Dos asturianos. Uno empezó su carrera cantando cosas muy suyas con los ojos fijos en el esternón. El otro es torrencial, y creció en la música mirando al paisano que se miraba a la pechera. Aquí se apuntan a unos goles con cerveza. De puntera y espuela.
Se abre el telón. Nacho Vegas, gijonés, cuarenta justos, conversa con Pablo Und Destruktion, gijonés, treinta y uno. Una década de vida y un bigote les separan: la reflexión ante una cerveza mechada de toques al balón les acerca. El campo del Unión Club Ceares, de la Tercera División asturiana, sirve de marco para esta intercambio sin golpes en la que ambos recuerdan sus inicios en la música, la vergüenza escénica, la inocencia perdida a golpe de iconos y canciones de Daniel Johnston, la búsqueda de otros humanos para tolerar y asimilar el hecho existencial, la intimidad compartida, las raíces del dolor y sus manifestaciones no tan espontáneas, los pocos amigos albañiles que tenían los asistentes a inauguraciones capitaleñas de arte plástico en los noventa, el sexo hablado en las canciones y ausente en los colchones, Antonio Luque y el germen creador ubicado en las cosas que escapan al razonamiento lógico… Nacho y Pablo hablan mucho, pero bajito, con pausas, sin barroquismos. Se puede perder el hilo siguiéndolos, pero no es complicado recuperarlo. También se puede dejar correr la charla hasta el siguiente momento luminoso, parar, retroceder: hay tantas bombillas como bruma, y algunos golazos por la escuadra.
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