El avance audiovisual de Hijos del pueblo es una muestra fiel de la magia que brotó entre el aragonés y el bonaerense en la tanda de conciertos compartidos en México el pasado otoño. Con Gustavo Cerati muy presente, por supuesto: queda claro que su Crimen no prescribirá jamás.
En cada uno de los conciertos que compartieron Bunbury y Calamaro por México el pasado otoño hubo un momento especial: Crimen, ese otro crimen que quedará sin resolver. Revisitar a dos voces el baladón de Gustavo Cerati era al mismo tiempo una apuesta segura y un riesgo fabuloso: los corazones presentes, ya hechizados por semejante tándem de iconos escénicos, quedarían atrapados por la presencia/ausencia de un tercero, tocado además por la pátina imbatible que acompaña a aquellos genios idos a destiempo. Misión superada: el videoclip estrenado mundialmente desde las Webs de ambos artistas recoge imágenes fidedignas de la conexión. Una conexión trina, hecha trinos: Bunbury en los extremos corales, Calamaro en el eje y el fraseo del gaucho Martín Fierro que hiciera inmortal José Hernández: «Cantando me he de morir, cantando me han de enterrar y cantando he de llegar al pie del eterno padre. Desde el vientre de mi madre vine a este mundo a cantar». Retazos alineados al servicio de una canción única, legado del bardo visionario que abandonó el planeta en septiembre de 2014 y, gracias a este guiño, llegará a nuevos públicos en España, y sacará la lágrima a miles y miles de incondicionales de toda América Latina.