La Red de Periodistas Musicales de Iberoamérica se solidariza con la gesta que lleva al frente el pueblo colombiano en pos de su soberanía y el respeto de los derechos humanos. Convocados por la periodista Luisa Piñeros, ésta es una de las varias entregas que la REDPEM realiza exaltando la fuerza, diversidad e importancia que la música tiene en ese país.
«Todos tenemos una historia con Colombia, un recuerdo, un amigo, un amor, una canción, un sabor, algo que nos va a remitir a este país que atraviesa una dura encrucijada por cuenta de la soberbia de sus gobernantes. Somos miles, miles y miles los que vivimos con la convicción de que no habrá poder humano que nos arrebate la alegría, la creatividad y la musicalidad que brota a flor de piel en cada esquina de esta nación agobiada y hastiada de tanta violencia. Somos miles los que entendemos la necesidad de limpiar a fuerza de buena energía, tanta guerra, tanta muerte injusta, tanto dolor. Como periodistas musicales del continente nos unimos para rodear a Colombia y su bonita gente, para hacerle saber al mundo que hay otra historia, un lado b de país, que se ha contado a través de la música, nuestra mejor carta de presentación.
Gracias colegas por sumarse a este llamado que nos reitera la importancia de sentirnos hermanos abrazados y enlazados por la música». Luisa Piñeros.
LUISA PIÑEROS (Colombia)
Bonito que canta, de Petrona Martínez
«Colombia es un país lleno de complejidades, una nación que se debate entre las decisiones delirantes de sus mandatarios y la lucidez musical y cultural que se respira en cada rincón. Con esta reseña discográfica, dejo testimonio de ese lado invisible que es el que en realidad nos representa a muchos de los que por fortuna nacimos en este país que atraviesa un periodo de luto. Hasta que cese la horrible noche, citando el himno nacional, seguiré escribiendo, hablando y haciendo música para aprender a escucharnos.
Cuando tenía sesenta y tres años, Petrona Martínez editó el álbum Bonito que canta. Esta mujer de carácter dulce y con una sonrisa permanente en el rostro, hacía 2002 estaba viviendo su momento estelar en la música. Nunca imaginó que su voz le iba a dar la vuelta al mundo, que esa vida sacando arena en los arroyos de su natal San Cayetano y posteriormente Palenquito donde se radicó, se iba a transformar en algo más prolífico.
Antes de la llegada de Bonito que canta, Petrona ya había publicado de manera incipiente el álbum Colombie: le bullerengue (1998), La vida vale la pena (1999), discos que no tuvieron mayor repercusión comercial pero que sí le abrieron una primera puerta en el mercado de la world music.
La reina del bullerengue no advertía lo que le iba a traer Bonito que canta. Fue de la mano de Rafael Ramos Caraballo como consiguió una nueva mirada a sus composiciones, que no eran más que un puñado de relatos y vivencias sobre la cotidianidad de su pueblo. Canciones con un aura artesanal, espontáneo, provenían de la imaginación de esta mujer que en su alma alberga la sabiduría de sus ancestros y las enseñanzas de su abuela, tías y madre, de quienes aprendió los asuntos del canto.
En 2001 para la grabación de este disco, Petrona cruzó el continente para llegar de las empolvadas calles de Palenquito, al frio absorbente del Reino Unido. Junto a los músicos y su productor Rafa Ramos, se instalaron en un barrio de inmigrantes en Bristol para comenzar una aventura que duró tres meses en una ciudad desconocida y ajena para ella, lejos de su arroyo, sus animalitos, y los casi treinta y conco grados de temperatura. El resultado de esos tres meses de trabajo constante, sacrificio y nostalgia por el hogar, se escucha en doce canciones que se han convertido en patrimonio para la música afrocolombiana.
Bonito que canta reúne la esencia de esta mujer de origen campesino, cuyas raíces naturalmente provienen de algún lugar en África. En ella está contenida una herencia cultural que sin saber leer o escribir a la perfección, pudo materializar a manera de canciones. La prueba más fehaciente es el tema La vida vale la pena que compuso una tarde sacando arena del arroyo. Un homenaje al trabajo arduo de las mujeres y hombres que subsisten gracias a esta labor.
Uno de los momentos más sobrecogedores del disco es la versión de Tierra santa al lado de Totó la Momposina. A ritmo de bullerengue, estas dos voces se encontraron para honrar el lugar de nacimiento de Petrona y a su vez, exaltar la figura del tamborero, vital en estas músicas. Toda la herencia negra se siente en el canto de Mi mamá ábreme la puerta. Un bullerengue a capela con un toque supersticioso en el que se menciona al diablo, una figura recurrente en las músicas del caribe.
Pero esa nostalgia se rompe abruptamente con El parrandón, una canción a ritmo de chalupa que suena más a un testamento cantado de doña Petrona, advirtiendo qué debemos hacer el día que ella parta al más allá: “El día que yo me muera que formen un parrandón. Que vengan mis compañeros que toquen y beban ron”. Llama mucha la atención A recogé-correrá la bolita, un canto de arrullo que suena a ronda infantil. Este tipo de temas es muy usual en el Caribe colombiano, donde los niños aprenden la música a través de las adivinanzas, juegos. Bueno, lo curioso es que las voces de niños y niñas de la escuela Weston All Saints que aparecen en este corte, no hablaban ni una gota de español. Ahí estuvo la magia de Rafa Ramos como productor y arreglista.
Este fue el primer disco de Petrona que logró distribución a nivel nacional en Colombia gracias a el sello MTM. Y eso no es todo, logró una nominación al Grammy Latino como Mejor álbum de folclore en 2002. No se llevó el galardón, pero sí hizo que Petrona Martínez quebrara los paradigmas de la industria. Una mujer de origen humilde que fue descubierta en 1984 cuando cantaba en el arroyo mientras lavaba ropa, una mujer que cuidó de todos sus hijos y nietos, una mujer aguerrida, alegre, resistente. Una mujer que le ha dado identidad a un país que no se conoce así mismo.
A pesar de estar limitada físicamente para cantar, debido a una isquemia cerebral sufrida en 2017, sabemos que hay un legado y que un capitulo en la historia de la música lleva su sonoro nombre.
Petrona es una contadora de historias por naturaleza. Si no lo creen, denle play a este álbum y al final no les quedará duda de lo bonito que canta.
HUMPHREY INZILLO (Argentina)
En el maravilloso mundo de Ingeson, de The Speakers
«Banda pionera en la escena del rock en Bogotá, The Speakers grabó en 1968 una obra maestra. Fue el último eslabón de su discografía y fue, también, la primera producción musical independiente y autofinanciada realizada en Colombia. Después de haber sido rechazados por todas las casas disqueras del país, decidieron embarcarse en esa aventura propia y consiguieron en apoyo del empresario Manuel Dezner, propietario de los estudios Ingeson, que les cedió las instalaciones a cambio de que el nombre figurara en el título del álbum.
La conjunción es fantástica, porque Ingeson podría ser una tierra mágica de una novela del género fantástico o una figura mítica. Suena a eso. Y todo lo extraño y sugerente de ese título está en este disco, experimental, arriesgado y difícil de clasificar. Aunque hay sonoridades que escapan a la instrumentación clásica del rock de la época, no hay referencias a la riqueza folclórica de Colombia, sino más bien referencias a canciones juglarescas, y una orquestación que incluye oboe, clarinete, flauta dulce, tuba, trompeta, saxo tenor y bombardino. Psicodelia pura, llena de experimentos sonoros y letras que remiten a un clima de época global: el Mayo del 68, el empoderamiento juvenil, la Guerra de Vietnam. Hay canciones que parecen consignas (Si la guerra es buen negocio, invierte a tus hijos), en un contexto de música y delirio.
Elijo reseñar este álbum por razones musicales y, también, sentimentales. Fue un regalo de mi amigo-hermano Luis Daniel Vega y del benemérito Mario Galeano Toro, responsable de la fantástica reedición en CD de este álbum descatalogado, en mi primera visita a Bogotá. Fue en 2010 y también fueron mis guías a una excursión por disquerías ocultas del centro de la ciudad, en una mañana inolvidable que atesoro entre los recuerdos mágicos de hermandades melómanas».
MERCEDES SANZ (Venezuela)
Canción psicotrópica y jaleo, de El Ombligo
«¿Es posible que exista un disco basado en Andrés Landero, John Zorn, Ornette Coleman, Medeski Martin & Wood y Charles Mingus? Aunque se trata de músicos diferentes, sí es posible que coexistan en un mismo concepto. Precisamente, este fue el desafío que se propuso el bajista y contrabajista bogotano Santiago Botero con El Ombligo y su álbum de debut.
Si hay que hablar de experimentación musical a partir de sonidos tradicionales colombianos y el jazz, sin duda que El Ombligo es una referencia obligada de las dos últimas décadas. El proyecto es un power trío de free jazz, y en esta ocasión, se inspira en la música tradicional del multiinstrumentista Andrés Landero para “deconstruirla”, como refiere el mismo Botero.
Son once piezas, de la autoría de Botero, con ambientes hipnóticos, hechos con el contrabajo, el saxo tenor de Natalio Sued y la batería de Marcos Baggiani. Se escuchan bases de cumbias de San Jacinto y sobre ellas las más libres ejecuciones jazzísticas con toques hasta psicodélicos y de rock noise.
El oyente puede oír un contrabajo que zanja la línea sobre la que los otros instrumentos van aportando, o piezas lúdicas como Al son de tres patines, que comienza con reverberaciones al estilo dub para luego dar entrada al jazz. Canción psicotrópica y jaleo es diversión, abstracción y sorpresa».
FERNANDO ROSA (Brasil)
Toma tu jabón Kapax, de Los Pirañas
«Siendo un habitante del sur de Brasil, en Rio Grande do Sul, frontera con Uruguay y Argentina, la música de la región estuvo siempre muy presente en mi universo musical. Sin embargo, después de subir –musicalmente– hasta el norte de Brasil, la música colombiana ganó un enorme espacio en mi player y en mi estante de discos. La cumbia, los géneros afrocaribeños y la música moderna del país, me abrieron un camino para conocer clásicos y nuevos artistas de esa tierra.
Entre varios grupos, uno de ellos –particularmente un disco–, se destacó en mis aventuras al descubrir música. El grupo Los Pirañas, formado por Mario Galeano (bajo), Eblis Álvarez (guitarra) y Pedro Ojeda (batería). El disco, Toma tu jabón Kapax, lanzado en 2011 por el sello independiente Festina Lente Discos. Un grupo y un disco, en contacto con la expresión más avanzada y experimental de la música colombiana actual.
La base de su sonido es música popular presentada de una manera actualizada, con referencias universales. En total son once instrumentales que pasan por varios géneros y ritmos de ese país y del continente. La síntesis del proyecto y de la musicalidad del trío está en la cara Lambada de Oceania, África e América (eran un mismo continente). Después llegarían otras sorpresas sonoras de las manos de cada uno de los Pirañas como el proyecto Ondatrópica, Meridian Brothers, Frente Cumbiero y Romperayo.
Se presentaron en el escenario del Festival Mapa de Todos, que acontece en Porto Alegue, capital de Rio Grande do Sul. Hoy, al disco de esta reseña, se suman varios otros que recomendamos para quien sueña en una América Latina unida, vibrante y moderna. Viva el pueblo colombiano, la música y los músicos de ese país. ¡Colombia somos todos!».
BETTO ARCOS (Estados Unidos)
Camino de la patria, de Victoria Sur y Susana Baca
«Hay canciones que por su contenido melódico dejan huella y se quedan en la memoria. Pero hay canciones que por su melodía, por su contenido lírico y por su manera de abordar un tema de actualidad, se convierten en himnos. Tal es el caso del poema Camino de la patria, original del poeta colombiano Carlos Castro Saavedra, musicalizado por la cantautora Victoria Sur.
Este himno por la paz cuenta con la colaboración especial de la gran Susana Baca del Perú, que al unirse a una de las grandes voces de Colombia, le dan voz al continente. Victoria Sur dice que este canto es una plegaria: “Por nuestro país, por nuestra América, por un renacer de nuestras naciones. Con nuestras voces elevamos este canto unido desde Colombia y Perú, naciones hermanas, con la firme convicción y la fuerza para seguir creyendo en una paz posible. Susana Baca, una artista que para mí ha sido faro y uno de mis grandes referentes, ha aceptado generosa esta invitación y me ha pedido compartirles que este canto lo ofrece desde el profundo amor que siente por Colombia y por nuestra América”.
El colombiano Carlos Castro Saavedra era conocido en su época como “El poeta de la paz”. Victoria Sur cuenta que lo descubrió inicialmente por los poemas que musicalizó el tiplista colombiano Gustavo Adolfo Rengifo. “Luego, en mi anhelo por encontrar un refugio poético frente a todo lo que acontece en los últimos tiempos en mi país, me encontré con las palabras profundamente esperanzadoras de este poeta”. Susana Baca observa: “Cuando leí el poema tuve dos latidos en mi corazón: uno en la palabra escrita, que tiene en sí misma su propio eco; el otro, en la musicalidad, que reclama una voz para cantarlo”.
El poema Camino de la patria habla con dulzura al hijo, a la madre, a quienes han padecido los dolores de la guerra. Es un poema que exalta la virtud humana y habla desde la esperanza: Cuando de noche grupo de fusiles / no despierten al hijo con su habla / Cuando al mirar la madre no se sienta / dolor en la mirada y en el alma…solo en aquella hora / podrá el hombre decir que tiene patria».
HOMERO ONTIVEROS (México)
La culpa, de Andrés Correa
«Andrés Correa transita el camino del cantautor iberoamericano, el del songwriter que busca encontrar su propia voz a través de las canciones. Si en trabajos anteriores había tenido un acercamiento a texturas entre el jazz y lo acústico, en La culpa, su reciente producción, camina entre las calles del rock pop. Esto no es extraño si tomamos en cuenta que el rock argentino, en figuras como Charly García y Luis Alberto Spinetta son influencias reconocidas por el mismo Correa, aunque como bien menciona, siempre hay una tendencia a no hacerlas tan evidentes en su música. Algo que queda muy claro a lo largo de los once temas que conforman este disco en los que, desde luego que encontramos la influencia argentina, pero superada por la búsqueda de la voz propia.
La culpa es un trabajo cocinado a fuego lento. Si bien hay canciones que datan de 2009, hay otras de actual manufactura. Es aquí donde radica la magia del arte y la paciencia del artesano encontradas en el disco: a pesar de haber sido compuestas en diferentes momentos en el tiempo, los once temas logran formar un mismo universo sonoro y temático. Aunque se trate de canciones sueltas, al agruparlas en un solo disco encuentran su lugar en ese universo.
El hilo conductor que va conectando entre sí a las canciones está formado por el sonido rock pop con el que han sido vestidas, y además, por la psicología de los personajes que habitan en éstas. Vuelvo a la magia del arte, y de la música en este caso: si uno intenta escuchar todo el disco como una sola historia, con un personaje principal, seguro le encuentra sentido. En este renglón encontramos la importancia del título. Primero porque es ahí donde se encuentran todas las canciones, ya que cada uno de ellas aborda un cierto concepto de la culpa, entonces el título las abraza a todas y así termina de formar el disco, con un concepto unificador.
Andrés se suma a un grupo de cantautores que buscan alejarse de las tendencias; comenzando por el hecho de armar un disco completo en tiempos en que predomina el single. Acá es donde se vuelve a notar el fuego lento, al dejar que las canciones fueran apareciendo hasta completar el trabajo. Hay otro punto importante en esta producción: muchos músicos invitados; por ejemplo los peruanos Alejandro y María Laura, o su compatriota Jaison Neutra, además de Cavito Mendoza y Santiago Benavides, entre otros. Esto ocurre por el deseo de Correa de crear una red creativa latinoamericana, sumar músicos que aporten y enriquezcan la obra más allá de buscar popularidad. Creación y participación en pro de la canción. Así, por ejemplo, en el tema de apertura, La culpa, están detrás las manos y la ayuda de Ulises Hadjis y El David Aguilar.
La culpa se grabó en distintos países: México, Argentina, España, Perú y se mezcló en Australia, bajo la producción del mismo Andrés. Si bien la tendencia por momentos se direcciona hacia el minimalismo, Correa no escatima a la hora de producir este disco dejando que haya muchos instrumentos y arreglos conviviendo entre los temas. Esto le da una extensa paleta de colores sonoras y matices tanto como los países que recorrió en su proceso.
Estamos ante un disco en el que Andrés habla con voz propia, un disco de temas atemporales con aires de confesión, un disco donde se habla de la culpa para buscar la redención. Acá no hay hilos negros, lo que hay es una bandera como canción».
La Red de Periodistas Musicales en Iberoamérica (REDPEM.IB) tiene como objetivo conectar a los periodistas especializados en música iberoamericana para intercambiar información, generar contenidos, trabajar en conjunto con otras redes (de productores, promotores, agentes de prensa y festivales), facilitar contactos y compartir miradas sobre la profesión y, fundamentalmente, sobre el tema que apasiona a todos, la música.
Fundada en 2015, REDPEM agrupa hasta la fecha a profesionales de Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Brasil, Venezuela, México, Estados Unidos y España y ha participado en distintos mercados y ferias musicales de América Latina (Circulart de Medellín, Colombia; FIMPro de Guadalajara, México y el Festival Jazz Ecuador) realizando talleres, debates y conferencias. Más información aquí.