los acontecimientos actuales me confirman la incapacidad de la gente para esperar, para hacer viable el viejo adagio del «todo a su tiempo».
Tanto en las grandes ciudades del mundo, como en un sitio tan nowhereland como Pachuca, la gente tiende a desesperarse (y mostrar una estupidez recalcitrante). En sentido contrario, encuentro que es un periodo propicio para volcarme hacia la escucha atenta de música, la lectura y la escritura. Ahí está la vastedad del espacio interior para reimaginar uno y muchos mundos.

Celebro que las novedades discográficas no cesen, pero ha sido la sutil y refinada música del alemán Max Richter (clásica contemporánea con toques de electrónica) la que me ha permitido darle cierto orden a lo que habita en mi mente; sus creaciones acompañan a una actividad similar a la de ir acomodando cajas mentales, apilándolas para ahorrar espacio. Y todo mientras trató de desempeñarme lo mejor posible como padre de una niña de tres años que es toda una bala energética.

Así es que he podido concluir un cuento acerca del pintor impresionista Monet y su relación con el indie; he quedado completamente sacudido con la lectura de la novela Nuestra parte de Noche (Anagrama) de la tremenda escritora argentina Mariana Enríquez; una combinación de géneros en la que el ocultismo muestra su lado más brutal. La obra ganadora del Premio Herralde es una experiencia que jamás olvidaré. Con sus casi setecientas páginas, ¿en que otro momento hubiese podido volcarme sobre ella?

Mis días transcurren pensando y repensando el acto creativo, y los Richter se vuelven una obsesión, porque también he regresado a los cuadros de Gerhard Richter –un protagonista del arte contemporáneo. Sin darme cuenta tenía a dos Richter delante y ello ameritaba la escritura de otro cuento, uno en el que apareciera una de las frases maravillosas del otro Richter –el músico–: «Componer es un proceso experimental. Un conjunto de interrogantes. Y no me gusta hacerme las mismas preguntas todo el tiempo, porque si es así obtendré siempre las mismas respuestas. Me excitan las nuevas experiencias. Esa especie de sentimiento de qué vendrá ahora, qué es lo siguiente, qué pasaría si… Eso es lo que hace que salga de la cama por la mañana».
Es entonces que comparto el sentimiento y me levanto a seguir en la necia.

 


Rafael Escalona Redpem

RAFA G. ESCALONA (La Habana)
¿Y si esta es la forma en que tenemos que vivir de ahora en adelante? Mientras más me hago esta pregunta (y más pasan los días) menos irracional me parece. En Cuba, la idea de Internet como refugio y tribuna en esta pandemia está mediada por la precaria conectividad que aún tiene el país, por lo que las acciones de socialización y consumo de la música alternativos (menos glamorosos que los conciertos online, ahora de moda) se me antojan muy interesantes. Desde canales de Telegram que funcionan como playlists hasta grupos de WhatsApp en los que se comparten listas comentadas de álbumes, estoy viendo a mi alrededor una serie de ejercicios de reevaluación e introspección que intentan ahondar en esa música que los cubanos tenemos más a mano, ahora que la rueda del consumo incesante e indiscriminado de nueva música se detiene un poco. Si cuando acabe el aislamiento podemos decir que esta cuarentena nos devolvió un poco de sentido crítico, al menos habremos sacado algo positivo de todo esto.

Como en Magazine AM:PM (la revista que hago en La Habana) adoptamos desde su fundación un ritmo y enfoque menos urgente, nuestro proceso editorial aún no se ha visto demasiado afectado. Estamos enfocándonos entonces en trabajos menos «periodísticos» aunque ya nos planteamos, por supuesto, un análisis sobre el impacto que la COVID-19 tendrá para la de por sí ya maltratada industria musical cubana. Optimista impenitente como soy, me gusta pensar que esta crisis puede funcionar como el detonante de la necesaria reestructuración que requiere la industria local, especialmente el sistema de relaciones entre sus actores.

Hemos aprovechado, de paso, para lanzar finalmente nuestro podcast, Los Casetes de AM:PM. El episodio piloto lleva la marca de lo artesanal hasta el límite y en él los editores de la revista intercambiamos sobre nuestros (re)encuentros con la música en estos días que la vida tiene otro ritmo. Como pretendemos tener una frecuencia mensual (y no hay visos de que el aislamiento vaya a terminar pronto), es más que seguro que el segundo episodio tendrá otra vez el característico sabor del distanciamiento físico y el uso de herramientas de comunicación por Internet.

Aunque está solamente disponible en inglés (full disclosure, me estoy entreteniendo con su traducción), recomendaría encarecidamente la serie de cinco artículos The Lost Art Of Listening (El arte perdido de la escucha), en la que Keith Jopling, fundador del sitio de curaduría de playlist The Song Sommelier, en la que el autor examina el papel de la música y la escucha en nuestras vidas, y cómo este excepcional episodio de la COVID-19 puede remoldear de manera definitiva los oídos y mentes de las audiencias a lo largo y ancho del planeta.

En el camino, recopilo canciones latinoamericanas que nacen marcadas por el nuevo coronavirus, desde el divertimento low-tech de Bad Bunny (En Casita) y el canto de esperanza de Alexander Abreu & Havana D’Primera (Quiero volverte a ver), hasta el sorpresivo y extraordinario EP que el rapero brasileño Baco Exu Do Blues se ha sacado bajo la manga, con joyas como la rabiosa Dedo no cu e gritaria.

 


Diego Londoño Redpem

DIEGO LONDOÑO (Medellín)
Estoy en la ciudad de Medellín. La cuarentena ha sido para mí un espacio de mucha reflexión y escucha consciente de mi voz y mi esencia. Además el momento para revisar discos, leer, escuchar canciones nuevas y limpiar colecciones empolvadas. También aclaro que no me ha pegado duro eso de quedarme encerrado, es mi constante estado. Así que por estos días trabajando normal, escribiendo la columna para el periódico El Colombiano, haciendo los programas de radio habituales en Radiónica, disfrutando mucho de casa y escribiendo un proyecto literario que estoy por finalizar.

En estos días de encierro preventivo, la emisora en la que trabajo, Radiónica, generó las herramientas necesarias para poder hacer radio desde casa. Así que mi cotidianidad laboral está siendo exactamente igual, solo que comiendo y cocinando más. En la mañana, muy temprano, me siento a escribir un libro en el que vengo trabajando desde hace un año, la biografía de Andrés Calamaro, luego leo mi libro de compañía, cocino, escucho música y hago deporte. Ya en la tarde, hago un programa de radio y en la noche, trato de escribir otra porción de tiempo, leer nuevamente, ver alguna película o serie.

Escuchar sonar la trompeta de Miles Davis es pensar por solo un momento que ese personaje por contados segundos contiene mágicamente en su interior el aire todo el universo. Su inconfundible calidad y característico estilo fue forjado por años y años de inflar sus mejillas y dejar salir sus vísceras en una canción. Estuvo en el jazz y también en el rock, el funk y hasta el hip hop, y desde todas las esquinas de su trompeta propuso nuevas formas no virtuosas de ver la música, desde esa sordina de acero Harmon que usaba, que le proporcionaba un toque dulce e íntimo a sus notas. Su universo sonoro lo llevó a ser uno de los primeros músicos asociados a un nuevo ritmo musical, el hard bop, todo esto lo hizo junto con los músicos que le acompañaron en el Miles Davis Quintet, ellos eran John Coltrane, Cannonball Adderley, Red Garland, Philly Joe Jones, Paul Chambers y Milt Jackson. Un grande sobre otros grandes. Su vida fue agitada, problemas de diabetes, conciertos multitudinarios, adicción a la heroína y cocaína, desintoxicaciones extremas, mujeres, matrimonios, divorcios, hijos y más de ciento veinte canciones que grabó con su enamorada eterna, la trompeta. Y esa vida, llena de desenfreno musical e inspiración eterna, ahora es llevada a la pantalla grande en un documental precioso y necesario llamado Birth Of The Cool, dirigido por Stanley Nelson. Una cinta que logra definir a Miles Davis como un trompetero, líder de banda, pionero, revolucionario, tan inteligente como vanidoso, tan elegante como controvertido, tan genial como contradictorio: en pocas palabras, extremadamente cool. En este documental, amigos, músicos y fanáticos se acercan a su vida como nunca antes y logran pintar con sonidos la figura de uno de los músicos más trascendentales de la historia del jazz universal.

En tiempos de recogimiento y soledad como estos, los libros se convierten en un bálsamo de esperanza y compañía, y encontrarlos es como encontrar un amor dentro del azar del improbable destino. En esa búsqueda por nuevas historias llegué a un libro al que me resistía a leer pero que me encontró en un buen momento y sin lugar a dudas me cambió alguna pieza de mi croquis de vida y, sobre todo, la percepción del amor en los tiempos de la música y las canciones. Un libro que básicamente se convierte en banda sonora, se convierte en una casetera llena de recuerdos amorosos, como un álbum familiar, con todos los momentos importantes de la vida, en este caso de un amor rocanrolero, juvenil y agitado.

El libro se llama Vives en las cintas que me grabaste, en su edición original Love Is A Mix Tape, lo escribió Rob Sheffield, un reconocido editor y colaborador de las revistas Blender, Spin y Details, y además, afamado periodista musical que trabaja reseñando discos y canciones para Rolling Stone. Resulta que Rob se dedicó a escribir en su vida sobre las cosas que amó o ha amado, sean sus discos favoritos o las cintas recopilatorias que se grabó con su novia. Y ahí, en ese punto y en esa acción fanática de regrabar casetes, es donde nace este libro maravilloso que hoy quiero recomendarles. Este texto cuenta la historia de Rob y Renée, una pareja de novios que se conocieron cuando tenían aproximadamente veintitrés años. Se enamoraron, escucharon canciones juntos, escribieron crónicas de conciertos a cuatro manos, se quisieron mucho. Renée fallece muy joven y le deja muchos recuerdos a Rob, entre ellos una caja llena de casetes llenos de polvo que grabaron juntos y que ahora en su ausencia a él le sirven como compañía y como método para recordarse de nuevo juntos y enamorados. Artistas como Pavement, The Beatles, Nirvana, R.E.M, Morrissey, Frank Sinatra, Blondie, The Smiths, Aretha Franklin, Billie Holiday, Sleater-Keany, New York Dolls, Madonna, Bob Dylan, Elton John, George Michael, Enigma, Lou Reed, David Bowie, Yo La Tengo, The Byrds, Martha And The Vandellas, entre muchos otros, aparecen como protagonistas. Es toda una selección diversa y bien curada de historias musicales con canciones representativas y especializadas.

 


Luisa Piñeros Redpem

LUISA PIÑEROS (Bogotá)
Día 31. Desde casa, como todos en casi todo el planeta. Más que tener ganas de salir y meterme en mi cotidianidad, estos ya treinta y un días que llevo resguardada, me han traído dichas, miedos, ideas y paradojas. Muchas paradojas o pequeños milagros inesperados.

Los humanos nos confinamos y dos pandas en el Zoológico Ocean Park en Hong Kong, lograron aparearse de forma natural, tras diez años de intentos. Obvio, no había quien los mirara. Un futbolista de nacionalidad holandesa despertó dos años y nueve meses después, todo mientras el COVID se expande por el planeta. Una de las fábricas más grandes en la China redujo la producción de condones a un 50 % por falta de materia prima. Delfines nadan libres en la Bahía de Cartagena en una zona donde antes solo se veían turistas, lanchas, botes y contaminación auditiva. El Nevado del Tolima se pudo avistar a simple vista desde Bogotá. Después de treinta años se pudo ver la cordillera del Himalaya a una distancia de doscientos kilómetros, todo gracias a cese de actividades industriales. Allí mismo, en la India, 70.000 tortugas lograron anidar en las playas de Odisha sin que nadie las moleste. Una súper luna rosada posó en el cielo y casi todos estábamos encerrados.

La economía mundial colapsa porque ahora sí estamos comprando lo justamente necesario. No hubo fieles que se arrodillaran en el muro de los lamentos. Dicen que abril es «lluvias mil» pero casi todos los días se ha posado un sol que dan ganas de salir a caminar. Los católicos recibieron la semana santa a través de la pantalla del TV. Roma, Madrid, Nueva York han cerrado sus puertas al turismo. Y los turistas han tenido que dejar sus maletas listas para otro momento. La paradoja de tener un planeta y que no lo podamos habitar sanamente.

En lo laboral, todos los días agradezco al que inventó Internet. Gracias a esto puedo hacer radio desde casa conectándome a un equipo que se llama Quantum. Estoy al aire todos los días en el programa que dirijo y que el pasado 6 de Abril cumplió diez años de estar al aire. Obvio, la celebración con todos los oyentes fue desde la casa.
Recomiendo el libro de Héctor Abad Facciolince Lo que fue presente. Una recopilación de diarios escritos entre 1985 y 2006. Me ha encantado acercarme de manera tan humana a un escritor como él que treinta años atrás hablaba de su imposibilidad, inseguridad y dudas de convertirse en un escritor respetado. Me puso a pensar ¿Y qué tal sí todos llevamos un diario con tanta disciplina, constancia en el tiempo y años después simplemente nos releemos para no olvidar esas otras partes que somos, esas otras vidas que también son nuestras, así el tiempo pase?

En cuanto a música. Una madrugada desperté tarareando Las tardes del sol, las noches del agua. No me sé la letra, pero la melodía estaba ahí como si viniera arrastrada con lo que estaba soñando. Eso me hizo escuchar, en mi día 20 de confinamiento, Circo beat de Fito Paéz. Créanme, llevaba años de los años de no sacar ese disco de la biblioteca. Y bueno, fue un absoluto déjà vu volver al año 1994, situarme en ese entonces y volverme a ver habitando ese Circo beat que veintiséis años atrás no entendía como lo hago hoy en 2020. Sí, Fito puede ser el cliché para muchos, pero cuando a uno lo despierta una canción entrando el alba es porque hay que ir de nuevo a los recuerdos y esculcar en esas primeras emociones que nos suscitan algo. Mariposa tecknicolor y Circo beat no las escuché, ya he tenido suficiente con la quemada que le han dado en la radio. Pero sí volví con curiosidad a canciones como El jardín donde vuelan los mares, Tema de Piluso, Nada del mundo es real… Fito venía del exitoso álbum El amor después del amor (1992), disco muy pop en sus letras, más directo, muy acertado para la época. Y dos años después aparece con una obra maestra, en todo el sentido de la palabra. Arreglos, producción, letras y la posibilidad de meterse en un universo creado por él, más cercano a algún largometraje narrado en trece canciones.
Esta cuarentena hizo avivar en mí la emoción de canciones como She’s Mine y Dejarlas partir con frases como «Y después del amor nada es igual»… Muy Fito, lo sé, pero es que todos en esta bendita humanidad estamos hechos de canciones y paradojas.

 


Redpem Umberto Pérez

UMBERTO PÉREZ (Bogotá)
El 19 de marzo Bogotá terminó de apagarse. Días previos se había iniciado una oleada de anuncios de cancelaciones de conciertos en salas pequeñas, teatros, arenas y festivales, pero ese día fue la confirmación de que el futuro inmediato ya no sería como se había planeado. Las salas de teatro y de cine, las galerías, las bibliotecas y los museos también se cerraron. Mi amigo Luis Daniel Vega dice que la mística de esta ciudad, carente de un patrimonio cultural inmueble fastuoso y exuberante que nos identifique y nos produzca algún tipo de orgullo, está en su vida cultural, pero ahora que todo se apagó, Bogotá luce más triste y gris que nunca, así en las mañanas el sol irradie con intensidad por la ventana de la habitación y, a veces, los pájaros copetones, casi extintos, se paren sobre las barandas de los balcones.

Cuando se anunciaron las medidas de aislamiento decidí que quería vivir este momento acompañado de Juliana, mi novia. Así que escribo esto desde su apartamento ubicado en Chapinero, lejos de mi discoteca, mi biblioteca y mi videoteca, pero en compañía de una maestra de la cocina con la que aprendo todos los días. Desde el 201 sigo trabajando en la investigación y en los textos para el programa Somos Región, de Canal Trece, al tiempo que con todo el equipo de producción buscamos alternativas para seguir contando lo que ocurre en los diferentes lugares de Colombia a donde teníamos contemplado viajar desde comienzos de año. Ahora el viaje es hacia adentro.

Sin lugares a donde ir a encontrarme con el cine o la música en vivo, y sin poder acceder a mis colecciones, a las que acudía a diario; Internet –recomendaciones mediante– y algunos archivos personales que cargo en mi teléfono, han sido las fuentes en las que sigo cultivando mis aficiones. Hace unos días devoré Uniendo fisuras, el dosier de Diego Giordano, editado por la argentina Vademécum Editorial, que captura el momento en el que Soda Stereo abrió esa caja de Pandora llamada América Latina a través de su álbum Signos; también rendí homenaje al maestro de la dramaturgia Santiago García, fallecido hace pocos días, leyendo el texto de Guadalupe años sin cuenta, un clásico del teatro colombiano y del grupo La Candelaria, formado por García hace cinco décadas.

Por las pantallas del televisor y de mi computadora me he dejado seducir por el hechizo de Zama, el largometraje más reciente de Lucrecia Martel; Los propios bateros, un documental que aborda la vida y la obra de algunos de los bateristas más influyentes de la música tropical colombiana, ideado por el baterista Pedro Ojeda; Aute retrato, un estupendo documental sobre el poder creativo del prolífico artista español Luis Eduardo Aute, quien también falleció recientemente; y Canta el pueblo, un documental que se estrenó hace unas semanas por la televisión pública y que recoge la historia de la mítica y revolucionaria agrupación de música popular colombiana Los Carrangueros de Ráquira, en el que tuve la fortuna de escribir el guion y adelantar la investigación junto a mis compañeros Astrid Ávila, Marco Villarreal y Juan David Acevedo.

Finalmente he encontrado refugio en algunos discos clásicos de nuestra música popular: Mientras más lo pienso… tú, el tercer álbum de Juan Luis Guerra y 4:40, editado en 1987; Re, la obra colosal de Café Tacuba; y Bloque de búsqueda, quizás el álbum más importante del rock y la música alternativa en Colombia. debut y despedida de la banda homónima, lanzado en 1996, y que contaba con nombres definitivos como Iván Benavides, Teto Ocampo y casi toda la plana mayor de La Provincia, la banda de respaldo de Carlos Vives en su momento creativo más importante. Entre las novedades discográficas lanzadas en pleno confinamiento, dos concebidas en Montevideo han acompañado mis días: Basta de música, de Martín Buscaglia, y La eternidad y sus tantos sentidos, de Mariana Lucía; dos álbumes que se hermanan y se reflejan en el desparpajo como asta para izar la canción contemporánea, la de ahora mismo, porque el mañana no se sabe.

 


Ga Robles Redpem

GABRIELA ROBLES (Quito)
En los días difíciles, sigue habiendo música, sigue el arte caminando por nuestras vidas. Sosteniéndonos. ¡Con tantas personas que me están leyendo compartiré la coincidencia de no tener una cuarentena como la convención imaginaria de las redes sociales ordena! Tengo que trabajar de lunes a viernes con una especie de horario, con telereuniones siempre necesarias, con criterios cambiantes y contenidos a la deriva. A eso le aumento una tacita de ordenar la casa, dos tazas de cocinarse todo todos los días y lavar todos los platos, todos los días, y una cucharada gorda de ansiedad para acompañar la ensalada. En ese contexto no tan fácil ni tan vacacional, me detengo siempre para descubrir algo que me haga escapar del delirio. Porque me salva.

La semana pasada, me deleité por ejemplo, con las sonoridades puruhaes de Alex Paza, quien hace unos meses sacó Ñanpi en su Bandcamp. La dulzura de las guitarras y las flautas, tan influenciadas por los sonidos de Imbabura nos transportan a espacios donde hay tiempo para el abrigo, la alegría y también la tristeza. Utiliza el kichwa y el español se junta con el kichwa cuando escuchamos cantos que son rezos, cantos cotidianos. Alex Plaza, es bandolinero y compositor y también toca con los Yarina y otros grupos.

Los encuentros siempre son gratos. Así como Daniel Lofredo Rota encontró hace unos años las cintas maestras de grabaciones hechas en los años 50 por Discos CAIFE, la discográfica que fundó su abuelo Carlos Rota, yo me reencontré con ellas en medio de una cuarentena donde, entre tanta cotidianidad y espacio común, parecía no haber cabida para los hallazgos. Daniel se ha dado el trabajo de digitalizar poco a poco ese material e identificar a los dueños de las voces y los sonidos que han permanecido grabados intactos por más de medio siglo. Escuchen una partecita de este archivo que Daniel, también productor de música y gestor conocido como Quixosis, tiene subida en su cuenta de Soundcloud bajo el nombre Memoria análoga: The CAIFE Records Analog Tape Archive. Se compone al momento, de temas con música popular ecuatoriana, cumbias, música instrumental, entre otras curiosidades sonoras.

Por último quiero dar cabida a Sin muertos no hay carnaval, de Sebastián Cordero, una pieza de cine que me gustó mucho cuando la vi en su estreno en 2016. Con una trama que podría ubicarse en otras geografías latinoamericanas, muestra el espíritu caótico y nostálgico de Guayaquil y sus alrededores. De los contrastes y el realismo lúgubre de las pasiones humanas donde la pobreza juega sola entre la corrupción y el monte, apenas a unos minutos en carro de donde sucede la pachanga, la joda, la vida ficticia de confort en la Perla.

 


Redpem Raúl Cachay

RAÚL CACHAY (Lima)
El primer caso de coronavirus en el Perú fue detectado el 6 de marzo. Nueve días después, el presidente Martín Vizcarra decretó el Estado de Emergencia que ordenó el confinamiento obligatorio y el toque de queda en todo el territorio nacional. El Perú fue, de esta manera, uno de los primeros países de la región en tomar medidas extremas para tratar de frenar la pandemia. Y si bien las proyecciones con respecto a la enfermedad por ahora son más bien optimistas, el desamparo en el que han caído ya ciertas industrias, como las culturales, ha hecho que el inevitable pesimismo por lo que deparará un futuro más incierto que nunca se torne moneda común entre los músicos, promotores y demás involucrados en el negocio musical en el país.

La recién formada Asociación Peruana de Managers Musicales (APEMM) fue una de las primeras organizaciones en tomar acción, al lanzar en los días iniciales de la cuarentena una encuesta dirigida a «los trabajadores de la música» para intentar medir el impacto que tendrá la crisis en el sector. Si nos concentramos en las últimas declaraciones del primer ministro Vicente Zeballos, quien aseguró que los espectáculos públicos recién podrían reanudarse el próximo año, el panorama para todos es ciertamente sombrío. No obstante, en medio de espontáneos recitales líricos y sesiones de DJ desde balcones y ventanas en los barrios limeños, algunos artistas locales han aprovechado los días de encierro para difundir sus más recientes creaciones, desde sencillos y vídeos (la lista es larga, entre consagrados como Pelo Madueño y Los Protones; y figuras más recientes, como Micaela Minaya, Dr. DiDi y la banda Wanderlust) hasta discos completos, como el esperadísimo ¿Si le doy zoom, puedo ver África?, el tercer álbum del trío Kanaku y El Tigre.

En lo personal, lo más complicado en estas cuatro semanas de confinamiento forzoso ha sido lograr esquivar las ansiedades cotidianas, pero el secreto para guardar la cordura, al menos para mí, es tratar de mantener una rutina más o menos férrea, lo que me ha permitido apretar el acelerador en un proyecto en el que estoy involucrado desde hace ya un buen tiempo: la redacción de un libro que dará cuenta de los cincuenta discos más importantes en la historia del rock peruano. Precisamente, el trabajo de investigación para ese libro, en el que por cierto también está involucrado mi colega y amigo entrañable Francisco Melgar Wong, me tuvo en días recientes sumergido en las discografías de dos de las bandas más interesantes e históricas de la escena alternativa local, Voz Propia y Dolores Delirio, que con sus canciones densas y agridulces resultaron siendo un acompañante más que apropiado para estos días de angustia y desasosiego. Recomiendo especialmente dos discos clásicos: Los días y las sombras, de Voz Propia; y Cero, de Dolores Delirio. Mientras los escucho por enésima vez, recuerdo con nostalgia el último concierto al que pude asistir antes del inicio de la cuarentena (de La Polla Records, nada menos) y me cuesta creer que toda esa felicidad ahora forme parte de un pasado que cada día se siente más lejano e inalcanzable.

 


Fernando Rosa Redpem

FERNANDO ROSA (Brasilia)
Estoy en Brasilia en aislamiento social desde hace un mes, bajo el descontrol causado por un presidente «negacionista» que desafía las orientaciones de la OMS. Soy editor de un sitio de política que por causa de la situación publica con más intensidad. Eso quiere decir que no me encuentro «en vacaciones» sino, por el contrario, trabajando duro. la ventaja, si así se le puede llamar, es que la situación me permite trabajar oyendo música.

Al mismo tiempo, estoy preparando un nuevo libro, bautizado como Grande Caribe, sobre la música caribeña y su presencia en Belén, en el estado brasileño de Pará. La idea es rescatar la música de esa región, a partir de una visión del norte del país, donde el mambo, el merengue, el calypso y el moderno cadence-lypso tuvieron una gran influencia. Así es que estoy escuchando muchos discos, entre los que destaco Tabou Combo New York City (Haití), Gramacks Ka Allez Haut (Dominica) y Black Affairs Ça Waké (Martinica). También, para quien le interese el tema, sugiero el libro Música por el Caribe, de Helio Orovio, que aporta una visión panorámica sobre géneros musicales y sus respectivos países de origen.

 


Redpem Mavi Martínez

MAVI MARTÍNEZ (Asunción)
En Asunción, Paraguay, la noticia de la cuarentena se dio el pasado 11 de marzo, en pleno movimiento de las actividades cotidianas de todo ámbito. Si bien al principio esto impactó desatando un caos generalizado, la mayoría de las personas entendieron la importancia de quedarse en casa, con responsabilidad. No obstante el paro total de actividades afecta de sobremanera a la economía, y por ende al sector que nos compete: el periodístico y artístico.

En cuanto a nuestra labor, el cese de actividades representó y sigue representando un desafío a la hora de pensar qué y cómo informar. Si parte del trabajo era anunciar futuros eventos, en este escenario eso se transformó. Al no haber espectáculos, actos, exposiciones y demás in situ, todo se volcó a lo virtual, como en todo el mundo. Desde el puntapié inicial dado por el uruguayo Jorge Drexler, se vino una avalancha de conciertos online, como también canciones y vídeos creados en confinamiento, lo cual demostró que este es el momento para sacar partido y provecho de las herramientas y plataformas digitales.

Siendo que mi labor como periodista del diario ABC Color implica escribir para sus versiones impresa y digital, debo trasladarme hasta la redacción, permiso laboral mediante, extremando los cuidados sanitarios. Aprovechando el espacio en páginas desplegamos en la sección un arsenal de informaciones como recomendaciones de álbumes, entrevistas con todos los actores de la escena nacional contando también cómo ellos están enfrentando la situación que, sí, tomó a todos de manera inesperada.

La ocasión es así pertinente para tener al arte como sostén y disfrutarlo en todas sus presentaciones. Además de dedicarme a redactar textos, personalmente me sumerjo en libros, álbumes, películas y series. Así es que me gustaría compartir con los lectores las siguientes recomendaciones.
En tiempos confusos e impresionantes como el que estamos viviendo ahora, mi conexión con la paz es en gran medida la música. En ese sentido, un álbum al que recurro para viajar mentalmente es Sonidos del sur (2013), del guitarrista paraguayo Pedro Martínez. En este disco, junto con el baterista Gonzalo Resquín y el bajista Chino Corvalán, recreó atmósferas hipnóticas y apacibles, con olor a tierra mojada. Al son de obras del cancionero paraguayo como Pacholí o Alma guaraní, o con temas propios como Marina o 6×8 para mis viejos, este representa una de las mejores cosechas para la guitarra paraguaya y regional contemporánea.

Un libro: sobre una vida electrizante y mutante como la del «Flaco» Spinetta siempre vale la pena leer, más aún si nos referimos a la última biografía lanzada por el periodista y escritor argentino Sergio Marchi: Ruido de magia (2019). Acompañada por la propia familia Spinetta y por los principales protagonistas que vivieron de cerca el desarrollo de Luis Alberto, esta abundante obra desgrana en detalles las luces y sombras de un hombre que nunca dejará de alumbrar en el firmamento por su inventiva lírica y musical, como también por sus ideas filosóficas.

Una película: Las herederas (2018), disponible en Netflix para algunos países. Esta oda a la libertad, de Marcelo Martinessi, logró que una película paraguaya compita en el Festival de Berlín y que además obtenga dos galardones importantes: el Oso de Plata «Alfred Bauer» para películas que abren nuevas perspectivas en la cinematografía mundial, y el Oso de Plata a la Mejor Actriz, para Ana Brun. A través de la historia de una pareja, cuya narrativa se expresa en lo íntimo, en lo sencillo, desde pulcros y cuidados planos, esta ópera prima habla de que nunca es demasiado tarde para recomenzar.

 


Humphrey Inzillo Redpem

HUMPHREY INZILLO (Buenos Aires)
Salí de Buenos Aires una semana antes de que decreten el aislamiento social, preventivo y obligatorio. Viajé a Cartagena, para cubrir la sexagésima edición del Festival de Cine de aquella ciudad y, sobre todo, entrevistar a Werner Herzog. Afortunadamente llegué a hacerlo y también llegué a cruzarme con el inmenso Iván Benavides, que brindó una excelente conferencia sobre la cumbia y su potencial audiovisual. Compartí muy buenos ratos con mi amiga Cata Oquendo, una colega que conocí en Buenos Aires y que volvió a Bogotá, donde se desempeña como corresponsal del diario El País de España; me hice amigo de Marcos Santuario, que vive en Porto Alegre y es editor del Correio do Povo; tuve charlas memorables con el crítico mexicano Leonardo García Tsao. Pero llegué a ver solamente dos películas antes de que decretaran la prohibición. Charlamos y tomamos cervezas con mi queridísimo colega Jaime Andrés Monsalve que tenía el dato de un reducto salsero en una esquina bastante cerca de los límites de la ciudad amurallada. Y también me pasó, como siempre, el dato de un local de vinilos, con mucho material especialmente tropical. Como la invitación había sido por la entidad ProColombia, el tour gastronómico fue impecable.

En mi escala de regreso en Eldorado, el aeropuerto de Bogotá, me encontré con los Pericos, que estaban volviendo de una gira por Estados Unidos y como debían hacer un aislamiento preventivo –antes de que todo el país entre en cuarentena–, decidieron encerrarse en la casa de su cantante, Juanchi Baleirón. Los entrevisté para el Instagram del Brando y también para el canal de TV del diario La Nación.

Las primeras dos semanas estuve dentro de mi departamento. Literal. Sólo salí dos o tres veces al pasillo, a tirar la basura. Racioné las provisiones hasta poder volver a la calle para abastecerme. Ese lunes, fui a un supermercado chino, a la verdulería y a La Ternerita Pop, mi carnicería de confianza. Después salí a buscar a mi hija, Lulú, y con ella estamos transitando la cuarentena desde entonces.

De todos modos, a pesar de no ir a la redacción, estoy con mucho trabajo. Todos los días salgo al aire en tele, desde mi living, con recomendaciones culturales (a veces se suma Lulú con recomendaciones infantiles), escribo también recomendaciones culturales para el diario casi todos los días, hago recomendaciones para las historias del Instagram de Brando, tengo reuniones virtuales con mis compañeros, mantengo contacto con los colaboradores y edito las páginas de la revista, escribo los manuscritos –que son columnas semanales que salen cada sábado en La Nación–… ¡El multitasking me mantiene activo!
En el medio estoy con Lulú, tratando de que haga la tarea que le envían de la escuela, cocinando, lavando los platos y resolviendo otros quehaceres domésticos.

Los primeros días de la cuarentena escuché bastante los vinilos que traje de Cartagena, en un abanico de artistas que va de Joe Arroyo a Irene Martínez y los Soneros de Gamerro, de Carlos Vives a Joe Cuba, de Noel Petro a Rolando La Serie. Vi las dos temporadas de una serie excelente dirigida por Spike Lee, She’s Gotta Have It, inspirada en su primer largo, homónimo, que también está en Netflix y que he recomendado, y recomiendo, con énfasis. Una gran banda sonora, una fotografía excelente y una historia de iniciación que habla de empoderamiento, búsqueda artística y libertad. La versión de José James de Nola, que funciona como leitmotiv es extraordinaria.

Estuve escuchando mucho Basta de música, el nuevo y extraordinario disco del uruguayo Martín Buscaglia, con quien tuvimos una linda charla por Instagram Live. Escuché el debut de Hora Cero, el nuevo programa de radio de mi amigo Gabriel Plaza, que quedó en stand by por la cuarentena, pero que sigue haciendo unas bellas charlas por Instagram con músicos como Juan Quintero y Bruno Arias. Vi el nuevo capítulo de Tiranos temblad, el desopilante resumen (anual) de acontecimientos uruguayos. Y también vi Espíritu inquieto, el conmovedor documental sobre otro uruguayo: Gustavo Pena, el Príncipe.

Con mi hija seguimos las clases virtuales de dibujos que hace Liniers desde su cuenta de Instagram y ya hicimos a Olga y a Fellini. Cada noche leo, principalmente, poesía: José Emilio Pacheco, Luis Chaves, Fernando Cabrera, Kenneth Koch, Leonard Cohen, Idea Vilariño, Efraín Huerta, Daniel Chirom, Jorge Carrera Andrade, Juan Manuel Tavella, Alejandra Solórzano, Lia Colombino, Mónica Maristain, Octavio Paz, entre otres. Son días extraños, el futuro es incierto y lo que más extraño, son los abrazos.

 


Gabriel Plaza Redpem

GABRIEL PLAZA (Buenos Aires)
Son las 9:30 de la mañana. En la radio habla un infectólogo. Pongo música de David Bowie. Estoy escribiendo una nota sobre otro disco póstumo ChangesNowBowie, tras su muerte en 2016. Es un álbum con clásicos en versiones acústicas. Seguramente Bowie se reiría con esa carcajada seca echando la cabeza para atrás cuando algo le parecía insólito o simplemente terrific. Bowie rechazaba la nostalgia. Hasta en su último acto, el de la muerte, fue un vanguardista. En un artículo espasmódico y brillante de Fernando García en su libro Como entrevistar a una estrella del rock y no morir en el intento, editado en España, decía: «Lo que menos quise para mí fue transformarme en una juke-box y estuve a punto de caer. Dios mío no quiero tocar más Rebel Rebel o Modern Love. Ahora estoy tocando este disco (Earthling) y si la gente no conoce los temas no me importa. Entiendo que reciben algo más sofisticado para sus sentidos y eso me reconforta».

Llega un mail de María Ezquiaga, refinada cantautora pop, líder de la banda Rosal, que me invita a un intercambio poético. Es una carta que está circulando entre amigos o como dice Charly García, entre aliados. En un encierro, una cuarentena, el poema es libertad. Es un mail con unas pequeñas instrucciones. «Querido/as amigo/as: Estamos empezando un intercambio colectivo, constructivo y esperamos que estimulante. Es una cosa de una vez, y esperamos que participes. Hemos elegido a aquellos que pensamos que querrán hacerlo. Debería ser un texto/poema/verso favorito que te haya afectado en tiempos difíciles». Busco un poema del poeta cubano Virgilio Piñera. Dice: «Como he sido iconoclasta, me niego a que me hagan estatua: si en la vida he sido carne, en la muerte no quiero ser mármol. Como yo soy de un lugar, de demonios y de ángeles, en ángel y demonio muerto, seguiré por esas calles… En tal eternidad veré, nuevos demonios y ángeles, con ellos conversaré, en un lenguaje cifrado. Y todos entenderán, el yo no lloro, mi hermano… Así fui, así viví, así soñé. Pasé el trance».

Pienso en Bowie, un iconoclasta, alguien que no quería ser mármol. Los poetas hablan mucho de la muerte. Las series policiales, desde Trapped a Los crímenes de Valhalla, originarias de la tierra de Björk, también. En cambio, escuchar las canciones de Triángula, el grupo integrado por tres mujeres poderosas –Micaela Vita de Dura Tierra, Nadia Larcher de Don Olimpio y Noelia Recalde de Valbé– traen al aislamiento una vitalidad refrescante, como el de una tormenta de verano. Triángula, es un álbum visual subido a Youtube y grabado en el paisaje de Traslasierra en la provincia de Córdoba (Argentina). En un estudio de grabación metido en medio del monte y las montañas, durante dos tardes crepusculares, la energía de esas canciones fluyen y traen el mensaje de lo nuevo, otra información cifrada en ese magma eléctrico.

Es un debut discográfico maravilloso, un álbum solar para este 2020 catastrófico a nivel global. Las voces de estas tres cantantes y compositoras, referentes dentro de la nueva escena musical argentina, navegan entre la raíz folclórica, la copla, el funk tropicalista, el cruce de lo ancestral y lo urbano. Un power trío de músicos –guitarra eléctrica, bajo y batería– construyen orgánicamente el hogar sónico donde conviven distintas familias musicales. La fuerza de la tierra pulsa desde abajo, son los cimientos. La hermandad, un nuevo tiempo de revolución feminista, es el mensaje. Soplan vientos de libertad cuando cantan: «Las palabras que yo uso, son pa’ que se eleve el alma. Rompa el cielo, que este grito, nos libere de las penas, y nos una en la armonía, para siempre y por las venas». Que así sea.

 


William Padrón Redpem

WILLIAM PADRÓN (Santiago de Chile)
Hace dos años que llegué a Santiago de Chile, una ciudad que alberga venezolanos como yo desde hace rato, la diáspora más representativa en este momento. El clima está caldeado, recién el estallido social se vio paralizado por la cuarentena tardía. Si ya un sector de la población cuestionaba el manejo del país y su modelo económico, la llegada del coronavirus agudizó el sentir de la gente. Hay una sensación de incertidumbre, la clase menos privilegiada está perdiendo sus trabajos y no existe una contingencia al respecto. La cuarentena no reduce las cuentas por pagar y menos da tregua.

Son días en los que mi labor de padre me ha permitido mayor fluidez comunicacional con mi hijo de cuatro años. Hemos estado revisando clásicos de la música. El catálogo de Desorden Público a partir de su fascinación por La danza de los esqueletos. Me he estado enfocando en mis podcasts: Digo Yo, No Sé y Periodismo Musical. Doy clases online y escribo en blogs venezolanos. Empecé a desempolvar unas ideas de un libro, pero aún no comienzo la escritura formal, solo las escaletas.

Caí en la irrevocable curiosidad de ver La Casa de Papel en Netflix y, aunque en episodios reniego de su guion, terminé la cuarta temporada en la misma tensión con la que se desarrolló todas las temporadas anteriores. Me topé con la película de La resistencia (2020), escrita y dirigida por el venezolano Jonathan Jakubowicz y protagonizada por Jesse Eisemberg (La red social), sobre los primeros días del mimo Marcel Marceau en la resistencia francesa para salvar niños de los nazis.

Aprovechando todo este revisar de raíces, me llegó el libro Rock Vzla (1959-2019) de Félix Allueva, un recuento de sesenta años de historia del pop rock venezolano aglutinado en ensayos e investigaciones como si se tratara de antologías musicales. Descubrir la llegada del rock al país gracias a los trabajadores gringos del petróleo y cómo Venezuela en un momento era considerada el país más vanguardista de movimiento psicodélico en Latinoamérica, así como las dos épocas de éxodo musical, ya sea por la búsqueda de ampliar horizontes o la recién diáspora política. Un libro para entender el fenómeno musical que, de a poco llena recintos y locaciones internacionales, como una comunidad de inmigrantes que celebra el encuentro de sus músicos en momentos de distanciamiento.

El distanciamiento social y familiar por encontrarme fuera de Venezuela me llevó a hacer un playlist de salsa, música que he ido reconectando estas semanas. Pronto se cumplen cuarenta años del disco Maestra vida (1980) de Rubén Blades, una ópera salsa fenomenal. Además, por una invitación de músicos chilenos, se hizo un movimiento llamado #AsíSuenaChile que se extendió a #AsíSuenaVenezuela, para crear playlists que representaran la música de ambos países. Fue un ejercicio colaborativo que trajo buenas canciones.

 


Sobre REDPEM
La Red de Periodistas Musicales en Iberoamérica (REDPEM.IB) tiene como objetivo conectar a los periodistas especializados en música iberoamericana para intercambiar información, generar  contenidos, trabajar en conjunto con otras redes (de productores, promotores, agentes de prensa y festivales), facilitar contactos y compartir miradas sobre la profesión y, fundamentalmente, sobre el tema que apasiona a todos, la música.
Fundada en 2015, REDPEM agrupa hasta la fecha a profesionales de Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Brasil, Venezuela, México, Estados Unidos y España y ha participado en distintos mercados y ferias musicales de América Latina (Circulart de Medellín, Colombia; FIMPro de Guadalajara, México y el Festival Jazz Ecuador) realizando talleres, debates y conferencias.