Para algunos músicos sonar con naturalidad y fluidez es algo que tarda años, incluso décadas. El salvadoreño Héctor Rico lo está consiguiendo en sus primeros pasos, sin que esto signifique limitar su hambre de exploración. Su último sencillo, Mala vida, da cuenta, además, del interesante letrista que es porque propone una canción decididamente polisémica que puede leerse en claves como un crítica a la moralidad social, un relato sobre la vida del migrante o desde la narrativa de un ex privado de libertad.
«Ante los ojos del mortal, nada más que un criminal, enfermo de la vida y de la sociedad. Las miradas me persiguen, los rumores me desvisten, ya mi nombre es prohibido, ilegal es mi apellido», canta Héctor Rico en clara referencia a Clandestino de Manu Chao, pero con un espíritu más cercano al de su primera etapa como Mano Negra, donde también hubo un tema titulado Mala vida, del que Rico cuenta que no se enteró hasta tener terminada su canción. Al fondo de los coros: una voz femenina que corresponde a Gabriela Pereria, una arista emergente que también aportó ideas para el tema.
Si buscamos etiquetas, Mala vida podría denominarse indie pop norteño, un nuevo color para la paleta de este salvadoreño que ha explorado diversos puntos de partida, como la bossa nova en Mujer diabla, el reggae en Señor diputado, el bolero en Anormal o el indie pop de Mi musa. Las últimas dos se suman a Mala vida como parte de una trilogía trabajada con Panela Music, integrada por sus connacionales Ernesto Figueroa y Ángel Vidal, dando una continuidad a la calidad de su producción.
Desde 2019, Héctor Rico construye su nombre ladrillo por ladrillo, a su ritmo, procurando que cada pieza sea fuerte. Ante el abrumador número de producciones diarias que las plataformas musicales ofrecen, los que buscan entregar productos acabados y sin depender del ritmo de moda merecen nuestra atención, por elegir la mala vida.
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