La misión es conmemorar el Día Internacional de la Mujer –sin ceñirnos de manera responsable al calendario, que finalmente a ellas hay que celebrarlas ése y tantos días más. El juego –lúdico periodismo musical– es recordar el disco de una cantora que cada quien tenga como predilecta; una «referente» por decirlo de alguna manera, una «consagrada». Pero además hacer referencia a otras cuatro que estén renovando el horizonte de la canción iberoamericana. Aquí nuestra primera entrega de varias que vendrán en marzo. Escuchar, reseñar y exaltar a estas mujeres ha sido tan gozoso como volver a su obra.
LARA LÓPEZ (España)
En la imaginación, de Silvia Pérez Cruz & Javier Colina
«Estoy escuchando una canción de Manuel Alejandro (versión flamenca de Se muere por mí la niña), convencida de que ahora tendría que haber revisado la distancia de edad que separaba a aquellos amantes, (Más joven que yo mil veces, mira qué suerte, mira qué suerte, cantaba alegremente Raphael en los platós del mundo) cuando llega No le pegues, mamá. ¡No quiero ni pensar qué le habrían dicho a Lola Flores de haberla grabado ahora! Al hecho de que la tecnología haya cambiado nuestras maneras de escuchar primero y de pronunciar y, por tanto, cantar cualquier idioma, no solo el castellano, se suma este cambio de paradigma sobre qué puede y no ser cantado. Las canciones de antes pasan por un filtro necesario frente a la lectura historicista del que sabremos quedarnos con lo que nos haga crecer como sociedad. O no.
Reflexiones a vuela pluma estos días en los que, a partir del Día de la Mujer y sus conmemoraciones, REDPEM nos plantea un disco de una fémina que haya sido referente en su género. Tardo un rato en dilucidar cómo escoger un solo género entre tantos o qué consideraciones bastarían para destacarlo sobre el resto (¿virtuosismo? Y, si es así, ¿compositivo o interpretativo? Y así, sucesivamente, ya saben por dónde voy). También, en el horizonte, otra cuestión que data ya de antiguo para quien les escribe estas líneas y que intento contrastar con mis compañeros, estableciendo figuras paralelas a las Violeta Parra, Mercedes Sosa, Lhasa, Totó la Momposina, La Lupe, etc. de España. ¿Han probado? Se abren abismos culturales que atisbábamos como estrechas grietas. Busco, les digo, voces con rangos amplios, que adopten con naturalidad registros y perspectivas musicales distintas, que compongan.
Enrique Blanc, Humphrey Inzillo y Betto Arcos me ayudan con sugerencias. Salen las inmensas Vainica Doble, Martirio y su Coplas de madrugá, Jerez de La Macanita, Mi cante y un poema de Estrella Morente. Le doy vueltas a Carmen Linares y su inconmensurable Antología: la Mujer en el Cante. Y, al hilo, alguien añade a La Niña de los Peines y Tía Anica la Piriñaca. Si hubiéramos seguido un rato más, me habrían derrotado por goleada por la profundidad con que conocen nuestro acervo.
Finalmente, me he decantado por esta delicatessen de (la celestial, Betto dixit) Sílvia Pérez Cruz junto al contrabajista Javier Colina. Por supuesto, la temática pesa en este caso, ya que la gerundense y el navarro liderando su trío, rendían tributo a Marta Valdés, a María Grever, al filin, a Cuba. Les sugiero que añadan cuanto antes los discos firmados por Pérez Cruz en solitario, como 11 de noviembre y su muy reciente Farsa (género imposible), en los que el arrebato de otras lides se diluye en favor de su brillantez como escritora y compositora. De este último y en este contexto, mención especial merece Plumita, creada a partir de un texto de Mauricio Rosencof, periodista uruguayo tupamaro que la dictadura encarceló junto a Pepe Mujica y Fernández Huidobro, cuya historia fue relatada en la película La noche de 12 años (2018) de Álvaro Brechner, premio al mejor guion adaptado en los Goya 2019. Sílvia Pérez Cruz es además bisagra entre las grandes voces de este país, de las ya mencionadas a Luz Casal, Bonet, Rossell, Mayte Martín, o las más recientes: Rosalía (no se pierdan su disco Los Ángeles), Rozalén, Soleá Morente o María Arnal, que saca estos días disco nuevo con su dúo junto a Marcel Bagés, tras grabar Anda, Jaleo junto al Kronos Quartet, con un poderío incontestable. Anoten también las otras cuatro propuestas».
Lilith, de Maria Rodés (España)
Ora pro Nobis, de Tarta Relena (España)
Colección de canciones sencillas, de Lorena Álvarez (España)
Perifèria, de Clara Peya (España)
JUAN CARLOS HIDALGO (México)
Arpía, de Cecilia Toussaint
«A mitad de la década de los 80, la lucha del rock mexicano por ganar visibilidad y espacios comenzó a rendir frutos. Una serie de artistas, en la Ciudad de México, protagonizaron la salida de los hoyos fonqui y otros nichos marginales para comenzar a mostrarse en universidades y lugares míticos donde tocar en vivo, como Rockotitlán.
Cecilia venía de una familia de jazzistas (sus hermanos son figuras relevantes) y también conoció el movimiento de canto nuevo y la trova, pero posee una energía exuberante de naturaleza eminentemente rockera. En el disco debut de la cantante sobraba una personalidad magnética, fuerte presencia escénica y una voz poderosa; una combinación ideal para decantarse por grandes letras y fuerte influencia literaria de una vena callejera e irreverente.
El fenómeno del documental Rompan todo y la polémica causada por la ausencia de esta enorme artista entre los participantes ha devuelto a la agenda nacional a un disco que de alguna manera es insignia de llamado rock urbano y reflejo de la verdadera independencia.
La Toussaint acertó al momento de elegir composiciones del enorme Jaime López, así como de Pepe Elorza, para conformar un disco repleto de clásicos instantáneos del rock mexicano, como Prendedor, Corazón de cacto, Me siento bien pero me siento mal, Tres metros bajo tierra y Ámame en un hotel. Además del punto de inflexión a nivel letrístico que trajo consigo La primera calle de la soledad (a media realidad me bajo, que país…) compuesta por López y en la que aludía también al Palacio Nacional (figura antes intocable).
Fue producido por el chileno Carlos Narea, quien había trabajado para Nacha Pop, por lo que le inyecto un tratamiento especial a las melodías y a las guitarras (sobresalientes en los solos). Doce canciones emblemáticas del ir y venir del rock hecho en suelo azteca».
Diez cartas a mi abuelo: Carta 1: la leyenda del rey sol (sencillo), de Arancha (México)
Se busca (sencillo), de Mare (México)
Reyna, de Niña Dioz (México)
Nave especial, de Ruzzi (México)
HUMPHREY INZILLO (Argentina)
Litoral, de Liliana Herrero
«Como sostiene el sociólogo Horacio González en el breve texto que hace las veces de liner notes de Litoral (2005), el disco propone en primer lugar una geografía. Se trata de un trabajo conceptual en torno a la región de la que es oriunda Liliana Herrero, esa profesora de filosofía que, estimulada y apadrinada por Fito Páez, se lanzó como cantora y, por la profunda expresividad de su voz, en combinación con una mirada iconoclasta de las músicas folclóricas, fue señalada por Mercedes Sosa como su heredera artística.
Dos ríos trazan la línea estética y le dan nombre a las dos partes de este trabajo: el Paraná, que revisita el cancionero argentino (puso en valor la obra de Ramón Ayala, junto a piezas de Piana y Manzi, Juan Falú y Armando Tejada Gómez); y el Uruguay, con músicas de la Banda Oriental, con el eje en la obra de Osiris Rodríguez Castillos (Gurí pescador, Salto grande), en combinación con Daniel Viglietti, Ana Prada y Fernando Cabrera, cuyo rol aquí supera el del mero artista invitado.
De Fito Páez al brasileño Arismar Do Espírito Santo, Litoral ostenta una lista de colaboradores que es un verdadero seleccionado: Raúl Barboza, Hugo y Osvaldo Fattoruso, Rubén Rada, Edu “Pitufo” Lombardo, Daniel Maza, Carlos Aguirre, Mariano Cantero, Martín Pantyrer, Facundo Guevara, Juan Pablo Chapital y Pablo Bendov, entre otros, construyen una estructura musical que es la escenografía perfecta para ese mapa emocional que, recorrido por la voz de Liliana Herrero, se transforma en una experiencia hipnótica y trascendental. Una verdadera Obra Maestra».
Sofía Viola (Argentina)
Micaela Basadoni (Argentina)
Melani Luraschi (Uruguay)
Chabela Ri (Paraguay)
MERCEDES SANZ (Venezuela)
Tree Of life / Árbol de la vida, de Lila Downs (México)
«Es como un canto que brota desde el vientre de la Tierra, y se riega por las montañas y los ríos. Es como una voz ancestral que nos viene a contar vivencias de nuestros antepasados, leyendas, mitos, y toda una cosmogonía que se ha mantenido a través de las generaciones. Es también un lamento, una enseñanza, un eco, una fuerza que nos recita quiénes somos, de dónde venimos y, a dónde vamos.
Son algunas sensaciones que despierta el segundo disco de la mexicana Lila Downs. El nombre ya lo dice todo. El significado del árbol, que representa la vida de la naturaleza y también de la humanidad. Cerro de Yucuninu, mi aprecio es para ti, / tú alimentas a tantos animales, y cuando sufres incendios, te quedes sin bosque. / ¡Qué triste!, dice la primera estrofa de la pieza Yunu yucu nin. Es un poema, en mixteco, de Juan de Dios Ortiz. Aquí notamos el amor por la montaña. Es un llamado a preservarla y a cuidar todo cuanto habita en ella. Ese dolor por el daño que sufre, a causa de los incendios, se siente en la interpretación de Downs, a través de su voz herida.
Trece canciones que hablan de dioses, la naturaleza, la muerte, los seres queridos, las tradiciones, las ausencias; en español y en lenguas indígenas. Downs hace una combinación entre lo autóctono y lo moderno de tal forma que cuesta separarlos. Escuchamos tambores de barro con guitarra eléctrica; o sonajas y flautas de carrizo con trompetas; acompañando esa voz lacerante y profunda, como poseída por chamanes y deidades que no nos abandonan».
Reflexión, de Las Añez (Colombia)
Acts Of Rebellion, de Ela Minus (Colombia)
Farsa (género imposible), de Silvia Pérez Cruz (España)
Cantos de miel y romero, de Andrea Paola (Venezuela)
RAÚL CACHAY (Perú)
«Zamba puta», de La Lá
«Entre las múltiples voces femeninas que han venido enriqueciendo el panorama musical peruano durante la última década, la de La Lá ha probado ser una de las más originales, perdurables y evocativas. Su álbum de debut, Rosa, editado en 2014, la reveló como una cantautora de una voz cautivadora y versátil, con un talento muy singular para componer canciones que funcionaban como delicadas miniaturas atosigadas de una poesía que, si bien transitaba libérrimamente entre la metáfora y el arrebato intimista y confesional, nunca dejaba de ser profundamente femenina.
Su segunda producción, aunque más breve que la anterior, significó un paso hacia adelante gigantesco para la artista nacida en 1982 bajo el nombre de Giovanna Núñez, sobre todo en el aspecto estrictamente musical de sus composiciones. En “Zamba puta”, La Lá recorre una paleta estilística ciertamente diversa –en sus canciones se puede rastrear la influencia de géneros como el valse y el tondero peruanos, el jazz, el rock, la MPB o la canción popular de protesta, entre otros, en algunos casos en un mismo tema–, para formular un conciso pero luminoso breviario de “lo que nos hiere y lo que amamos quienes nos identificamos con el género femenino”, como ella misma lo explica en un texto incluido en el libreto del disco.
El propio título del álbum, más que un afán provocador, supone una invitación a la reflexión. “Es una forma de agredir a las mujeres por su apariencia física y por su libertad sexual”, declaró La Lá al diario El País, en una entrevista concedida a propósito de sus primeras presentaciones en Madrid. Pese a ello, “Zamba puta” no es un disco confrontacional o atormentado, sino todo lo contrario, incluso cuando la compositora decide asumir el punto de vista de un feminicida, como en la devastadora Entera (Cómo te quiero sin cortarte en pedazos / Dame algún mérito en algo).
Tan cerca de Chabuca Granda como de Joni Mitchell, Marisa Monte o Violeta Parra, La Lá aprovecha en “Zamba puta” las posibilidades que ofrece el estudio de grabación como nunca antes lo había hecho, para lo que contó con la asesoría de un productor de amplia experiencia, como Juanito El Cantor (nombre artístico del argentino Juan Ignacio Serrano), además de un notable elenco de músicos invitados, como Fil Uno (violonchelo), Teté Leguía (contrabajo), Laura Robles (percusión y bajo), José Pablo Menajovski (guitarra), María Laura Bustamante (melotrón) y Alonso Núñez (el hermano de la cantautora, quien la acompaña en los coros de la canción Linda Bler), entre otros.
El flamante Milagros, el primer adelanto de su inminente tercer álbum, es un magnífico indicio de lo que podemos esperar de sus futuras exploraciones musicales: una canción de amor en clave de bachata que, en tiempos tan difíciles como los que nos está tocando vivir, suena exactamente como ese rayo de luz que todos esperamos encontrar cuando por fin lleguemos al otro extremo de este túnel tan amargo».
Verano infierno, de Fernanda Perochena (Perú)
Posguerra, de Dafne Castañeda (Perú)
Si fueran eternas estas madrugadas, de Emilia F (Perú)
Bicolor, de Naomi Pérez (Perú)
RODRIGO PINCHEIRA (Chile)
El gavilán. Tributo a Violeta Parra, de Sofía Rei
«Violeta Parra es intocable. Ella y su obra están tan alto que es difícil alcanzarla o al menos acercarse. Cuando se celebraron los cien años de su nacimiento hubo conciertos, homenajes y discos. La mayoría apenas pellizcó su aura pero Sofía Rei puede ser una maravillosa excepción gracias a su elevada imaginación, conocimiento y osada lectura del corpus musical de la autora de Gracias a la vida.
Este álbum es un tributo tan acertado y cautivador que tan solo ocho canciones acrecientan la leyenda y el legado de Violeta, ícono cultural chileno junto a Pablo Neruda y Gabriela Mistral. Este corpus es reinterpretado de tal modo que lo esencial revive hacia dimensiones insospechadas, profundizando sus materiales folclóricos instrumentales o vocales, haciéndolos dialogar con procedimientos sonoros contemporáneos como loops, atonalidades, minimalismo, disonancias y overdubbing vocal. Ejercicio seductor que le permite a Rei comentar esta obra y situarla en un campo de relaciones originales, especialmente con el estudio de grabación (participaron cuatro sonidistas), invitándonos a nuevas escuchas de canciones reinterpretadas hasta el cansancio.
Bastaron solo las guitarras calladas y recogidas de Marc Ribot y el arsenal vocal e instrumental de Sofía para que este repertorio se pudiera volver objeto único y no éxitos desprendidos de su sentido original. Además de la pieza que da origen al nombre del álbum, la magnífica Una copla me ha cantado y Run run se fue pal Norte (con Ángel Parra en guitarras) pueden representar la estética de todo este disco que pone una vez más a Violeta Parra frente a nosotros con sus misterios y epifanías».
Ciénaga, de I.O. (Chile)
Lo más cerca posible, de Magdalena Mattey (Chile)
Todas íbamos a ser reinas, de La Chinganera (Chile)
Tornasol, de Elizabeth Morris (Chile)
BETTO ARCOS (Estados Unidos)
Noche criolla, de Toña La Negra (México)
«Antonia del Carmen Peregrino Álvarez nació en una familia de músicos en el puerto de Veracruz, en la costa del Golfo de México. Comenzó a cantar en eventos sociales, concursos de música y carnavales a temprana edad. El nombre de Toña la Negra vino después. En 1932, cuando tenía veinte años, se mudó con su esposo e hijo a la Ciudad de México. Fue “descubierta” por la estación de radio XEW, la creadora de estrellas de la época.
Poco después, Toña La Negra conoció a uno de los compositores más importantes de México, Agustín Lara, y su carrera despegó. Cuenta la leyenda que fue Lara quien la nombró Toña La Negra y escribió canciones especialmente para ella, incluidas en uno de sus mejores discos titulado Noche criolla. Lara encontró su musa en Toña La Negra y ella se convirtió en el vehículo de su exploración musical de la contribución negra a la cultura mexicana.
Desde principios de la década de 1930 hasta mediados de la de 1950, Toña La Negra se enfocó en actuar, hacer discos y programas de radio y apareció en más de veinte películas, como intérprete y actriz. Su voz conserva ese poder inigualable: más de cien años después de su nacimiento, la gente sigue escuchando a Toña La Negra y Noche criolla».
La Marisoul & The Love Notes Orchestra, Vol. 1, de La Marisoul (Estados Unidos)
Maradentro, de Eugenia León (México)
Tu continente, de Victoria Sur (Colombia)
Fuerza arará, de Telmary (Cuba)
La Red de Periodistas Musicales en Iberoamérica (REDPEM.IB) tiene como objetivo conectar a los periodistas especializados en música iberoamericana para intercambiar información, generar contenidos, trabajar en conjunto con otras redes (de productores, promotores, agentes de prensa y festivales), facilitar contactos y compartir miradas sobre la profesión y, fundamentalmente, sobre el tema que apasiona a todos, la música.
Fundada en 2015, REDPEM agrupa hasta la fecha a profesionales de Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Brasil, Venezuela, México, Estados Unidos y España y ha participado en distintos mercados y ferias musicales de América Latina (Circulart de Medellín, Colombia; FIMPro de Guadalajara, México y el Festival Jazz Ecuador) realizando talleres, debates y conferencias.