Con una guitarra y una voz superlativa, el mensaje para sus ex en A todos mis amantes da forma a un nuevo ejercicio de responsabilidad emocional: el nuevo single y videoclip de Rigoberta Bandini.
Es casi imposible hacer un listado completo de las canciones que la historia del pop ha dedicado al desamor. Un millón de corazones rotos deambulan en los viejos casetes, pero pocas hay desde el lado opuesto, un tema escrito por la que rompe, la que convierte al novio en ex-novio.
Así, Rigoberta Bandini busca expiación y penitencia pública: «Si con Julio Iglesias quise apropiarme de ser la truhana y la señora, ahora quiero ocupar este espacio». Un orgullo de reafirmación, nada de edulcorantes, imágenes de corrosiva decadencia, de ironía, un ingenio, el de Rigoberta Bandini, que es rasco esencial en su música.
Con solo los acordes de una guitarra, la voz de Paula Ribó se eleva dentro del imaginario que recuerda a las grandes de los 70. Desde Cecilia a Joan Baez pasando por Chavela Vargas y con el aderezo de una contundente línea de bajo y armonías vocales. Sin electrónica ni música disco, más cerca de la Carly Simon de I’m So Vain o de las grandes voces de la canción mexicana como Cecilia Toussaint o Lila Downs.
Intensidad pegada la vida, autodescubrimiento en una narradora que valora la libertad sobre todas las cosas. Ella misma dice: «Ser madre y decir que no siempre he sido responsable emocionalmente con mis parejas, pedir perdón y también enviar a la mierda». Así que la autora de himnos recientes del pop español como Ay Mamá o Perra nos entrega, de vuelta, un ejercicio de responsabilidad emocional, una carta abierta que demuestra que la comunicación entre dos personas sobrevive al naufragio y tiene que servir como punto de partida.