Con tintes de romanticismo o con mucho desencanto, el pop de alcoba es un subgénero emotivo. Este espíritu es encarnado a la perfección por la banda costarricense Soap, que con un tono de melodrama logra que algunas almas conflictuadas se identifiquen con su mensaje.
De vez en cuando nos topamos con un artista o banda potencialmente genial que nos hace sentir incómodos por lo similar que suena al lado de otras obras contemporáneas. Quien esto escribe siempre se ha jactado de pertenecer a la escuela de pensamiento de que no toda la música necesita ser inventiva y que el concepto de originalidad es banal y subjetivo. Soap, una agrupación de Costa Rica pero radicada en París, cumple los requerimientos anteriores.
Sus singles son melodías vocales que trabajan al servicio de la armonía. Incluso si a veces se trabajaba demasiado, dar forma a estas canciones requirió tomar prestadas herramientas narrativas de algunos de sus contemporáneos, y eso está bien.
Al fin y al cabo, este es un proyecto que suena influenciado por la vanguardia y el pop de dormitorio, pero también por la gracia terrenal de alguien como Jeanette, en su versión de El muchacho de los ojos tristes.
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