El Columpio Asesino tiene un doctorado en la asignatura de tralla apocalíptica y sigue dando cátedra al respecto en este nuevo corte, que juega de nuevo con el fraseo tenso y la contundencia en los versos para dejar al personal inquieto. Ah, y con ganas de bailar mirando a un punto fijo en el techo.
Te deja mal cuerpo, y quieres más. Es el muy lógico contrasentido que podría resumir la música de El Columpio Asesino, banda navarra con más de dos décadas de trayectoria que acaba de publicar La niña chica, su última reflexión sobre el mundo que nos rodea y, de alguna manera, nos ahoga.
Las letras del Columpio suelen navegar por las autopistas más oscuras, siempre a una velocidad sostenida, poniendo los puntos sobre las íes más inquietantes. Un muro de sintetizadores crea la atmósfera, guitarras punzantes aliñan las estrofas y la voz de Albaro Arizaleta hace una vez más de mantra llamando a la oración de las huestes perdidas, de las ovejas que querían ser negras y se quedaron en grises. «Todo el mundo sabe que nada va a cambiar» es el verso clave, y figuras metafóricas (o no) del reino animal presentes de manera habitual en la iconografía de la banda rematan el bodegón: ratas, perros, ardillas, cerdos y peces. La siguiente pedrada en la conciencia está a la vuelta de la esquina.